La gotera que no llena.

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La tarde estaba por morir y ya me alistaba para dirigirme a mi punto de objetivo; realmente quería llegar y acabar con hordas y hordas de asquerosos demonios. Ya había salido del pueblo, hasta que me vi interrumpido por alguien... Si, era ella de nuevo, esa insistente mujer.

- Sanemi, supe que hoy saldrías del distrito - exclamaba con un temblor en sus labios

¿Cómo lo sabía? ¿No se suponía que los cuervos eran discretos en sus mensajes?

- Es verdad, y por esa razón tengo que salir lo antes posible - replicaba dejando atrás a la mujer

- Sa- Sanemi yo... -

La chica detenía con sus palabras a un Shinazugawa indiferente y cuando lo hizo, lo miro detenidamente a su espalda; ella moría de vergüenza, pero ese era el día en que tendría que decirle "eso", pues no quería perder días valiosos para confesarle tal cosa, ella sabía muy bien de los riesgos a los que se enfrentaban los cazadores a diario. Sin duda tendría que ser ese día, pues si no reunía fuerzas en ese momento, quizá no volvería a verlo nunca más,

- Maomo, en verdad que tengo que salir ahora - Sanemi quería irse ya, y cuando quería algo en su momento, tendía a ser cortante y grosero

- ¡No! - se había exaltado - es decir... No te robaré más de un minuto -

Aquella chica parecía nerviosa y avergonzada, ¿qué querrá decirme ahora?

- Sanemi yo... Quería decirte algo que hace tiempo... -

Makita era muy tímida, y eso siempre fue un obstáculo persistente entre ella y el cazador, pues aunque ya estaba decidida unos días antes, en ese momento no lograba decirle esas dos palabras que tanto habían retenido por miedo al rechazo o distanciamiento.

Si, ella estaba decidida, pero esa noche no ocurriría, no pasaría eso que tanto esperaba ella " rechazo o aceptación " No era fuerte, no aún.

- Sanemi... - controlaba el nudo en su garganta - cuídate mucho y trata de regresar por favor -

Sanemi no dijo palabra alguna, solo salía rápidamente del lugar, dejando a una Makita con la misma sensación de cajón vacío, de impotencia y culpa.

(...)

Todo era un éxito, aparecían y aparecían escorias, uno tras otro; aquella montaña estaba repleta de esas basuras. En lo más alto, se encontraba un demonio y al parecer era un líder, pero no era una luna, más bien era un perdedor con aires de grandeza; no supe con exactitud de qué diablos hablaba, pero pude entender que quería subir su rango, quería llegar a servir de algo, y solo escuchaba su persistente: "tres, tres, tres ya sabe quién eres". Nunca podré entender la forma de pensar de esos imbéciles y realmente no estoy interesado en saberlo.

Aun no sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado desde que salí de mi distrito, pues no había aparecido mi reloj parlante y quizá hasta murió. Lo que si sabía, era que ya había anochecido y después de mucho, de nuevo empeoró mi dificultad para ver en la oscuridad; ya no había sucedido y creó que cada vez más iría empeorando.

Menos mal ya estaba cerca de un pueblo, ya quería un maldito descanso, al menos por unas horas, al menos para despejar mi mente de sueños inmundos...

Sanemi ya conocía la temática: una invitación cordial, algo del Sake costoso y "refinado" del lugar, y después los 10 o 15 minutos de sesión. No estaba permitido más, no estaba permitido el afecto en aquel sitio. Temas inexistentes solo por las noches donde las personas salían en búsqueda de cariño, afecto y esos sentimientos quiméricos que sus corazones pedían a gritos, aunque sus cuerpos pidieran lo contrario; aunque solo fuera una caricia falsa con un calor artificial. Ya lo sabían, lo sabían muy dentro de sus almas, pero aun así, bien sabían también que aquel lugar solo vendía mentiras a un precio muy alto: el vacío consigo mismo.


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!Caw, caw!! ¡Es hora de volver! ¡Tiene que regresar!!!

- Ahí está de nuevo ese maldito pajarraco... - gruñía Sanemi somnoliento y frotándose los ojos

Maestro Sanemi, usted bien sabe que no le tienen permitido tardar tanto tiempo después de terminar una misión.

El pequeño cuervo solo observaba desde la ventana a un Shinazugawa descarriado y malhumorado. Esa mañana no era la mejor para él, esta vez, tampoco pudo sentir otra cosa más que la monotonía de un cuerpo de Eva, pero repleto de sudor y mentiras.

- Solo cállate de una vez y deja de molestar, ya cumplí con la misión y eso debería ser suficiente -

Maestro, lo ha hecho bien, ¿entonces que hace solo después de una noche así? -

Sanemi miró a su costado, la cama solo había quedo con un fantasma de bruma con olor a perfume escandaloso y una prenda bastante peculiar, que al parecer era un regalo para el peliplata, obsequio el cuál rechazó con desagrado. Aunque era verdad, Sanemi se había quedado otra vez solo y vacío, al final ese "ritual" no había servido para nada.

- No me digas que ahora me vendrás a dar un sermón, tú: un ave parlante y chillona -

Maestro, usted sabe que también fui instruido para tomar el rol de su consejero, ¿no recuerda los conflictos anteriores y su temperamento?

- ¡No necesitan recordarme que tengo un tutor como si tuviera 5 años! Y lo peor de todo es que ese "tutor" es una gallina habladora - refunfuñaba Shinazugawa mientras vestía su característica camisa blanca.

Sanemi había salido de aquella habitación desgastada. Ahora podía volver a su rutina, aquella que siempre calificaba como aburrida. Mientras andaba, solo pensaba en lo que había sucedido la noche anterior y las demás que se parecían a esas...

"Realmente solo soy un infeliz caparazón hueco..."

Al llegar a la sede, casi todos los pilares ya estaban reunidos... 



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Me enamoré de tu coraje (Sanemi y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora