El destino por el que el Sarah Potter estaba marcada acaba de dar un giro de 180 grados. Para embarcarse en la mayor y más peligrosa aventura vivida hasta ahora, Sarah se ve obligada a perdonar al amor de su vida. Sin él, no se siente capaz de parti...
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La vez que Sirius en su forma de perro hirió a Ron, fue la primera vez que Sarah temió por la vida de su mejor amigo, y lo pasó realmente mal. El alivio que sintió unos minutos después cuando comprobó que Ron seguía vivo es inexplicable. La vez que, en sexto curso, Sarah vio en vivo como Ron era envenenado en el despacho de Slughorn también temió por su vida a la vez que lloraba y trataba de ayudarlo sin realmente tener mucha idea de qué hacer. Y la vez que, tan solo unas semanas atrás, el pelirrojo había sufrido una despartición, Sarah sencillamente se horrorizó y sintió un profundo dolor en el pecho de pensar que Ron estaba así por su culpa, por haberla acompañado a ella y a su hermano en su misión. Pero a la vez sintió una enorme gratitud hacia él, Hermione y Draco, por a pesar de todo seguir a su lado incondicionalmente. Por eso ahora que Ron se había marchado, ahora que les había dado la espalda y les había dicho todas aquellas cosas tan hirientes, la angustia y el dolor eran desmesurados.
Sarah ni siquiera quería pensar en cómo se estarían sintiendo Hermione y Harry por ello. La castaña tenía sentimientos diferentes hacia Ron, eso estaba claro, por lo que comprendía que estuviese llorando todo el tiempo y sin a penas hablar. Harry, por otra parte, parecía constantemente incómodo y hasta había intentado entablar una conversación no muy fructuosa con Draco para distraerse. Eso lo volvió todo aún más incómodo.
Cada recuerdo feliz que Sarah poseía de Ron estaba muy presente desde hacía unos días, pero ya no era de la misma forma. Pensar en él la hacía sentir fatal, de manera muy parecida a como se sintió las primeras semanas después de que Draco cortara con ella.
Antes había un lazo que los unía, que los hacía hermanos aunque no compartieran la misma sangre. Pero la otra noche Ron había roto ese lazo y Sarah sabía que lo había perdido para siempre. Porque ella nunca podría perdonarlo por haberla abandonado a ella y a su hermano, por haberlos dejado solos en medio de la guerra y a su suerte.
Harry y Sarah extrañaban a Ron, necesitaban su apoyo silencioso y sus constantes quejas, pero no estaban dispuestos a decirlo en voz alta. Mientras, Hermione lloraba todo el día y se pasaba largos ratos a solas, y Draco estaba desesperado por distraer a Sarah de cualquier forma.
—No pienso cambiar mi apellido —le dijo Sarah a Draco una mañana, algunos días más tarde, mientras recogían la tienda para marcharse.
Habían decidido quedarse unas horas más de la cuenta en el mismo sitio por si Ron se animaba a volver, pero a estas alturas ya estaba claro que no lo iba a hacer, y los demás no podían correr riesgos.
—¿Por qué no? —quiso saber el rubio, obviamente algo dolido.
Le había sacado, nuevamente, el tema de la boda al verla también con aire triste aquella mañana.