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"¿Puedo al menos intentar adivinar?"


Contempló por enésima vez la nota entre sus manos aún sin entender por qué de pronto tenía tanto interés en saber quién estaba detrás de todas aquellas extrañas rosas de color azul. Había seguido el consejo pasivo-agresivo que la persona misteriosa le había dado en la nota anterior por el simple hecho de verificar.

"No rompas mi corazón creyendo que mis sentimientos son una broma". ¿Significaba eso entonces que esa persona iba en serio con ella? ¿De ser así por qué no simplemente se acercaba a hablarle?

Eunbi era capaz de admitir que tenía una forma de ser un tanto... especial en cuanto a relacionarse con otros se refiere. Pero también podía asegurar no ser tan mala como Sojung solía expresar la mayoría de las veces que intentaba molestarla.

Suspiró, fijando la nota en la puerta de su casillero dispuesta a alejarse antes de arrepentirse por demostrarle a aquel extraño tanto interés de su parte. Aunque luego de pensarlo bien, ¿no llevaba ya demostrando interés desde que recibió aquella segunda nota?

Abrió su casillero para realizar el cambio de libros necesario para su última clase del día, contemplando por última vez el trozo de papel fijado en su puerta al cerrar. Luego de suspirar por segunda vez, se encaminó en dirección a su clase cuando el pasillo comenzó a vaciarse.

Justo del lado opuesto del corredor, dos amigas esperaban pacientemente a que todos regresaran a sus respectivas aulas para así poder recoger la nota que la pelinegra acababa de plantar.

—Van a volver a regañarnos por llegar tarde —bufó Yuna recostada contra la pared mientras su amiga se asomaba en la esquina vigilando a todos transitar por aquel dichoso corredor. —Menos mal que sólo quedan cinco.

—Te dije que dejes de contar, joder Yuna —bufó la más baja. —Y cállate, que si nos descubren estamos fritas.

—¿Si nos descubren fuera de clases o a tí colocando las notas? —la picó la castaña con una sonrisa.

La pelinegra rodó los ojos en respuesta, pero desistió de replicar a su amiga cuando comprobó que ellas dos eran las únicas que quedaban en aquel corredor.

—Venga, vamos —insistió, jalando el brazo de Yuna en dirección al casillero de la menor.

—¿Puedes dejar de jalar mi brazo? Ya es lo suficientemente largo como para que lo sigas estirando —se quejó.

—¿Quieres llegar a tiempo a clases o no? —Eunha detuvo su paso soltando el brazo de la más alta para volverse a mirarla con el ceño fruncido y las manos en la cadera.

—Ya, está bien —exclamó alzando ambas manos en señal de rendición. —Pero ya camino yo por mi cuenta —dijo, echando a andar dejándola unos cuantos pasos atrás.

La pelinegra sonrió retomando la marcha hasta llegar a su destino donde finalmente pudo alcanzar aquel trozo de papel cortado de manera desprolija.

—¿Y bien? —preguntó Yuna curiosa mientras su amiga desdoblaba la nota para leerla.

Sin embargo, Eunha no tuvo oportunidad de responder porque ni bien abrió la boca para hablar, un gritó la interrumpió:

—¡LO SABÍA!

Roses [2EUNBI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora