Capítulo 01

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Acacia

Yo en serio no le creía nada, es decir, era prácticamente imposible. ¿En esta ciudad tan pequeña? ¿Un restaurante? ¡Dios, si por algo se fue de aquí! Será un desastre, no saldrá como él espera y entonces su sueño se hará pedazos.

No quería que se decepcionara, había tenido esa ilusión toda la vida. Pero yo no era quién para impedir que lo cumpliera como él lo deseaba.

Lo que no entendía era que siempre soñó con Roma y todo lo que haría allá. ¿Por qué volvía aquí? Lo que menos quería era que pensara que no deseaba que viniera, pero era simplemente una locura para mí.

—Acacia... —él suspiró— ¿No quieres que vaya? ¿Es eso?

Exactamente eso era lo que no quería que pensara. Lo extrañaba, en serio lo extrañaba. Me hacía falta, siempre lo hacía. Era mi mejor amigo y de repente ya no estaba.

Una parte de mí estaba extasiada de que él volviera para quedarse, era la misma parte de mí que se preocupaba por él; pero la otra simplemente estaba llena de reproches y era algo que lamentablemente no podía evitar.

Él volvía de la nada, solo llamaba un día y quería hacerme ver que los años no habían pasado; que él seguía siendo mi mejor amigo y que aún teníamos promesas por cumplir. Me sentí incómoda un momento, sin explicaciones, sin excusas, sin disculpas.

—¡No! Por Dios, quiero decir... —bufé y me acomodé el teléfono en la oreja— Luciano, estoy feliz de que vuelvas, en serio no sabes cuánto; pero...

—¿Pero qué, Acacia? —Me interrumpió, se calló y resopló. Lo estaba alterando, no podíamos alterarnos los dos. Si no recordaba mal, éramos un par de dramáticos.— Perdón, es importante para mí que estés de acuerdo conmigo. Pensé que me destruirías los tímpanos y planearías una fiesta o que te pondrías a llorar de la emoción. Obviamente me equivoqué —rio—. Mira, sé que es algo... arriesgado, pero quiero triunfar desde ahí. Quiero que mi primer restaurante sea en el lugar donde nací. Me dí cuenta de lo mucho que quiero volver, necesito que me apoyes, sé que te preocupas por mí; pero te prometo que todo estará bien. Y no quería llegar a esto pero... lo prometiste a los 12 años, que me apoyarías cualquiera que fuera mi locura—Volvió a reír. Carajo.

Conocía a Luciano desde que tenía cinco años. Prácticamente sabía todo sobre él y él sabía todo sobre mí, o así era hasta que se fue.

Al graduarnos del instituto, no pasó mucho para que hiciera maletas y me dijera que iría a Roma a realizar sus estudios universitarios. Se despidió de mí siendo feliz diciendo que iba a cumplir su sueño de ser el mejor chef profesional de Italia. Lo apoyé en eso también.

Luego, el tiempo pasó y aunque al inicio nos juntábamos cuando coincidían nuestras vacaciones, con el paso de los meses eso también cambió. La última vez que vi a Luciano fue en una fiesta de navidad que organizaron nuestros antiguos amigos. A pesar de que nuestras familias eran unidas, hace mucho no veía a Luciano.

Recordar nuestra adolescencia juntos y lo duro que fue, solo me hacía recordar que existió un momento en el que éramos el lugar seguro del otro, solo estábamos seguros entre nosotros. Nos apoyábamos en todo y prometimos hacerlo siempre. Esperábamos que toda la vida fuera así, ahora él quería ponerlo a prueba sin dudar ni un segundo cuando ya éramos adultos.

Su llamada fue tan sorpresiva como la noticia que me dio de que volvería a esta ciudad, por razones divinas, abandonando su sueño de tener un restaurante famoso en la gran y hermosa Roma. No puede culparme por reaccionar de esa forma cuando él mismo me dijo en el pasado que aquí no había nada que lo llevara a dónde él quería llegar.

AGRIDULCE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora