Muy tarde para olvidar ❦

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Mi amor, quiero arder en el fuego de tu infierno, quiero arder. 

Nada era igual. Nada volvió a ser lo mismo desde aquella noche. La gotera del patio trasero. La sabana que había quedado perfumada con su dulzor. La olla que después de mucho se había utilizado. El sabor de la sopa, sus condimentos, su rico aroma, los recuerdos que trajo con ella. La botella de sake terminada hasta la última gota. El cuerpo lastimado de cazador de Sanemi. Incluso la lluvia sonaba diferente, angustiante y amarga.

Sus pensamientos y deseos se habían tornado ahora extraños; su instinto ahora le incitaba a querer más, cada vez más, a tal punto de buscar aquello que antes no lo angustiaba, pero que ahora, le provocaba a quehaceres estúpidos.

El catre con oloroso perfume usado solo para trabajar, habría impregnado ahora a esas ropas blancas, habría impregnado de igual manera a los cabellos desordenados del mismo color, con el sudor que ahora resbalaba como silueta sofocada; conjunto a la luz tenue que indicaba el fin de la tarde, en esa cinta perfecta que dividía la oscuridad de la luz, aquella que dejaba filtrar la luz muerta del atardecer, aquel que, así como iba a terminar, también lo haría el cazador.

No era lo mismo, ya no lo fue desde que la notó solo a ella, a su hermoso cabello níveo; la misma sensación, la misma intranquilidad ahora había aumentado a tal punto de ser angustiante y frustrante, cambiando ahora el sabor y la sensación del todo; ahora sentir cada cosa ajena a ella, tenía un sabor asqueroso, que no disfrutaba por más que lo quisiera o buscara, en donde incluso el pensar en ella o querer de ella, se le hiciera alarmante, esto por el mismo y único hecho de pensarlo, pues sabía que ahí había un hermano de por medio.

Sin duda todo sabía distinto, el cabello se veía diferente, el sabor a piel y cremosa vainilla no era más que insípida ahora, y no fue que si no hasta este momento, que sus papilas habrían rechazado algo como eso, pero es que aquella chica efímera simplemente no podía salir de su cabeza ahora que había entrado, así como lo hizo esa tarde a su residencia.

Y así como todo había comenzado tan ilícito e informal, así todo acabó; terminó con un tiempo récord de indiferencia y desinterés insípido, con un solo perfil a contra luz de aquella lámpara vieja azotada por el viento de una tormenta que nunca cesó; aquel que le hacía sonreír amargamente.

Sanemi despertó después de un desabrido descanso, después de una misión la cuál le habría dejado secuelas en su cuerpo. Aquel que ahora se mantenía lastimado, vendado con un brazo fracturado y los rasguños en el cuerpo, los moretones en las costillas y por su puesto sangre en el vendaje.

Se levantó después de una noche la cuál pensaba saciar olvidando un poco el dolor de las heridas, pensando erróneamente. Todo pareció un espejismo, un descanso el cual no fue más que cerrar los ojos y pagar por algo que él nunca disfrutó. El dolor en el cuerpo seguía ahí, no se habría ido ni por un segundo como otras veces; más aún su mala costumbre, hábitos y al parecer un mal ciclo ya encajado en su rutina, eran ahora simplemente insustancial.

— ¿Es que no te quedarás un rato más? — preguntó mientras se enredaba aquel lecho blanco percudido, y mientras encendía su manera de calmar los nervios.

Y como se esperaba, no hubo respuesta alguna más que una espalda firme y egoísta que solo quería ser rasgada por una sola persona.

— Pensé que te quedarías al menos a beber como otras veces... — sonó la voz desde el interior de la habitación opacada por el anochecer que brillaba por la llovizna que habría durado por toda la tarde.

— Tengo otras cosas que hacer, hoy se terminan mis "vacaciones" — sonaba bromista y hasta irónico al decirlo, pues bien sabía que esa vacaciones solo habrían sido pensadas para ser un par de horas.

Así que simplemente, al terminar con el último botón de la prenda superior, caminó sin dejar nada atrás que pudiese extrañar, como queriendo salir ya de ese ciclo sucio que desde joven habría entrado.

— ¿Quién es esa repugnante razón para que te largues tan pronto? — sonó esa voz por última vez, escuchándose lejana, como absorbida por esa habitación vieja y descascarada que solo era pisada ocasionalmente

Sanemi ni siquiera volvió la mirada, hasta pareciera que esa pregunta le habría sido tan poco que ni al menos para comprenderla se tomó la molestia, ¿o es que ya estaba cansado de eso?

Y tan rápido como había salido, había llegado a la acera lateral, dándose cuenta de que la lluvia no había acabado como él pensó; percibiendo inmediatamente ese olor a calle mojada y a césped humedecido, casi podrido por el exceso de lluvia. Se había dado cuenta incluso de que la tarde llegó demasiado lento, cayendo en cuenta de que el tiempo en aquella habitación barata había pasado aburrida y lentamente. Mirando, cómo de tener planeada una noche larga y de "despeje", ahora solo había sido un fracasado plan que se había tornado en simples 5 minutos literales de fallido acto.

Y entonces ahí estaba él, el cazador, y la lluvia que le acompañaba, una lluvia vespertina de cinco en punto, una llovizna fina que aun siendo pequeña, había empapado aquella cabellera de alud, aquella desordenada que siempre le caracterizaba.

El lugar era un viejo jardín que se encontraba abandonado desde hace un año, pues los dueños de aquel pequeño restaurante, fueron tan viejos como la fachada que ahora le vestía con un aspecto descascarado y áspero. Y así como ellos se habían ido, muchos otros también lo habían hecho anteriormente, siendo el tiempo en donde no había nadie quien cuidara del distrito; y eso Sanemi lo sabía muy bien, pues él sería el reemplazo del antiguo pilar que en el pasado guardaba de ese distrito lacustre y casi fantasma.

La mayoría del lugar, se basaba principalmente de campo abierto y montaña, siendo el centro del mismo en donde Sanemi se encontraba actualmente. No había mucho que cuidar, pues demonios de rangos mínimos acudían rara vez a atacar a ese distrito; así era, ni siquiera los mismos demonios querían acudir a un lugar tan abandonado.

A Shinazugawa le inquietaba algo más, aquellas palabras las cuales si bien no le afectarían en el pasado ahora, sí que le ponían en duda.

"Sanemi, ¿Has pensado alguna vez en dejar tu distrito?"

¿Qué significaban realmente esas palabras provenientes desde el propio Oyakata Sama?

Sanemi lo pensó constantemente desde aquella vez que lo escuchó, desde aquella vez donde fue citado por el mismo patrón.

Shinazugawa lo respetaba, lo hacía genuinamente, pero, ¿qué haría si él le pidiera dejar ese distrito? ¿Qué pasaría si le dieran un distrito más grande a su cargo?

Sin duda pensó mucho en ello, más aún, porque ahora había algo que le ataba a ese lugar. No había porqué aceptarlo, no tendría que hacerlo, pues bien sabía, que era un maldito sacrilegio hacerlo.

Necesito dejar de pensar en algo así...

Se tocó la cabeza con malestar, con dolor de cien, picante como si le martillaran constantemente. Esa nueva silueta y desliz por la tarde no habían sido suficientes para apaciguar a esa sensación que no podía explicar con claridad aún; pues no era simples ganas de hacerlo, ni tampoco era el querer matar el aburrimiento, entonces ¿Qué era?

Quizá la necesidad de siempre tener lo que él quisiera; o más bien, el volver a tener algo como antes, alguien que lo pudiera esperar para siempre.

Sonaba bien, ridículo pero bien; aunque falso ahora para él, pues su plan ahora sería solo acabar con tantos demonios se le cruzaran, ¿Verdad...? 

Me enamoré de tu coraje (Sanemi y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora