Serie de relatos donde un dios abnegado se enamora de una mortal y una mortal se gana el odio de su pueblo por no ser "aceptada por el dios" como ofrenda.
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El pueblo la veía con gran desdén. Marinette podía sentir todas esas miradas acumularse en su espalda, juzgándola en silencio, esperando que ella dijera algo para que todos le arremetieran en colectividad.
Y es que no había sido tocada por el dios al que había sido ofrecida. Para ellos eso no simbolizaba más que un dios desinteresado, recibió un mal regalo; alguno que otro pensaba que no la había aceptado porque ya tenía aroma a otro hombre, pero la verdad poco les importaba, sólo guardaban un inmenso terror a que él dios del caos viniera a destruir sus cultivos.
Sin embargo ella aún seguía pensando en la noche anterior, en esos ojos brillantes viéndola fijamente, en la seguridad que sentía al recargar su cabeza sobre su pecho, en su suave cabello, en lo duro pero dulce de su semblante. Una noche de contemplación, solamente eso fue. Él no la tocó, sus manos en ningún segundo se posaron sobre el cuerpo de ella; al contrario, ella fue la única que se aventuró a deslizar sus manos por su cabellera, a acariciar sus párpados, a ver lo perfecto de aquel dios.
Sus ojos eran similares a los de la serpiente que vio el otro día ¿y si era el mismo?
No entendía porqué actuaba así, pero aún peor era el hecho de que su corazón latiera con esa fuerza al pensar en él.
¿Qué quería de ella? ¿O acaso quería algo? ¿Por qué tenía esos estúpidos pensamientos? Era claro que él, con ese físico, con esa suave actitud podía atraer a otras diosas o criaturas mucho más bellas e interesantes que una simple mortal. Quizás y los otros tenían razón, él no la había tocado porque no se sentía interesado en ella.
¿Por qué eso la hacía sentir mal? ¿No era eso lo que quería?
—Marinette.— se acercó su amiga Alya en un gran abrazo sacándola de sus pensamientos.— Por dios, chica, todo mundo está hablando de ti.— la azabache se talló los brazos incomoda, la morena aún la observaba con desconcierto.— ¿Pero cómo es que se produjo este embrollo y cómo quedaste atrapada en ello?
—Es una larga historia.— respondió ladeando la mirada. Nino llegó y puso una mano sobre el hombro de Alya, con una sonrisa juguetona.
—Bueno, ahora que los cultivos están arruinados; hay tiempo de sobra para que nos cuentes.— enunció el chico divertido. Alya le dio un pequeño golpe con el codo por aquel comentario que pretendió ser gracioso.— ¿Qué? Lo digo en serio, digo, cualquiera que haya sido la razón no te juzgo, sólo quiero algo más interesante que oír que puros rumores.
—Déjala Nino, sino lo quiere decir que no lo haga.— llegó Luka posándose con los brazos cruzados a lado de la azabache, ella le sonrió, siempre podía sentir cierta tranquilidad al verlo.— Alya, contrólalo por favor.— dijo con una pequeña sonrisa, pero la morena parecía estar distraída en algo en el fondo.
—Lo que sea que hagamos no es bueno hacerlo aquí.— mencionó sería viendo a un par de mujeres que veían con enojo a la azabache mientras murmuraban.— Las personas sólo están esperando a que Marinette tropiece por accidente para agarrarla a patadas entre todos.— viró a Nino, pareciendo que le había dicho algo con la mirada que él no tardó en captar.
—Vayamos a mi sitio. Podremos platicar un poco ahí sin que nadie nos moleste.
Los cuatro amigos se encaminaron hacia aquel lugar. Nino era un chico solitario, perdió a su madre y a sus hermanos cuando era muy chico, y recientemente había perdido a su padre, así que se había quedado valiendo de sí mismo y el negocio que su progenitor le había dejado. Encajar con el resto de los jóvenes griegos siempre le había costado, llevaba una marca en su hombro de los que muchos murmuraban su origen.
Algunos decían que su padre antes de morir había cerrado una deuda dando a su hijo a un hombre adinerado para que éste combatiera en la arena, pero que huyó como cobarde en su primer día y ese hombre aún iba tras su búsqueda. Sea como sea, todos sabían que esa marca era una razón indicada para alejarse del moreno.
Se sentía tan afortunado de haberse encontrado a Alya, Marinette y Luka; en algún momento creyó que no podría relacionarse con nadie jamas.
Al llegar al sitio del moreno empezaron a hablar de temas banales, como si quisieran ignorar el fuerte tema que todos sabían que se debía dialogar. Por fin Alya sacó el tema a la mesa, Marinette quiso ser breve: había salido a contemplar el paisaje de las afueras del pueblo cuando Gavril y Corben se acercaron demasiado a ella cuando una serpiente llega y todo el césped y sus alrededores pierden la vida, ademas el reptil muerde a Corban dejándolo sin vida.
Quizás había sido coincidencia, o quizás...
Los chicos no hicieron tantos comentarios como los que esperaba. Permanecieron callados un par de segundos y después dijeron alguno que otro comentario sutil: Nino detestaba al resto de Grecia como para estar de acuerdo en detestar a Marinette por ideas absurdas, la familia de Alya había tenido malas experiencias con respecto a los dioses y Luka simplemente permanecía callado, con la mirada pesada y la postura encorvada.
Después de unos segundos siguieron con otra conversación, sobre el plan que cada uno tenía ante esta situación que se aproximaba para el pueblo; pero Marinette simplemente no se sentía ahí con ellos, su mente aún vagaba en los recuerdos de la noche, en él y su manera de actuar con ella.
Se encaminó hacia una ventana y contempló el pueblo desde ahí.
¿El dios de la destrucción destruyó el valle porque quería salvarla, o simplemente coincidió en que ellos estaban ahí? ¿Había otra razón que ella no estuviera viendo? ¿Por qué eso era lo único que le preocupa en estos momentos habiendo muchas más cosas por las que debería temer? Se sentía demasiado confundida, asustada de no comprender que era lo que sucedía.
—Marinette.— escuchó pronunciar a Luka con suavidad en sus espaldas.
—¿Sí?
—No quería decírtelo, pero creo que es mejor que lo sepas.— mencionó sin ser capaz de verla a los ojos.— Mientras venía escuché que el dios dejó una nota indicando su próximo encuentro, por eso es que nadie te ha hecho nada.— el corazón de la azabache no latió por un segundo ¿Él quería verla otra vez?— Yo, ademas...— apretó los puños, tenía la mirada gacha, parecía que la culpa lo cubría. Marinette se acercó a él deseando consolarlo, poder quitar de él ese rostro triste.— te quería pedir perdón por no haberte cuidado de Gavril y Corben.
La azabache no soportó más y lo rodeó con un fuerte abrazo. Lo adoraba, adoraba su genuina preocupación por ella, pero odiaba que él sufriera por esa razón; aunque aquel par de imbeciles hubiera logrado hacer su cometido, no hubiera soportado que eso le quitara la sonrisa a Luka.
—Descuida, no me pasó nada.— pronunció con suavidad mientras acariciaba su cabellera. Sintió una cálida lágrima de él resbalar hasta su hombro.
—Si no quieres no tienes que ir a ese encuentro con ese dios, buscaremos la forma de evitarlo. Prometo ayudarte esta vez.— Marinette negó con una sonrisa. No, ella quería ese encuentro, y tenía un extraño presentimiento de que el dios no preoete día hacerle nada malo.
—Estaré segura con él, no te preocupes.
Algo dentro de Marinette se comenzaba a mover distinto. Tenía tantas preguntas en su interior que quería hacerle al rubio. Un sentimiento se cultivaba a base de sentimientos de una tarde de caos y una noche de tranquilidad ¿Cómo no pensar en ese dios?