Perdidos: Me enamoré

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Asuna era mi doctora. Era una mujer gentil e increíblemente hermosa. Me había bastado un solo momento para darme cuenta que ella movía algo dentro de mí.

Tenía un tono dulce en su voz, una sonrisa bella. Sus dedos gráciles tocaban mi abdomen con sutileza, mientras que en su rostro me parecía ver un ligero sonrojo.

—Auch. — Murmuré tan bajo como pude. No quería que ella dejara lo que hacía.

—Lo lamento. Pero necesitamos ver cómo va la cicatrización.

—No me dolió.

Mentí y ella sonrió ampliamente.

—No tienes que hacerte el fuerte, recuerda que soy doctora y si te duele, debes decirme.

Eso había ido directo a mi orgullo. Aunque por alguna razón se sentía bien.

—Bueno, sí, duele un poco.

Ella rozó con suavidad la yema de sus dedos cerca de la herida, preguntando con una voz suave — ¿Ahí duele?

Negué con la cabeza mientras la mirada a su rostro perfilado. Sus ojos se concentraban con audacia en lo que hacía. Ella estaba tan cerca como para sentir su aroma dulce, sus manos se veían pálidas contra mi piel y no me fue nada difícil imaginarme en esa misma posición pero en otras circunstancias con ella.

— ¿Llevas mucho tiempo en el ejército?

Tenía que hablarle de algo, lo que fuera. Mi mente ya me estaba jugando mal.

Asuna alzó levemente sus cejas y me respondió sin dejar de mover sus dedos. —No tanto. Egresé hace poco y sentí que debía hacer algo importante antes de dejar que la vida cotidiana me absorba.

Reí por su tono entre serio y algo burlesco. Algo en ella me reflejaba. — ¿Y tú? Valiente soldado.

—Auch. — Había presionado justo donde más dolía.

—Perdóname. ¿Ahí te duele?

—Un poco, soy un valiente soldado.

Ella carcajeó encantadoramente y a mí me pareció que no había visto antes algo tan bello como ella.

—Bien, es todo por hoy. No dejes de tomar estas pastillas.

Había acabado su revisión. Me dedicó una sonrisa antes de irse y se detuvo antes de cruzar la mampara que había entre cada camilla. Su voz melodiosa sonó justo antes de voltear su rostro a mí: —Tú amigo despertó, solo tenía hematomas así que le di el alta, quería venir a verte, le diré que ya puedes recibirlo.

—Ah, gracias.

Por supuesto que me hacía feliz oír aquella noticia, aunque no verla irse. Era una extraña necesidad de verla la que se me había creado en tan solo unos días.

Ella hizo una mueca tierna con sus ojos y nariz y se fue.

«Quiero verla de nuevo»

Fue aquel pensamiento el que me hizo sonreír como un tonto aun cuando tenía una herida de bala en mí. Algo me decía que ella era la indicada.

Los días pasaron más rápido de lo que quería. Sus visitas dos veces al día se habían vuelto mi religión. Todo en ella brillaba, sus ojos, su piel, su cabello avellana, sus labios sonrosados.

—Hoy podrás volver a casa.

Asuna entró con una sonrisa cuando dijo que podía volver. El problema fue que no dijo a mi batallón, ella había mencionado mi casa.

— ¿Qué?

—Estás mejor, el viaje será algo tedioso pero ya no estás en peligro.

—No, no quiero irme. Vine aquí para ayudar.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2022 ⏰

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