Ella es mía

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Adrien disfrutaba de verla, demasiado

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Adrien disfrutaba de verla, demasiado. A veces sólo daban largas conversaciones sobre cualquier cosa, sobre anécdotas que ella había vivido, sobre cuentos mitológicos de los que había oído para que él mismo se los desmintiera, así como él también contaba historias que había vivido durante su inmortalidad.

Otras veces sólo eran silencios, pero dulces, como las ventiscas que soplan sobre tu oído en un callado paisaje y su ocaso. Él frecuentemente dejaba recostar su cabeza en las piernas de la fémina mientras esta cepillaba su cabellera con sus finos dedos o la decoraba con pequeñas flores.

Quizás Plagg tenía razón: podía proclamarla suya y encargarse de que su vida fuera cómoda hasta su muerte, porque cada que la escuchaba hablar ya se imaginaba como ella era feliz, y además, a ella no le parecía incomodar en absoluto su presencia sin importar que ella en un inicio fuera una ofrenda.

—Adrien ¿No te vas a meter a nadar conmigo? — preguntó la joven tranquilamente en el estanque. No es que fuera la primera vez que nadaran juntos, pero a diferencia del comienzo, Marinette ahora actuaba menos tensa en el agua, al contrario, parecía disfrutarlo.

—Me gusta esta vista por el momento, preciosa, si me acerco a ti la tentación sería demasiada con esa posición tuya. — la fémina soltó una pequeña risa. La realidad era que, aunque él no la pudiese tocar, eso de alguna forma la lograba encender más, llevar hasta los límites a aquel inmortal era una idea tan preciada.

Aunque a veces tenía que darle un descanso.

Regresó su vista al sol, se empezaba a ocultar detrás de un cerro. Marinette formuló una mueca. ¿Cómo se podían amar y odiar tanto los atardeceres? Amaba pasarlos a su lado, pero odiaba que esa fuera la señal de su despedida.

—No tardará en llegar la noche.

—Deberías hablar con los dioses para que hagan más larga la noche, o que simplemente no llegue. — comentó Marinette saliendo del agua a la vez que escurría su cabello y se colocaba sus prendas.

—Sabes que las cosas no funcionan así. — Marinette se inclinó hacia el joven sentado sobre la hierba y le robó un beso, que se volvió lento, tierno, emocional, sediento. Acariciaba cariñosa las mejillas del dios mientras le robaba el aliento con sus labios, por Zeus, sabía que los dioses tenían un magnetismo divino, pero esto era ya una tortura ¿Cómo amar tanto a alguien del que sólo serás menos que un fragmento en su vida?

—Si fueran así ¿lo harías? — no lo dejó responder, simplemente volvía a pegar sus labios a los de él y a presionarlos con devoción, tratarlos como la divinidad que era, hacer consciente en ese beso que ella no era más que mortalidad tocando el universo de un dios.

Sus manos inconscientes navegaban sobre el perfecto relieve del rubio, su cuerpo buscaba con desesperación unirse al del sujeto frente suyo, sentía su piel cosquillear ansiosa de tener tacto con él; pero a la vez, ella no olvidaba que él no deseaba esa unificación y no quería forzarlo sólo por sus caprichos.

She's mine (Greek AU Marichat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora