2. ocho potters

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CAPÍTULO 2: Ocho Potters



Harry y Sarah subieron corriendo de vuelta a su dormitorio justo a tiempo para ver como el coche de los Dursely se marchaba de Privet Drive.

—Bueno, nunca en mi vida me he sentido tan rara —dijo Sarah separándose del escritorio en el que estaba apoyada—. Bueno en realidad sí: cuando descubrí que Peter Pettigrew seguía vivo y había sido todo el tiempo la rata de Ron.

Harry ladeó la cabeza y se acercó a Hedwig.

—¿Quieres echar un último vistazo al lugar? —le preguntó a su lechuza, encerrada en su jaula y con la cabeza escondida debajo de un ala— Nunca volveremos aquí, quiero decir, ¿no quieres revivir los buenos recuerdos? Mira ese felpudo... Dudley vomitó en él después de que nos atacaran los dementores. Y estaba agradecido después de todo... ¿te lo puedes creer? Y mira esa puerta, el verano pasado Dumbledore la atravesó...

Sarah dejó de seguir a su hermano por la casa pues el último comentario le había resultado doloroso, y fue hasta la cocina para asomarse por la ventana.

—Condenada gata —murmuró para sí misma.

Dagda había salido hacía horas de casa de los Dursley y aún no había vuelto. Si no se daba prisa en regresar Sarah no podría salir a buscarla y debería irse sin ella.

—¡Y aquí abajo, Hedwig —Sarah oyó a su hermano acercándose por el pasillo— es donde Sarah y yo solíamos dormir! ¡Caray... qué pequeño! No nos conocías entonces.

Sarah se acercó hasta la alacena de debajo de las escaleras y, junto a Harry, observó su interior. Era minúsculo, ¿cómo cabían dos niños, por pequeños que fuesen?

Hubo un rugido repentino y ensordecedor que hizo que Harry se golpease la coronilla contra el marco de la puerta. Sarah y él se precipitaron hacia la cocina para mirar el jardín.

Algo parecía ondear en la oscuridad, hasta que, una por una, fueron apareciendo figuras que aparecían a la vista cuando los Encantamientos Desilusionadores se iban alzando. Sentado en una enorme motocicleta con un sidecar negro estaba Hagrid. A su alrededor los demás estaban desmontando de escobas y de gigantescos caballos esqueléticos.

Harry y Sarah salieron al jardín trasero corriendo y abrazaron a Ron y Hermione, que también estaban allí.

—¿Todo bien, chicos? —preguntó Hagrid— ¿Listos para partir?

—Listísimos —respondió Sarah—. Pero no esperábamos ver a tantos de vosotros.

—Cambio de planes —gruñó Moody, cuyo ojo mágico miraba en todas direcciones—. Pongámonos a cubierto antes de hablar de ello.

Los mellizos condujeron a todos a la cocina, donde se sentaron en las sillas, encima de la mesa, de las relucientes encimeras de tía Petunia, o algunos se apoyaron en los electrodomésticos, todos riendo y charlando.

Estaban: Ron, alto y desgarbado; Hermione, que se había recogido la espesa melena en una larga trenza; Fred y George esbozando idénticas sonrisas; Bill, con tremendas cicatrices y el pelo largo; el señor Weasley con expresión bondadosa; Ojoloco, maltrecho y cojo; Tonks, con el pelo corto y teñido de rosa; Lupin, con más canas y más arrugas; Fleur, esbelta y hermosa; Kingsley, negro, calvo y ancho de hombros; Hagrid con el pelo y la barba enmarañadas, enconvado para no darse contra el techo; Charlie con más quemaduras en los brazos y cuello que la última vez que los mellizos lo vieron, y Mundungus Fletcher, alicaído y desaliñado. Sarah pensó que se alegraba incluso de verlo a él pese a que había intentado estrangularlo unos meses atrás.

SARAH'S LEGACY - DRACO MALFOY / SH#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora