El Profesor III: Juego Mental

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¿Él te gusta?

¿Qué clase de pregunta era esa?, mis pies se habían detenido justo frente a la puerta de mi profesor, el móvil seguía en mi mano, el crujido leve y lejano de uno de sus pasos me hizo enfocar mis ojos en los de él, aquellos hermosos orbes oscuros me observaban con sus pupilas contraídas por la luz del pasillo; rasco su nuca e hizo un gesto con su boca, al tiempo que mis manos comenzaban a sudar; él me gustaba y yo no podía negarlo…

—Señorita Asuna, ¿se encuentra bien?

—S…sí… vine por el repaso — mi voz se entre cortó.

—Claro; iba por algo a la cafetería, ¿quiere que le traiga también a usted?

—N… no, lo espero — me miró unos segundos con ojos inquisidores

—Pase — con su mano me invitó a entrar — siéntese cómoda, regresó enseguida… señorita ¿segura que no hay problemas? — estaba algo asustada, ¿acaso el hombre tras los mensajes, me seguía?; de cualquier manera, no podía decirle… probablemente eran exageraciones mías.

—Sí, no se preocupe, yo espero — me senté frente al escritorio, el móvil volvió a vibrar e inevitablemente lo tomé; era mi madre…


Los negocios se complicaron, nos quedaremos al menos 10 días más, te llamo por la noche”

Me quedé algunos segundos con el aparato entre mis manos, no era algo anormal en realidad, mas por alguna razón, más días sola, se sentían intimidantes.

En el mismo momento, la pantalla se encendió con otro mensaje…

Sueño cada noche contigo… creo que me volveré loco si alguien más pudiera tocarte…”

“¿Qué demonios quieres?”

Teclee aquel mensaje rápidamente, casi sin pensarlo, bufé molesta.

—Y me dice que no tiene nada… tome… — el profesor había entrado sin que lo notara, con su mano extendía para mí un café con crema — algo me dice que lo prefiere más dulce; el mío es cargado y amargo — sonrió ligero, tenía una sonrisa encantadora; recibí el vaso humeante, esbozando un gracias. — puede confiar en mí, señorita Asuna.

—Lo tendré en cuenta profesor; ¿repasamos? — desvié el tema, hablar de mi vida con él, me ponía nerviosa, pero no podía engañarme a mí misma, él me hacía temblar incluso en silencio, que ilusa me sentía al pensar que pudiese hacerle sentir algo similar.

—Esta bien…

Estaba inquieta, en mi móvil no había recibido respuesta alguna a mi “¿Qué quieres?”; y en medio del repaso, cruzábamos miradas que se quedaban fijas por largos segundos, en las fórmulas complicadas, perdía mis ojos en sus labios explicándome y podría jurar que los sutiles roces de sus dedos en mis manos, eran intencionales y lo ponían tan nervioso como a mí; de pronto se paró de su asiento y posó sus ojos en el horizonte por la pequeña ventana, llevaba su móvil despreocupado en su mano; volví mis ojos a los ejercicios, intercambiando la mirada entre el papel y mi profesor que parecía revisar algo en su pantalla; mordí mis labios con algo de incomodidad, ¿acaso… era posible…?, agité mi cabeza en negación.

—¿No entiende algo, señorita?

—N… no… solo pensaba en algo…

—¿Quiere hablarlo?

—Creo que… — el vibrador de mi móvil interrumpió, lo mire sin querer tomarlo.

—Conteste; por mí no hay problema — lo tomé sin desbloquearlo.

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