Carta bajo la manga

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                       Capítulo 4

Han

Electra Rosseli, no era mujer de juegos simples. Con ella tenía que usar todas mis estrategias y trampas.

Verla en aquel vestido amarillo me había vuelto loco. Esa vanidosa manera de exigirme las cosas, solo hacía que me obsecionara más en hacerla mía.

Mucho tiempo atrás la había conocido. Después de aquella noche donde su marido murió, yo había investigado todo sobre ella. Al principio me sentía culpable, pero después de descubrir toda su historia me había obsesionado en cuidar de aquella niña. Yo había sido el único en verla escondida mientras su primo la retenía.

Con el tiempo fui consciente de que era un enfermo obsesivo. Cada vez que tocaba a una mujer pensaba en Electra. Unas ves mi chófer me había dicho que estaba enfermo. Lo comprobé muchas veces cuando mencionaba el nombre de Rosseli, mientras penetraba a otra cualquiera. No podía describir el momento en el que por fin me presenté y ella me reconoció. Aunque vi odio e irá en su mirada, me sentí feliz, porque al menos esos sentimientos eran para mí.

Mi nombre siempre había sido reconocido en el mundo. Pero algo tenía muy seguro, los enemigos de Electra eran mis enemigos. Más que dinero y fama, para vencerlos necesitábamos poder. Yo estaba dispuesto a ofrecerle un trato, y tenía esa carta bajo la manda que me ayudaba a convencerla.

Confianza, era una palabra que seguro no existía en el diccionario de mi hermosa reina diamante. Tenía que darle las pruebas necesarias para que ella al menos me diera el beneficio de la duda. Y esa, era la única razón por la que yo había retrasado este encuentro.

Aquella primera vez que no llegue había descubierto una razón más para estar de su lado, por eso la había dejado plantada. Me había calentado de maneras sobrenaturales el hecho de que ella me pagará con la misma moneda, aunque ella dependía más de mí que yo de ella.

Por lo que había logrado entender, su familia no sabía los nombres de sus enemigos. Eso lo comprobé en la manera de Samuel verme, como un buen socio, no como un enemigo.

El gran problema allí, era que ella creyera en la verdad, que no se cargará mi disposición para ayudarla. Que aceptará ser mi socia y no mi enemiga. Si ella era de verdad inteligente, no se negaría.

Estar entre sus piernas había sido algo que no estaba en mis planes. Por lo menos, no, por ahora. Mientras me perdía en la sensación de retenerla en mi agarre, solo pensaba en hacerla llorar. Quería que gritara una y otras ves que no podía más, que era demasiado placer. Deseaba con todas mis fuerzas que me rogara por que la sometiera a mi oscuridad. Incluso me atrevería a decir que había rezado, porque Electra llevará algún día mi apellido y no el de aquel inútil profesor.

Aquello tendría que esperar.

Ella sentía odio, pero su cuerpo temblaba entre mis manos. Era evidente que ambos habíamos hecho corto circuito. Entonces me convencí que no era una simple obsesión. Electra, debía ser mía. Aunque yo nunca seré de ella ni de nadie. El amor en mi vida no aporta nada. Las lágrimas y los suspiros de placer, sin embargo, me dan fuerzas para seguir respirando. Y esa era otra enfermedad que condenaba mi existencia en el infierno.

Ella reaccionó a mi tanto como deseaba. Solté su cabello y la deje en aquel escritorio sentada. Volví a mi asiento y bebí de mi copa de vino. Poco a poco fue entrando en el mundo. Su respiración era parecida a la de un toro enfadado. Estaba más que asombrada con mis palabras.

- Siéntate.- Le Ordené. Pero estaba demás decir que no obedeció. Electra me miró furiosa y hablo entre dientes. El cólera de Aquiles en este momento no se compara con el de esta diosa poseída por el mismísimo demonio. Pero yo de el no tengo miedo, el me creo.

Diamantes & Póker (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora