Entré con pasos apresurados al local, en cuanto crucé la puerta el aire acondicionado y el olor a café chocó contra mi. Algunas de las personas sentadas en las mesas se giraron a verme para después continuar con lo que estaban haciendo, algunas leían libros y otras mantenían charlas con sus acompañantes. Suspiré y puse detrás de mi oreja un mechón de cabello rebelde que se había escapado de mi coleta, detrás del mostrador pude ver a una chica de cabello rojizo casi anaranjado y ondulado, la chica me sonreía mientras señalaba un reloj inexistente en su muñeca. Su rostro me decía lo obvio: "llegas tarde", hice una reverencia y corrí a cambiar mi ropa normal por el uniforme de las meseras del lugar, dejé mi mochila en mi locker y me apresure a salir.
— Faltas un día y al siguiente llegas tarde ¿acaso quieres ser despedida? — se burló de mí la peliroja.
— Estuve terriblemente enferma — mentí — realmente sentí que iba a morir.
— ¿Ya estás mejor? — preguntó la chica, en sus ojos pude ver qué no me creía pero aún así fingía que sí.
— Deja las excusas para luego ¿nos puedes echar una mano con las mesas? — la voz cansada de un chico nos hizo girar, Hyungwon, mi compañero de trabajo, nos miraba pidiendo ayuda con la mirada. El lugar estaba más lleno que de costumbre.
Ambas reímos, acomodé mi falda y salí a atender las mesas.
— Hyuna, necesito tres cafés irlandeses — dijo Nancy, ella, al igual que Hyungwon, parecía estar al borde del colapso.
— Ya salen — le respondió la peliroja.
— ¿quieres cambiar? yo puedo atender las mesas — dijo Jin, el chico rubio estaba encargado de la limpieza.
— Ni lo sueñes, tu madre dejó muy claro que tú parte era la limpieza. Limpia — le respondió la peliverde mientras esperaba a que estuviera lista la orden.
Me acerqué a la barra y le dejé la orden a Hyuna escriba en un papel, normalmente anotaba todo en una pequeña libreta.
Ví a Jin, el hijo de nuestra jefa, hacer un puchero y seguir trapeando.
— ¿Ahora que hiciste? — le preguntó Hyungwon, el pelinegro también se acercó con nosotras — tu madre solo te pone a trabajar en la cafetería cuando la haces enojar.
— Reprobé algunas... muchas materias — respondió el rubio.
Reí por lo bajo y me gire a verlo, intercambiamos miradas y el rubio sonrió algo avergonzado.
Después de unos cuantos pedidos entregados, el lugar se había calmado. Los clientes en las mesas solo pedían rellenar sus tazas de vez en cuando, me senté en uno de los banquillos de la barra y no pasó mucho tiempo para que Nancy y Hyungwon hicieran lo mismo.
Los clientes salían y de repente ya solo quedaban un par de personas.
— Es injusto, llegaste justo cuando el lugar está vacío — me reprochó Hyungwon.
— Tuvimos que pelear con esos clientes nosotros solos — se le unió Nancy.
Reí mientras les sacaba la lengua. Pero mis burlas no duraron mucho tiempo, la campanilla colgada en la puerta comenzó a sonar avisando que un cliente había llegado.
— Paso — gritaron Hyungwon y Nancy al unisono, apenas y me dieron tiempo de entender. Había perdido y ahora me tocaba ir a atenderlo.
Miré con un puchero a Hyuna y la mayor solo aparto la mirada mientras fingía acomodar algo y me daba la espalda, miré a Jin y ví que el chico estaba listo para intercambiar deberes pero eso significaba que tendría que hacer toda la limpieza. Descarte esa opción y me apresuré a ir hasta el nuevo cliente matando todo rastro de esperanza en los ojos del rubio.
— Buenas tardes ¿está listo para ordenar? — dije con tono amable mientras le entregaba el menú al hombre. Al verme sonrió de una forma no muy agradable y comenzó a ver la lista de postres.
— ¿ Está bueno? — preguntó el hombre señalando un pay de limón, asentí con una sonrisa — pues si está la mitad de bueno como tú, pediré uno.
Mi sonrisa cambio a una mueca extraña algo incómoda. Asentí e intenté dar media vuelta para irme pero su voz me detuvo.
— También pediré dos malteadas, uno para que te sientes conmigo, lindura.
— No puedo hacer eso — le respondí seria. La amabilidad de mi voz había cambiado, ahora sonaba tosca — ¿eso será todo?
Me gire para irme pero una vez más el hombre me detuvo, está vez fue su mano en mi muñeca. Me obligó a girarme a verlo mientras intentaba convencerme de sentarme con él, comencé a forcejear para soltarme de su agarre. Pude ver a Hyungwon levantarse rápidamente de su asiento para dirigirse a dónde estaba, no era la primera vez que esto pasaba con un cliente. Por suerte Hyungwon siempre nos sacaba de esas incómodas situaciones, pero alguien se le había adelantado.
Un hombre, pálido y vestía un traje negro. Dejó caer su taza de café caliente sobre el brazo del hombre que me tenía sujetada, mi agresor me soltó mientras se quejaba de la quemadura que, seguramente, se le había hecho. Mi salvador me apartó y se puso frente a mi mientras le hacía frente a las groserías del viejo asqueroso.
— ¡Tu, bastardo! ¿qué crees que haces?
— Lo mismo preguntaría, asqueroso pedazo de mierda — le respondió el hombre que me había ayudado, su voz sonaba calmada apesar de estar empezando una pelea verbal — déjala en paz, lárgate y no vuelvas a molestarla o si no no te lo perdonaré.
— Será mejor que se retiré o llamaré a la policía — dijo Hyungwon, el chico me rodeo con su brazo y habló firmemente.
Aquel hombre dió una patada a la mesa y salió del lugar mientras gritaba, me llamaba perra y otras cosas que preferí ignorar.
Había sido un momento que hubiera preferido no vivir.
Toque mi muñeca intentando calmar la sensación que había dejado el agarre de aquel hombre, entonces caí en cuenta que mi salvador se estaba yendo.
Cerró la puerta antes de salir del local y me sentí mal al no haberle dado las gracias.
— ¿Estás bien? — me preguntó el pelinegro, por desgracia lo ignore por salir corriendo.
Salí del local y miré en todas las direcciones, izquierda y derecha, no estaba. Corrí un poco y por suerte lo ví cruzando la calle en un semáforo verde. Lo seguí intentando pasar entre las demás personas, estaba algunos metros frente a mi pero jamás volteó hacia atrás. No sabía que yo estaba ahí.
— ¡Oiga! — grité, estaba cansada de perseguirlo. Por suerte me escucho y se detuvo en seco.
Se giró lentamente buscando quién lo había llamada y después de unos segundos sus ojos se posaron sobre mi. Sentí vergüenza de hablarle, no tenía nada pensado cuando salí detrás de él.
— Oh, eres esa chica — dijo señalandome — ¿Ese tipo te hizo algo?
Negué rápidamente.
— N-no... estoy bien, gracias a usted — hice una reverencia y me quedé así unos segundos — muchas gracias, tenía que agradecerle personalmente por haberme ayudado.
El hombre sonrió
— No fue nada — dijo — cualquiera hubiera hecho lo mismo.
— Aún así, muchas gracias. Si se hubiera quedado unos minutos más, al menos le habría dado un pastel gratis...
Él rio.
Hasta ahora comenzaba a notar lo guapo que era.
— No me gustaría desaprovechar un pastel gratis — dijo burlón — la próxima vez que vaya, tal vez.
— ¿La próxima vez? — dije más para mí misma.
— Claro, hasta entonces.
El hombre hizo una reverencia y dió media vuelta para comenzar a caminar en dirección contraria. No pude decir otra palabra, él se perdió entre la gente y se fue dejándome una sensación cálida.
Me había transmitido seguridad aún por sobre su aura intimidante sin mencionar su enorme estatura.
Definitivamente quería una próxima vez.