Capítulo 8

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—¿Qué? ¿No pensaron que eran los únicos con acceso a este lugar? ¿Verdad? –cuestionó una voz masculina a mis espaldas que conocía muy bien. Me giré suavemente poniéndole el suspenso innecesario a la situación porque el dueño de la voz no era nada más y nada menos que:

—Sanz. –nombré su apellido. Mi amiga se encontraba junto a él con una sonrisa de oreja a oreja. Yo tenía mi ceño fruncido porque no sabía la razón de su sonrisa y no sabía qué estaban haciendo aquí.

—¡Qué chévere encontrarlos aquí! –expresó Marsh con el buen humor marcado en su voz. Me preguntaba si era por mí o porque había arreglado las cosas con Sanz. Fuese lo que fuese me ponía feliz.

—¿Cómo es que terminaron acá? –cuestioné mirando a mi amiga.

Marsh dijo que quería grabar en un espacio natural así que decidí que el mejor lugar era este bosque. –contestó Sanz y el sólo hecho de que llamara a mi amiga como yo la llamo hizo que pusiera toda mi atención en él. ¿De cuando acá tenían esa confianza? ¿Hace poco Marsh no se estaba quejando de él? ¿En qué momento cambió?

—¿Marsh? ¿De cuando acá? –interrogué con una sonrisa muy fingida. Era obvio que no me gustaba que otras personas llamaran así a mi amiga. Sanz por su parte me sonrió ampliamente como si le causara gracia mis palabras.

—Es que decidí que Marcela era un nombre muy largo para mi gusto así que opté por abreviarlo en Marsh. –explicó él. —¿No suena lindo? –agregó y me pregunté si lo hacía para fastidiar o porque realmente era así. No quise seguir con el tema en ese momento así que lo cerré.

—Okey. –dije mirando a mi amiga. Lo que hizo que sonara a un hablamos en la casa de las mamás. De pronto el mundo pareció reducirse en tan sólo tres personas: Marsh, Sanz y yo. Jackson, pese a que no de había movido de su lugar, pareció invisible en ese instante y no caí en cuenta de ese hecho.

Todos regresamos por el camino que Jackson y yo habíamos tomado al inicio.

Sanz nos explicó que habían entrado por otro lado y por lo que dijo, concluí que ellos habían ingresado al bosque primero que nosotros. También, nos confesó que cada entrada tiene su propio código y su propio punto de "retirada". En el caso de la entrada por el laberinto el punto de "retirada" era en ese tronco en el cual Jackson se había detenido.

Sanz era una cotorra andante. Hablaba mucho y demás. Jamás había tenido la oportunidad de tratar con él así de cerca y debo admitir que no me cayó nada mal. Había entendido por qué mi amiga estaba tan de buen humor cuando me la encontré en el bosque. Sanz era divertido y lo mejor de todo era que sabía cuándo callarse o dejar de hablar. Pero en ocasiones hablaba de más a propósito para molestar a los otros con la intención de hacerlos reír. Eso hacía que me cayera mejor.

El camino se hizo entretenido gracias a las habladurías de Sanz. Tan entretenido que sólo recordamos que Jackson estaba con nosotros cuando entramos a la cueva y el susodicho habló.

—¿Ustedes se irán por el camino que entraron o por el laberinto? –cuestionó mi compañero de trabajo y todos pusimos nuestra atención en él. Ninguno de nosotros se había detenido a pensar en eso. Marsh hizo el intento de contestar pero Sanz se le adelantó.

—Amigo, ni había caído en cuenta que estabas aquí. –comentó el compañero de mi amiga en modo de broma pero para Jackson no le cayó como una. En cuanto las palabras salieron de la boca de Sanz, Jackson puso una mueca de fastidio en su rostro y puso vista fija en el muchacho y este último se la regresó. Marsh y yo observábamos a ambos chicos para ver quién ganaría la batalla de miradas que se había formado entre ellos. Mi compañero estaba de brazos cruzados, en una posición un tanto encorbada, su pie derecho más adelante que el otro y totalmente serio. Sanz, por su parte, mantenía sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón y una sonrisa marcada en su rostro. Yo en mi mente dije:

¡Yo Sólo Quería Mi Cliché! © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora