El Profesor V: ¿Eres él?

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El timbre se oía lejano — ¡Ploc, ploc! — el goteo en el tejado, se mezclaba con el de espera que marcaba mi móvil; y lo peor, el sonido de la melodía del aparato que recibía mi llamada.

Luego la vuelta del silencio antes del último timbre... — ¿Q-qué es esto? — estaba asustada; el sonido arrastrado de una respiración agitada se oyó del otro lado, justo antes de oír la voz que contestó — Serás mía — palidecí en un segundo y mi móvil cayó al piso con un sonido mudo; no, no había sido mudo, simplemente no lo había podido oír.

La puerta sonó.

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

— ¿Asuna?... soy yo... abre la puerta por favor — ¿es él? ¿quién?; en mi mente no podía distinguir el tono agitado y ronco de quien me habló a través del aparato, con quien sentí solo un escalofrío que se aglomeraba en mi estómago; pero la voz cálida tras la puerta no me hacía sentir eso; era íntima, segura.

Dudé

Mi cuerpo se pegó tras la puerta — Asuna — mi corazón palpitaba en mi garganta —frenético

—Abre la puerta... nada te pasará... no si estoy aquí— las lágrimas caían por mis mejillas.

— ¿Estoy loca?... ¿usted piensa que enloquecí? — hubo un silencio prolongado — yo... yo siento que sí...

—Asuna, ábreme la puerta... por favor... — mi mano tembló sobre la perilla...

La giré.

Sus ojos oscuros penetraron mis orbes como el ocaso; la lluvia seguía golpeando levemente el tejado, como un tintineo rítmico, mi mente estaba en blanco, o eso creía, mientras mi vista quedaba fija en él; era más grande en medio de la noche, sus hombros anchos, de torso fuerte — sudaba — mordí mi labio y sus ojos siguieron mi gesto.

—Te dije que no lo hicieras — mencionó bajo.

— ¿E-es usted? — solté las palabras, tomando con mis manos mis brazos — ¿quién? — respondió con confusión.

—No más juegos... tengo miedo — sus dedos rozaron mi hombro delicadamente.

—Había alguien abajo... escapó... — tragué el líquido en mi boca con un poco de dificultad.

—Me contestó... — señalé mi móvil; estaba destrozado en el suelo; lo miró unos segundos — no me iré — susurró tan bajo, que creí que lo había imaginado.

—No me ha contestado — musité, él guardó silencio. Posó sus palmas cálidas en mis mejillas húmedas, nuestras miradas se conectaron.

En mi subconsciente estaba consiente que no podía confiar en su silencio, pero su calidez me hacía dudar de mi propia mente, confiar en mi percepción; desvié mi vista un segundo; y su voz susurrante pareció arrastrarse...

—Mírame — sonaba a ruego, sencillamente no podía resistir sus palabras; vagué en sus oscuros pasajes — te vez tan hermosa — mi aliento escapó de mis pulmones en un suspiro rebelde e impertinente.

Como magnetismo su rostro se acercaba hacia mí; estaba en un estado irracional, mis labios se entreabrieron en anticipación; pero el beso no llegó.

Había pegado mi rostro a su pecho, me tenía entre sus brazos, haciéndome olvidar mis miedos en medio de su cuerpo protector; podía sentir ese aroma amaderado; estaba tan segura, pero al mismo tiempo, tan llena de dudas, estaba condenada.

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