El destino por el que el Sarah Potter estaba marcada acaba de dar un giro de 180 grados. Para embarcarse en la mayor y más peligrosa aventura vivida hasta ahora, Sarah se ve obligada a perdonar al amor de su vida. Sin él, no se siente capaz de parti...
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—Te llamamos durante horas, llorando, bajo la lluvia.
—Quise volver nada más desaparecerme —aseguró Ron—, pero tropecé con una banda de Carroñeros y no podía ir a ninguna parte.
—¿Una banda de qué? —preguntó Draco mientras avivaba el fuego con su varita.
Con la vuelta de Ron habían finalmente decidido quedarse en el mismo bosque.
—Carroñeros. Están por todas partes; son bandas que se ganan la vida atrapando a hijos de muggles y traidores a la sangre. El ministerio ha ofrecido una recompensa por cada individuo capturado.
Draco y Sarah compartieron una mirada.
—¿Qué?
—Nos topamos con un grupo hace unos días —explicó Sarah—. Justo después de separarnos de Harry y Hermione.
—¿Cómo ocurrió? —quiso saber Ron.
—Primero explícanos qué te pasó con esos Carroñeros.
—Como yo iba solo y estoy en edad escolar, se emocionaron mucho, porque creyeron que era un hijo de muggles huido. Así que tuve que inventarme una historia para que no me llevaran al ministerio.
—¿Y qué les dijiste?
—Que era Stan Shunpike; fue la primera persona que se me ocurrió.
—¿Y se lo creyeron?
—No eran muy listos, que digamos. Había uno que sin duda era medio trol. Si supieras cómo olía...
—Nosotros tuvimos mucha suerte —comentó Sarah, y cogió inconscientemente la mano de Draco, sentado a su lado—. Draco tuvo buenos reflejos.
—Tú tienes que proteger a tu hermano y yo a ti —se encogió el rubio de hombros—. Así funcionan las cosas.
—En fin, se pusieron a discutir si yo era Stan o no, y organizaron una bronca. La verdad es que fue un poco patético, pero de cualquier forma ellos eran cinco, y me habían quitado la varita. Entonces dos de ellos empezaron a pelearse, y mientras los otros estaban distraídos, conseguí darle un puñetazo en el estómago al que me sujetaba, le quité la varita, desarmé al tipo que tenía la mía y me desaparecí. La lástima fue que no lo hice muy bien, y volví a sufrir una despartición —levantó la mano derecha para mostrarles las dos uñas que le faltaban—. Por fin aparecí a unos kilómetros de donde estabais vosotros, pero cuando llegué a esa parte de la ribera en que habíamos acampado... ya os habíais ido.
—Esperamos un poco más de la cuenta por si volvías —dijo Sarah—, pero no lo podíamos retrasar tanto.