Lunes

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El viaje había sido tortuoso, sentía las piernas entumecidas y dudaba volver a caminar luego de ese trayecto en tren. La anhelada Golden week había llegado y por primera vez en su vida le permitieron hacer el viaje solo. Los últimos tres años los habían pasado privados de cualquier escapada a la ciudad a causa del nacimiento de las gemelas. Lo recibirían sus primos que por teléfono le anticiparon que no sería una semana tranquila. Le emocionaba de sobre manera, cuando viajaba con su familia solo salían cuando se los permitían, a lugares tranquilos y aburridos. Los árboles y el mar habían sido reemplazados por edificios y cableado por doquier. La emoción se apoderó de su pecho mientras más cerca estaba, se le prometió días increíbles y estaba listo para todo ¿Lo estaba? Justo minutos antes de llegar recibió una llamada de su madre.

-¿Qué tal el viaje?
-Agotador, no veo la hora de llegar y estirar las piernas.
-Tae, este año no vamos contigo, pero sé que no harás nada que no aprobaríamos.- un llanto estalló en su oído atravesó de la bocina.- ¡Namjoo y Eun, basta!
Las gemelas gritaban el nombre de su hermano mayor, salir a escondidas en la madrugada fue la única forma de irse sin que se desatara Troya y le ataran para retenerlo. El drama era mayor a causa de su desaparición sin despedirse. No pudo evitar reír, eran tiernas pero ser el tercero de seis hermanos no era tarea fácil.
-Te llamaré al llegar, mamá.
-Sabes que si el bebé estuviera sano estaríamos contigo.-suspiró del otro lado de la línea.- Compórtate mi niño, no dejes que tus primos sean mala influencia.
-Claro que no mamá, debo irme, los amo.

Desconectó la línea antes que su madre comenzara a darle otro de sus famosos discursos de cómo ser un joven respetuoso y sin mancha. Su casa era un hogar tradicional; un padre que trabaja en el campo, una madre cocinando casi a toda hora, el abuelito fumando de su pipa en el pórtico y muchos niños corriendo de arriba hacia abajo. Podrían decir cualquier cosa, pero los días nunca eran aburridos. Al menos no para ellos, Taehyung era diferente, su sueño era vivir en esa gran ciudad. Crecer junto con sus primos lo hubieran hecho el niño más feliz, pero había que aceptar y agradecer lo que uno posee, siempre y cuando no sea la peor vida que puedes vivir. Una voz le indicó que había llegado finalmente a su estación. Tomó su mochila y junto a ella la maleta, caminó fuera de  la gran máquina de metal que fue su tortura esas horas. Revisó su entorno, una gran estación llena de gente hablando por sus móviles. El contacto visual era inexistente, incluso cuando era evidente que se trataba de una pareja. Se encontraba embobado en cada uno de los detalles de la estructura cuando un policía le indicó que debía moverse. Esperó cerca de la entrada a quienes se suponían lo irían a recoger, los minutos pasaban y nadie llegaba. Era imposible que lo olvidaran ¿Cierto? Justo cuando planeaba llamar a alguien escuchó su nombre en un grito.

-¡Taehyung!- Alguien se abalanzó sobre él, llenándolo de abrazos y palmadas en la espalda.- Discúlpame primo, Yoongi se rehusaba a despertar.
-No te preocupes.- le regaló una sonrisa nerviosa, no quería confesar que estaba a punto de entrar en pánico.- ¿Vamos?
El castaño frente a él le sonrió ampliamente antes de tomar sus maletas para ayudarlo.

Un automóvil plateado brillante los esperaba, se impactó ante lo lujoso que parecía. Su primo le indicó con la mano que tomara el asiento delantero mientras guardaba sus cosas en baúl. Intentó abrir la puerta pero no ocurrió. Un click provino de la misma, volvió a intentarlo, nada. Yoongi se estaba burlando de forma infantil. Por alguna razón no poder abrirla lo llenaba de vergüenza, como si todos notaran que él venía de un pueblo. El primer primo gritó algo y la puerta se abrió, pudo divisar dentro al segundo primo con una sonrisa burlona, recargado en el sillón del pasajero para llegar a la manija y su cabello plata cayendo sobre sus ojos. Se acomodó sobre ese cuero sintético, no se podía comparar con su viejo picup, que más que un sillón era puros resortes. Buscó el cinturón de seguridad y lo colocó sobre su pecho. Se pusieron en marcha, la ciudad había cambiado. En tres años el entorno se encontraba totalmente diferente. A pesar de ser aun de día las luces de los edificios y publicidad brillaban a lo largo del tramo. Los estudiantes caminaban por las calles con uniformes que no sabía existían; faldas cortas, suéteres en sus caderas, las camisas mal colocadas, cintas de cabello en las muñecas, pantalones doblados hacia arriba, sin corbata y llenos de aretes. Eso era algo que en su pueblo jamás permitirían. Una escuela ligada a la universidad, con un horrendo uniforme de camisa azul marino y pantalones verdes que debían ser llevados con perfección o ganabas una semana de castigo.

Golden Week [vhope] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora