*¨¯Las ansias del temporal*¨¯

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Ahora, el sonido de la lluvia había aumentado de nuevo. Sanemi se recostó sobre la mesa, solo quería bajar un poco el mareo, haciendo que incluso dormitara un buen rato.

 Sanemi se recostó sobre la mesa, solo quería bajar un poco el mareo, haciendo que incluso dormitara un buen rato

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— Shinazugawa San, disculpa la demora, la cocina no funcionaba bien y... —

Ella dejó la olla sobre la mesa y miró a Sanemi, pensando que se había quedado dormido.

Entonces se acercó a él y quiso comprobarlo, llamándolo suavemente, sin obtener respuesta de nuevo.

Entonces pensó acomodarlo en un lugar donde pudiera dormir bien, pero el hecho de tocarlo le daba un sentimiento de falta punzante, entonces, decidió dejarlo así, dándose la vuelta y pensando en salir de ahí, dejando la comida imaginando la posibilidad de que cuando él despertara, pudiera calentarla de nuevo y quizá probarla, aunque viniendo de Sanemi, sí que lo dudaba.

— ¿A dónde vas? — preguntaba Sanemi repentinamente y aún con la cabeza sobre la mesa

— Oh... Pensé que estarías dormido —

— ¿Qué es lo que está sobre la mesa? — balbuceaba

— ¡Ah eso! ¿Quieres un poco? — le servía un plato — Es algo que aprendí de mis abuelos, pero con un toque personal —

Sanemi miró el plato en silencio. Pero sin duda el aroma que desprendía estaba bien, eso provocó que tomara una cuchara y balanceara su mano hacia el plato.

Y para cuando lo probó, con una sola cucharada, fue como si un sabor suave inundara a sus papilas, con un nivel de sal y sabor coordinados tanto como aquella sopa, aquella que ahora venía como un recuerdo después de tanto tiempo.

— ¿Qué te parece? Perdona si aún el sabor es confuso, aún me falta perfeccionarme... —

— No, está bien, todo está bien — comenzaba a comer un poco más rápido

Y así pasó el tiempo, él comiendo el plato como si no hubiese probado bocado hace tiempo y ella mirándolo en silencio, hasta que por fin terminara con el último sorbo.

— Gracias por la comida — se limpiaba la boca

— No hay porqué agradecer — le sonreía

Ahora, ambos se quedaron en silencio, un silencio incómodo que parecía imposible de borrar, o eso se pensaba hasta que Sanemi cortó el hielo con una pregunta bastante inusual...

— Es el último, acompáñame está vez... —

Que idiota... ¿El alcohol ya se te subió a la cabeza?

— Ahhh... N-no es que... —

— Ahhh ya veo, ¿Nunca lo has probado? —

Ella negó con la cabeza y el peliblanco sirvió sin más dos tragos extras. Se lo acercó y esperó a que ella lo dejara de mirar confundida.

Me enamoré de tu coraje (Sanemi y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora