Los capítulos son re largos, si ven un error no olviden comentarlo please ♡
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Rosé atravesó corriendo la puerta del gimnasio de la escuela. Ni siquiera había tenido tiempo para ir a casa y cambiarse de ropa. Su hijo estaba en cuarto grado y muy orgulloso de formar parte del equipo de lucha libre. Él tenía una pelea que comenzó hace unos veinte minutos y rogaba no habérselo perdido. Odiaba perderse cualquier evento en su vida.
Atravesó las puertas y vio donde los chicos se encontraban sentados. Se acercó a él y quiso darle un beso, pero sabía que eso lo avergonzaría frente a todos sus amigos.
-No me perdí tu pelea, ¿no? -preguntó preocupada.
-No, mamá, soy el siguiente -dijo con un encogimiento de hombros. Él estaba intentando actuar como si no tuviera importancia, pero pudo notar el alivio en sus ojos de que estuviera allí.
-Bien. Lamento llegar tarde, pero hubo trabajo extra que hacer en la oficina -explicó.
-Está bien, mamá -le dijo con su muy conocedora voz. Era un niño tan bueno. No podía imaginarse su vida si él en ella. Caminó hasta las gradas y se sentó. Cuando fue el turno de luchar de su hijo, fue la que más vitoreó y aplaudió en la multitud cuando él ganó.
Él corrió hacia ella y después le dio un raro abrazo en público, olvidándose por un minuto que era demasiado mayor para darle a su madre afecto público.
-Estoy orgullosa de ti -le exclamó a su hijo.
-Gracias, mamá. Tengo que volver con el equipo ahora -dijo, mientras prácticamente iba bailando de regreso con sus compañeros. A ella le encantaría volver a ser un niño, sin preocupaciones y emocionarse fácilmente. Su estómago se apretujó cuando pensó en la emoción que recorrió su cuerpo cuando Lisa había estado parada tan cerca de ella.
Apartó esos pensamientos de su cabeza. Ahora estaba con su hijo y no pensaría en Lisa. Tenía que tolerarla en la oficina, pero no le iba a permitir que invadiera su tiempo privado. Suspiró, a la vez que se daba cuenta lo difícil que iba a ser mantener a esa mujer lejos de su cabeza cuando tenía que trabajar con ella durante todo el día.
Los años le habían sentado muy bien. Sus músculos de jovenzuela habían madurado y cuando se había quitado la chaqueta, exponiendo sus hombros anchos y grandes bíceps, había tenido que luchar por no babear. Una vez había conocido su cuerpo tan íntimamente como conocía el suyo propio y extrañaba la sensación de las manos de Lisa sobre ella. No había tenido las manos de un alguien sobre ella en demasiado tiempo.
Tal vez era momento de volver a tener citas. El capitán del equipo de lucha le había pedido salir y ella lo desalentó. Tal vez podría aceptar la invitación, tendría que pensarlo y no hacer algo apresurado solo porque sus hormonas estaban alborotadas.
La competencia terminó pronto y ella y Leo se dirigieron al auto.
-¿Te gustaría salir a comer esta noche? -le preguntó.
-¡Sí! ¿Podemos comer pizza? -le rogó. El chico podía comer pizza de desayuno, almuerzo y cena si lo dejara.
-Suena perfecto -respondió y se dirigieron al local. Le dio un puñado de monedas de veinticinco para los videojuegos y se sentó observándolo desde la mesa. Comieron pronto y se dirigieron a casa. Ambos estaban agotados por su agitado día y rápidamente se fueron a la cama.
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A la mañana siguiente, Rosé tomó el ascensor hasta su piso, intentando ignorar las mariposas en su estómago. Estaba esperando que Lisa tuviera otras cosas que hacer ese día y no quisieras pasar todo el tiempo con ella en la oficina otra vez. No sabía cuántos días seguidos podría soportar estar con Lisa a solas todo el día, antes que explotara.