1. Ella

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Mi nombre es Tsuribari Hari, nací en un pequeño pueblo, no éramos más de 500 personas.

Nací como una niña normal, mi madre era doctora y mi padre era pescador, sobre todo era su hobbie porque lo amaba, casi tanto como pasar el tiempo conmigo.

Eso era cuando era una bebe, no recuerdo lo qué pasó porque aún no podía abrir mucho los ojos, pero son historias que me cuentan mi madre y padre.

Apenas nací decían que era la bebe más hermosa, papá estaba orgulloso de mi, tanto que en el primer día después de salir del hospital salió conmigo y mamá para ir a mostrarme, o presumirme, a su grupo de pesca.

Eran todos muy amables conmigo cuando iba a verlos, pero en el momento que era una bebe hubo un accidente.

Era el bote de papá, era enorme por qué lo usaba para pescar tiburones. Los anzuelos eran mucho más grandes que mis brazos de bebé.

Contaron cómo me llevaron a dar una vuelta en el bote pero mientras volvíamos hubo una tormenta.

Mi mamá me sujetaba en brazos con fuerza... pero el bote chocó contra una roca marina y mi madre cayó.

Ella cayó sobre la cama, pero yo caí sobre los anzuelos de tiburones.

Dijeron que mi madre, que aún no estaba estudiando medicina, hizo lo imposible por que deje de llorar. Mientras los amigos de papá traían una lancha de emergencia yo estaba sangrando la poca sangre que tenía.

Dijo que al llegar al hospital me llevaron de repente a la sala de emergencias, no tenían mucho con lo que tratarme. Pero hicieron todo lo que pudieron.

Yo estaba viva, pero el anzuelo seguía allí, este atravesaba el centro de mi estomago pasando de un lado al otro.

Los primeros días sólo podía llorar del dolor mientras me trataban.

Pasó una semana hasta que dejé de sentirlo.
Lo único que pudieron hacer fue dejar el anzuelo para no desangrarme, pero algo pasó.

Con el tiempo la herida no cicatrizó, solo siguió creciendo, mientras yo crecía, la herida aumentaba el tamaño.

Tuvieron que empezar a cambiar el anzuelo por uno más grande. Cada vez que este me empezaba a quedar pequeño.

Este no había perforado ningún órgano vital gracias  a Dios, pero era lo único que los mantenía adentro.

Es decir, si el anzuelo se caía no estaría para contarlo.

Después de eso tuve una vida "normal" empezaba a ir a la primaria pero recibía burlas y bromas de mis compañeros.

Siempre que podía sonreír lo hacía aunque no era mucho tiempo el que lo podía hacer.

Era la niña pez, la enganchada, la caza tiburones. Tenía muchos apodos de burla.

Todos se burlaban, hasta varios de mis profesores.

Pero él no lo hacía, era el chico más amable y dulce de todos y no tenía problemas en ayudar a quien lo necesite.

Lo conocí cuando llegó a mi clase, estaba en secundaria y no podía alejarme más de mis compañeras hasta que él me ayudó cuando mi anzuelo se quedó atrapado en una silla.

Él no dijo que era rara, no dijo que era un monstruo o un desastre, solo dijo que mi anzuelo era increíble.

Que me veía bien con el.

Cada vez que me acercaba a él mi corazón latía fuerte. Quería estar cerca de él, aunque se veía que no era la única con esa idea.

Empezamos a pasar los años juntos como amigos, aunque gracias a eso empecé a ganarme bastantes rivales, que estaban celosas de que estuviera con él tanto.

Recuerdo que me encerraron en el baño.
Empezaron a insultarme, a gritarme con fuerza y me golpearon bastantes veces.

Salí bastante más tarde que mis compañeros ese día.

No quería dejar que se siguieran burlando de mi, yo le amaba, le quería.
Sería mío, sin duda.

Recuerdo, preparé una nota en su casillero, dije que me esperara en el patio al terminar la escuela, pero no le dije quien era.

Entonces, fui al techo de la escuela, solo para saber si de verdad iría.

Miré el patio y me quedé esperando, él llegó rápido, se veía nervioso.

Entonces corrí hacia las escaleras para ir con él, pero me lo impidieron.

Un grupo de chicas estaba en la puerta.
Empezaron a golpearme sin dejar que me defendiera.

Fenómeno, Loca, demonio, muerta viviente, empezaron a insultarme mientras me tiraban al suelo para patearme.

Solo quería verle, pero no podía ni hablar, me patearon la mandíbula muy fuerte.

Entonces una de las chicas sacó una cadena de su mochila.
La pusieron en mi anzuelo donde no podía alcanzarlo.

Ataron el otro lado de la cadena a la baranda que evitaba que nos cayéramos, y me empujaron del techo.

Solté un vomito de sangre que cayó sobre mi ropa. Entonces pasó el tiempo y le vi irse decepcionado.

Quería gritarle, decirle que estaba allí, pero no podía.

Era viernes, vi a las chicas irse mientras se burlaban, pasaron el sábado y domingo, no vino nadie.

Entonces, cuando llegaron, yo estaba en el suelo y mi gancho estaba colgado sobre mi cabeza a varios metros.
Yo yacía muerta.

Entonces al abrir los ojos me miré, tenía el agujero en mi estomago, pero no me dolía, mi gancho estaba en mi mano derecha. Lo sostenía sin problema.

Estaba con la ropa de la escuela, cubierta de sangre.

Miré lo que era mi cuerpo fallecido en el piso...

Ellas estaban allí llorando, fingían que no sabían lo qué pasó.

Asistí a mi propio funeral y miré a esas chicas, las seguí durante mucho tiempo, con enojo, con esa sensación de impotencia por no haber podido declarar mi amor.

Entonces mientras estaban en el baño, sentí un enojo tan grande al verlas a todas juntas, riendo y burlándose de mi a pesar de lo que me hicieron.

Levanté mi gancho hacia arriba, y escuché sus gritos al poder verme, rogándome, pero no me importó en absoluto.

Solo las atravesé una por una, ellas estaban en el piso, sin moverse ya.

Empecé a reír, podía sentir una enorme felicidad.

Luego entró una profesora, me vió unos segundos, pero ella corrió, me quedé en el lugar sin que me importe lo que pasara.

Al llegar el director estaban los cuerpos, yo solo les miraba.

Mi profesora seguía diciendo que yo estaba allí, pero no podían verme.

La misma profesora que me hizo la vida imposible.

Ella fue a un psiquiátrico, el resto de su triste vida.

La escuela fue cerrada y abierta un año más tarde, cuando ya no podían saber lo que sucedió.

Él volvió a la escuela, se veía triste. ¿Era por mi? Él era de los pocos que lloraron en mi funeral.

Sentí un dolor en el pecho al no poder hablarle, solo le seguí desde entonces, protegiéndole hasta que se casó.

Él debía ser feliz. ¿O no? Se lo debía ¿o no?

Así que le dejé tranquilo.
Empecé a deambular por la escuela, asegurándome de que nadie pasara lo que yo sufrí.

Hasta ese día, años después un chico entró en la escuela, era hermoso, igual a él. Era muy amable y tranquilo.

Sentí algo en el pecho, muy fuerte, sentí que no le dejaría ir, que no iba a arruinarlo como la última vez y eso hice...

Pescando el Amor [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora