P.O.V. Samuel
Bajé del coche para encontrarme a Mike, uno de mis guardaespaldas, sosteniendo a la muchacha con cara de impaciencia.
La pequeña no paraba de retorcerse y gritar. De vez en cuando sollozaba.-Dámela.–Mike me miró con agradecimiento infinito en sus ojos, y tomé a la muchacha en brazos, cargándola como un saco de patatas.
Ante el cambio de posición, comenzó a gritar con más fuerza.-¡Por el amor de Dios, niña! Nadie va a hacerte nada, cállate de una vez–dije algo impaciente.
-¿¡Cómo puedes decirme que nadie me va a hacer nada!? ¡Me van a obligar a prostituirme!–Chillidos. Chillidos, y más chillidos.
-¿Quién carajos te dijo que te voy a obligar a prostituirte?-Pregunté, pasmado. Sonreí al sentirla tomar aire desesperadamente luego de gritar durante un minuto sin pausa, y comencé a caminar hacia mi casa, ante la mirada divertida de mis empleados.
-¡Tú! ¡Te dije que no era una puta y me dijiste que si no lo era, lo sería muy pronto! ¡No voy a dejarlo convertirme en una puta!–decía gritando.
-¿Puedes parar de gritar? Gracias al cielo, los oídos todavía me funcionan, a pesar de que tú estés atentando en su contra.–le ordene.
La muchacha se quedó callada, pero sus gritos fueron reemplazados por pequeños sollozos, lo cual era mucho peor.–Prefiero que grites...-Comenté con un suspiro.Los sollozos se hicieron más intensos, y sentí una repentina opresión en el pecho.
¿Qué era eso? Yo no sentía culpa, ni remordimiento, ni pena. Samuel García no sentía.–Oye, tranquila.–Intenté suavizar mi voz para no asustarla más, y abrí la puerta de mi habitación en el tercer piso.-Todo va a estar bien–dije tratando de tranquilizarla, pero parecía imposible.-Seré una prostituta. Nada va a estar bien–dijo con un hilo de voz. Sollozaba, simplemente no paraba. Su voz sonaba ahogada, y una terrible sensación de responsabilidad me invadió.
Deposité a la muchacha sobre mi cama, y al apartarme para mirarla sentí como si mi corazón se rompía en mil pedazos.
Sus ojos estaban rojos e hinchados, las mejillas bañadas en lágrimas. Sus hombros estaban caídos y sus labios lastimados de tanto mordérselos.Me permití pasear mi vista por su cuerpo. Era un cuerpo pequeño, pero perfecto. Casi suelto una carcajada al reparar en su pijama de Ositos. A todas luces parecía no ser más que una niña, pero una niña no podía tener ese cuerpo, ¿O sí? Sin poder contenerme, me puse en cuclillas frente a ella y aparté un mechón de su pelo color oro del rostro.
–No serás una prostituta. Lo hubieras sido si te hubiera dejado con Polo, pero no aquí. No te obligaré a hacer nada que no quieras hacer. Por favor, deja de llorar...–Le pedí con voz suave.
Dejó de sollozar, pero lágrimas silenciosas seguían escurriendo por sus mejillas.-Si no me obligarás a hacer nada, ¿Por qué no me dejas ir?–Pregunto inocente.
Suspiré, y bajé la vista. No podía dejarla ir.
-Porque sabes demasiado.–respondí sin más.P.O.V. Carla
-¿Por qué sé... demasiado?-Lo miré con los ojos entrecerrados.
-Sí.-Se limitó a responder antes de levantarse y caminar hacia la puerta.
-¡Pero si no se nada!-Me paré y seguí sus pasos.- ¡No sé una mierda! ¡Oye!
Se giró antes de salir por la puerta, rascándose la frente. Parecía agotado, y bastante enfadado.
-Pensé que ya habíamos superado la maldita etapa de los gritos. Me paré en seco, a solo un metro de él, y fruncí el ceño.–No sé nada.-Repetí, con solo un hilo de voz.
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Carmuel: Suya/Mío |Adaptación|
FanficCon tan solo 25 años, él era un mafioso peligroso, despiadado y más frío que el mismo hielo y ella una hermosa, dulce e inocente joven estudiante de 20 años. ¿Será que la dulzura de esa tierna chica lograría llegar hasta el frío corazón de piedra d...