Klai, el señor del ministerio.

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Todos los miércoles por la mañana Delia O'Donis tiene una pequeña reunión con los inversionistas de su empresa. Mismos que han sido fieles a la compañía desde hace más de treinta años —o incluso más—. Le dejaría un almuerzo hecho a su hijo menor, Title. Otro de los hijos, está ves el mayor, la interceptó en drop-off de la casa, venía agitado y pálido. Parecía haber corrido desde los ángeles hasta la frontera con México.

—Madre, te has olvidado de ir con Becam. —Lograba decir mientras se sostenía las rodillas y jadeaba.

—¿Con Becam? ¿Qué necesita Becam? Ya he firmado los acuerdos de los derechos de la empresa. —Decía sin detenerse. 

—Falta tu testamento, necesitas firmar el testamento.

—¡Oh! Eso lo puedo hacer en cualquier momento. No es muy urgente.

—Claro que lo es. Puede pasarte algo en cualquier momento.

—Sí. Tal vez tengas razón. Lo haré en los próximos días.—La señora Delia, no entendería el porqué de la insistencia. Sospechaba desde hace algunos meses de su hijo mayor Tongnam Jr. Todo cambiaría desde el día que fue elegido entre sus hermanos para tomar la dirección de la empresa de su difunto padre. Cambiaría de un modo oscuro, se volvería frío, con un aspecto consumido por la ansiedad pero, especialmente por la poca empatía que tenía con su hermano menor. Las acciones de la empresa prontamente se dividirían en dos partes. El 75% sería para los hermanos principales mientras que el 25% sería para la madre. Lo que quedaría de este último porcentaje sería la única herencia de Title en el futuro. El hijo mayor de los O'Donis se embragaría de sed por el dinero de una manera enfermiza. Quería el 100% de las acciones bajo su poder a cualquier costo. Gracias a eso, el testamento actual diría que únicamente el 10% de lo que quedara en la cuenta bancaria al momento de la muerte la matriarca sería destinado para Title. Aun así, a pesar de ser un porcentaje bastante bajo serían perdidas de cientos de miles —o incluso millones— de Baths para el hermano mayor. Buscaría después una solución para ese pequeño problema.

—Tienes que ir mañana, Becam necesita mañana que vayas.

—Dile que iré. No molestes más y déjame ir por favor.

Delia a pesar de sus años, se mantendría elegante. Su cabellera prominente de un gris perla. Sus lentes dorados que se soltaban una cadena de —posiblemente— oro que llegaba a colgarse por el cuello. Unas uñas pintadas de rojo adornaban sus manos las cuales resaltaban algunas venas y arrugas. Lo que sobresalía de aquel semblante era ese bastón de metal, el cual tenía una forma de gato como mango. Como base un metal de un color gris más oscuro que lo demás con una goma negra gastada por los años. Cualquiera podría pensar que sería un arma genial de auto-defensa. Claro, si no es que su portador fuera una señora de por lo menos 65 años.

Conduciría su auto, Porsche 2018, hasta el ministerio después de recibir la noticia que las acciones de su empresa subieron un 8.25% en último año. Era el turno de Klai para darle algunas noticias.

—Ha pasado tiempo desde que no vengo a tu oficina, espero que tengas buenas noticas.

—Antes pasabas mucho tiempo aquí, ¿No? —dijo con picardía Klai. El señor probablemente oscilaría por la séptima década. La capa de algodón blanco perfectamente peinado hacia atrás habría atraído las miradas de alguien en algún momento de su juventud. Los lentes estilo gota con marcos delgados y dorados combinaban muy bien con el estilo de antaño del señor, que probablemente estaría jubilado por lo menos hace una década. Vestía un saco gris a juego con su pantalón. Por otra parte la oficina de Klai parecía haber sido construida allá por el siglo XIX. Un ventanal dividiría a la mitad la inmensa pared que daba al patio principal. El ministerio no tenía la fama de tener una arquitectura delicada.

¿Podre dividir mi corazón en dos?Where stories live. Discover now