En el olimpo

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Estar en presencia de Zeuz nunca fue algo a lo que aspirara

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Estar en presencia de Zeuz nunca fue algo a lo que aspirara. Chloe le había contado sobre él: lo muy encantadas que tenía a algunas de las ninfas y los constantes ataques de celos que le ocasionaba a Hera; y aunque él ha decir verdad no le parecía muy distinto de otros dioses, sabía que su poder era algo de temer, después de todo él lo había expulsado al plano terrenal.

—¿Cómo es que le permiten entrar a este lugar a un sátiro?— preguntó el joven dios a su acompañante. Plagg elevó una sonrisa cínica mientras se encogía de hombros.

—Tengo mis influencias.— respondió despreocupado. Aunque en realidad no era así, el sólo hecho de saberse frente a las puertas donde había un montón de dioses con su complejo de superioridad; pero no tenía opción, tenía órdenes mayores con las que no podía discutir.

—¿Y puedo saber cuáles?— Plagg negó y le dio un empujón.

—No. Ahora pasa, que si algo no le parece a Zeuz es que lo hagan esperar. Yo estaré aquí afuera, anda.— y le dio otro empujón más. Adrien lo regresó a ver, últimamente actuaba más extraño de lo normal, parecía como si lo estuviera cuidando. No podía centrarse en eso, no ahora.

Empezó a caminar por el enorme recibidor del Olimpo, donde al fondo se encontraba el gran y exagerado trono de Zeuz. Tomó aire intentando no sentirse intimidado y siguió con su andar. Escuchaba voces a su alrededor y se sentía vigilado, no podía ver a los otros dioses pero si le preguntaban si había alguien más en aquel lugar, él no dudaría en asentir. Lo juzgaban, un dios desterrado siempre daba de que hablar. No recordaba haber estado en ese lugar nunca, aunque era más que obvio que de ahí provenía.

—Adrien, te he estado esperando.— una voz imponente rebotó por todo el lugar; alzó la mirada, Zeuz ya estaba posado en su trono, con su presencia atemorizante y esa semblante petulante que no hacía más que reflejar una humildad falsa y una sabiduría hipócrita.— ¿Sabes lo que te ha traído aquí?— asintió levemente.

—Aterroricé a toda una aldea acabando con su valle.— escuchó un ligero pujido por parte del dios mayor. Parecía no estar conforme con su respuesta.

—¿Y por qué lo has hecho?— ¿Había muchos dioses que iban haciendo destrozos por todas partes y sólo a él lo llamaba para ser castigado durante un castigo de por sí? No le podía decir que fue por aquella chica, por salvarla; Zeuz era un envidioso, que constantemente buscaba tener lo que cualquier otro anhelara, intentó no titubear mucho.

—Un par de jóvenes, ellos estaban perturbando mi lugar de descanso con sus molestos ruidos mortales. Podría decir que me agarraron de mal animo y me irrito que justamente eligieran ese sitio que sólo es mío.— el hombre alzó una ceja sin creerle mucho, pero las palabras del rubio eran firmes. Se talló las manos viendo al joven, buscando algún atisbo que le dijera que estaba mintiendo. Suspiró.

—Creaste caos en la aldea por tu poco temperamento ¿Te das cuenta?— sí, por su poco temperamento.— Además de eso has tenido el desdén de traer un sátiro como un igual a mi casa.— no es que él lo haya traído, sino que Plagg lo siguió, pero si lo mencionaba a Plagg le iría peor que a él por seguir a un dios sin su consentimiento. Meter al sátiro en problemas no era algo que realmente le interesara. Zeuz soltó una pequeña risa, como si le hubieran contado un chiste que no le cayó en gracia.— A todo esto, la aldea cree que de alguna manera te han hecho enojar, así que te ofrecen el cuerpo de una joven de su aldea.— ¿Y si era Marinette? No podían ofrecerla a ella ¿o sí? No podían regalar a alguien como ella ¿Verdad?— ¿Pero en serio crees que tras tu comportamiento mereces un premio? Así que...

Él la tocaría, él se la llevaría para sí, él la corrompería. Zeuz era así y era capaz. El sólo imaginar sus asquerosas y enormes manos sobre el diminuto cuerpo de la azabache le causaba rabia, imaginarla llorando por lo brusco que podía llegar a ser ese idiota lo enfurecía tanto que...

Respira profundo, tienes que respirar profundo. Es mejor pensar con la cabeza fría.

—No interesa eso. Quiero recibir a una joven mortal para calmar mi estrés temporal, tengo muchas emociones que necesito descargar en algo.— dijo esta última palabra sintiendo como se había atorado en su garganta.— Las ninfas me irritan, no las soporto, así que nunca las he buscado. No las quiero como una opción. Después de eso dejaré El valle y me iré a algún sitio donde mi poco temperamento no pueda afectar a ningún mortal al menos que tú así lo desees.— esperaba haber sido lo bastante persuasivo. Zeuz se quedó callado por un par de minutos analizando las palabras del joven cuando finalmente asintió.

—Está bien, toma a la joven que se te ofrezca. Pero quiero que seas consciente que esto no lo hago porque tus palabras me convenzan, alguien ha venido a negociar tu castigo anteriormente y llegamos a un acuerdo bastante generoso. La próxima que cometas un error, no saldrás ileso, joven dios.

Sintió un escalofrío por el tono agrio de la amenaza, sin embargo mantuvo la compostura y asintió para nada más retirarse. Una vez volviéndose a encontrar con Plagg soltó un largó jadeo, por fin podía volver a respirar con normalidad; sentía sus piernas temblar, ya quería volver a pisar tierra, aunque le ofrecieran la oportunidad de vivir ahí lo rechazaría, era un lugar bastante hostil y sabía que jamás sería aceptado del todo.

Por otro lado no dejaba de pensar en aquel "alguien" del que le había hablado Zeuz ¿Será su madre Afrodita? Tenía que ser ella ¿Quien más si no? Elevó una pequeña sonrisa percatándose de que sí, a pesar de que muchas veces pensó que no, pero su madre sí lo quería, sí se preocupaba por él y le dedicaba tiempo aún. Saber eso y conseguir que Zeuz no fuera a esa aldea habían hecho esta estadía en el Olimpo algo victorioso.

—¿Qué sucederá ahora?— preguntó Plagg mientras se ponía a su lado. Adrien sonrió.

—Tendré que alistarme para esta noche.

She's mine (Greek AU Marichat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora