Los bellos ojos grises

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Delia miraba detenidamente el papel donde estaba escrita la dirección del barrio chino al sur de Tailandia. Lo doblaba, lo enrollaba y lo volvía a extender.

—Ya no estoy segura, deberás que estos días he perdido un poco la noción de lo que estoy haciendo —dijo la señora mientras jugaba con la nota.

—Te he dicho que no tienes que ir si no te apetece. Tus razones tendrás y son válidas —contestó Klai que se mecía de atrás a adelante en su silla de madera mientras veía al sol tierno por la gran ventana.

—Creo que tengo que ir. —Parecía estresada, confundida y aturdida. Esa vez no se maquilló y solo tenía en la cabeza un bulto de cabello amarrado—. Sé lo prometí y es hora de cumplir, supongo.

Klai tomó aire, se levantó de golpe —tanto como sus huesos y dolores se lo permitieron— y fue directo a dónde provenía la luz mañanera de la habitación. Vio el paisaje, un hermoso jardín donde los setos tenían formas de conejos, o caballos, o algún otro animal. Estaban en la mansión O'Donis, meramente en la recamara de Delia. El ambiente estaba cargado de incertidumbre de lo que la señora tendría que hacer.

—Déjame acompañarte entonces. Estamos juntos en esto. ¿Qué te parece si salimos en unas horas? El distrito no está tan lejos. Podemos llegar en la tarde, ir a esa casa y quedarnos en un hotel. Regresaríamos mañana en la mañana y todo se acabaría. ¿Cómo te suena?

—Perfecto. —Pausó un momento para reafirmar su respuesta—. Me parece más que bien. Dame unos minutos para poder estar lista y arrancar.

A las diez de la mañana en punto los dos ancianos salían de la mansión O'Donis. Klai con su perfecto peinado hacia atrás, ahora con un saco rojizo y su típico reloj gris en la muñeca izquierda, Delia vestida a dos piezas grises, con unos rulos en la cabeza y su bastón que nunca le puede faltar. Tongnam Jr. estaba en el gran parqueadero de la casa. Se recostaba en un Audi plateado de último modelo, jugaba con un juego de llaves, primero las aventaba para luego cogerlas en el aire. Vio a su madre y al mejor amigo de su padre salir y supo que era la señal que estaba esperando.

—¡Hola má! —saludó levantando la mano desde lejos.

—Hola querido, ¿tienes libre el día de hoy?

—Si madre. Hoy los directivos tendrán una reunión de diversión. Ya sabes, no todo en la vida es trabajar. ¿A dónde iras?

—Klai y yo iremos a dar un paseo. No tardaremos mucho, ¿verdad Klai? —contestó esperando que su amigo le ayudara con la cuartada.

—No, no tardaremos —contestó el señor que miraba fijamente al joven.

—Ten, lo acabo de comprar. —Alzó el juego de llaves, las hizo girar en su dedo índice y las ofreció a su madre—. Sería un honor que lo uses.

—No tienes que...

Tongnam Jr. salió caminando rumbo a la gran casa a pasos agigantados. Al llegar a la puerta principal dio la vuelta y volvió a agitar la mano. Klai arrebató el juego de las manos de Delia después que el infeliz entró a la casa y las colocó bruscamente en el capo del carro. Iremos en m auto, dijo el señor. Delia no tuvo reparo. Empezaron el viaje a eso de las diez y media. Harían unas cuatro paradas en el camino para comer, pasar al baño y tal vez comprar algún recuerdo del cual jactarse después. Llevarían en la carretera unas dos horas, Delia miraba por su ventana viendo los árboles pasar. Por alguna razón le recordaba a su infancia, cuando era feliz y deseaba crecer. Ahora deseaba retroceder en el tiempo y decirle a esa pequeña que no fuera tan tonta de desear ser adulta.

¿Podre dividir mi corazón en dos?Where stories live. Discover now