Roses [2EUNBI]

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"No rompas mi corazón creyendo que mis sentimientos son una broma"

—No entiendo por qué simplemente no vas y la invitas a salir —bufó la castaña recostada contra la fila de casilleros a su espalda.

—Cállate y vigila que nadie venga, Yuna —la de menor estatura intentaba hacer entrar la pequeña cartulina de color azul por entre las rendijas del casillero frente a ella, al mismo tiempo que fijaba a la puerta una nuevo rosa de color azul.

—La gente normal en estos momentos está en clases —replicó rodando los ojos, —tal y como nosotras también deberíamos estarlo.

Eunha decidió ignorar el comentario de su amiga y concentrarse en su tarea. Quedó satisfecha con su accionar justo unos segundos antes de que ambas oyeran como el timbre resonaba indicando que el primer período había acabado.

—Vámonos de aquí Yuju, anda —la de cabellos cortos tomó la manos de la castaña y se apresuró a abandonar dicho pasillo antes de que algún estudiante las viera. O aún peor, antes de que Eunbi la viera y todo su plan se fuera rápida y lamentablemente a la basura.

—En serio Eunha, ¿por qué no sólo vas y la invitas a salir? —preguntó nuevamente la castaña, forcejeando hasta lograr soltarse del agarre de su amiga para poder caminar libremente a su lado cuando ésta aminoró la marcha al encontrarse en una zona segura. —Creí que ustedes se llevaban bien.

—No —negó dejando a Yuna desconcertada con la respuesta. —Bueno, técnicamente sólo es amable conmigo...

—Me parece suficiente —replicó la menor.

—No, no lo es —Eunha cruzó ambos brazos sobre su pecho frunciendo los labios en una mueca de fastidio. —Sólo lo hace por respeto, porque soy mayor que ella.

—Vaya por dios —Yuna rodó los ojos otra vez, —Eunbi no tiene reparos en tratar como la mierda a cualquiera que no le caiga bien.

—Caerle bien y gustarle son cosas muy diferentes —retrucó alzando levemente sus hombros.

—¿Y planeas empezar a gustarle dejando un montón de citas cursis y anónimas en su casillero? —Se mofó. —Vaya plan maestro el tuyo...

Eunha esbozó un sobreactuado y más que fingido puchero en respuesta a la broma.

—Que mala eres —reclamó apartando la vista de ella, sólo logrando que la risa finalmente escapara de los labios de la menor.

—Ya, está bien —respondió llevando una mano a la cabeza de la mayor y palmeándola suavemente. —Venga, vamos a la cafetería, te invito una hamburguesa.

—¿A esta hora? —la pelinegra alzó una ceja sorprendida.

—¿Desde cuándo la hora es un impedimento para ti?

—Touché —concordó esbozando una sonrisa mientras ambas se dirigieron a la cafetería a por algo de comer antes de que el receso terminara.