CAPÍTULO 4 (Lorrain)

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26/12/14 Londres, Inglaterra.

Salgo de mi casa para despejarme lo necesitaba, abrir mi mente, aclarar mis ideas poner en orden mi nueva vida.

Al salir sentía como la nieve se depositaba en el interior de las separaciones en mi gorra marrón oscura de lana que cubría mi pelo que lo llevaba en un moño. La chaqueta larga hasta las rodillas estaba quedando con puntitos blancos. Mi jean amarillo tenían puntitos de agua ya que la nieve al tomar contacto se derretía.

Me tomo un taxi que pasa por la calle y le comento— Me puede llevar a un lugar que sea muy lindo—. Comenté con tono firme y de forma aniñada a la vez.

El señor calvo contestó— La llevaré a un lugar que ni sus ojos podrán creer lo que ven—. En un principio me asusté ya que me dio impresión en el tono que lo dijo pero luego entendí que me quería asombrar.

Al llegar de hecho más que asombrada, estaba aterrada. Frente a mi estaba el “London Eye" (ojo de Londres), había oído de él pero el hecho es que me daban vértigo las alturas.

El señor sonrió y me comentó— El viaje no cuesta nada. Dicen que ahí se han cumplido deseos—. Sonreí dando las gracias y a su vez lo que dijo sobre los deseos ya me pareció bastante ridículo. No era un día para cruzarme con mi deseo.

Me pongo de pie frente al London Eye y conforme avanza el miedo más vértigo tengo. Pero es hora de luchar contra ese vértigo.

Me subo en una de las cabinas que parecen cápsula, es hermosa de cristal y de color blanco.

Estoy de pie admirando ese lugar y hago de ese lugar mío, hasta que lo veo entrar a un chico con apariencia vampirezca, no solo estaba en una cápsula sino que con un chico bastante raro a mi parecer. Su piel era blanca como la nieve que se depositaba en el cristal de la cabina, su pelo revuelto era negro más oscuro que la misma oscuridad, sus ojos eran un marrón tan oscuro e intenso que parecían ser negros, su cara parecía sinceramente un nene. Era delgado y no muy ancho de hombros, estaba tan abrigado que parecía bastante más grande de cuerpo. Su campera dejaba al descubierto un buzo navideño bastante ridículo, entiendo que nos guste la navidad, solo que no para traerla encima. El chico me daba impresión a pesar de su aspecto de niño, tenía un ojo morado y un  brazo que no podía observar porque lo llevaba en el interior de su campera cubierto por algún motivo que desconocía. El vértigo y éste chico me daban mala espina.

Él evidentemente nota mi mirada y me mira como tratando de descifrar mis pensamientos.

La rueda comienza a ascender y noto un empujón de adrenalina que me sube hasta mi garganta y ahoga un grito que no permito salir por vergüenza. Me tomo de forma fuerte a una baranda que hay en la cabina como si me aferrara a la vida misma. Conforme sube, la nieve es más densa, pero cuando llegamos al punto más alto la vista es maravillosa, veo todo Londres, el Big Ben, el río Temesis, el puente que cruza el río, es maravilloso. Sin notar dejó escapar una exclamación de asombro. Veo que él se pone de pié se acerca a la baranda y me observa.

Noto que aclara la voz y comenta— ¿Te da miedo la altura?—. Su voz suena dulce y algo tímido, pero creo que se está burlando, como si fuese una ironía.

Bastante reacia contesto— Si—. Noto que no era la reacción que esperaba.

Un fuerte temblor sacude la cabina y la rueda queda detenida en su punto más alto, evidentemente una falla técnica y yo con éste “freaky" acá dentro en las alturas. Ésto no podía ser peor.

De hecho comienzo a reir de forma descontrolada que no contengo mi risa, el chico, como decirlo, es raro al extremo. Saca un celular que prácticamente tiene el tamaño de un ladrillo y lo peor una antena. Al comenzar a reir y tentarme veo que de su boca se desprende una hermosa sonrisa que comparte cuando yo río. Si que es hermosa, es tan perfecta y blanca su dentadura, que cualquiera se enamoraría de su sonrisa. Bueno no me enamoré de su sonrisa, simplemente me parece perfecta.

Me concentré tanto en su sonrisa que olvidé la altura. Él chico raro era ó bueno mejor dicho tiene algo que me gusta, su sonrisa. Fue como que no podía apartar mis ojos de esa sonrisa, sin duda la que mejor vi en mi vida.

Veo que entre risas bromeó— Si, se calló de la pared de una casa y lo tomé—. Comencé a reir, su sentido del humor era bueno, pero evidentemente todo el mundo pensaba y le decía lo del ladrillo.

Tratando de seguirle la corriente respondí— Por lo menos tiene un ladrillo, yo ni eso—. No quería sonar tan directa con respecto a su celular, pero me salió de forma natural. Veo que seguimos riendo sin sentido alguno.

Un brusco movimiento de la rueda que se puso en marcha generó que al chico se le cayera su ladrillo de su mano hacia mis pies. Hizo tanto ruido que creí que se había destruido, pero era más resistente de lo que parecía.

Lo tomo con mi mano, extiendo el brazo pero cuando él lo toma lentamente, siento como nuestros dedos toman contacto. Fue un choque de temperatura la piel fría de sus dedos con la piel tibia de mis dedos. Una sensación extraña me recorrió el cuerpo, como un cosquilleo. Cuando quito la mirada de su mano que era bastante grande y masculina, dirijo mi mirada a sus ojos los cuales se encontraron con los míos ya que él me miraba detenidamente y me alejé de un paso brusco hacia atrás. Me sentía rara estando con él, no quería estar ni un minuto más ahí. Se que notó mi expresión y lo sorprendió que retrocedí de forma inesperada porque lo vi en su rostro.

El viaje se tornó tenso hasta que la cabina se abrió y descendimos. Yo salí con paso apresurado pero el me interceptó con su sonrisa antes de que lo perdiera de vista.

Con su hermosa sonrisa extendió su mano y se presentó— Soy Sam—. Le tomé su mano y nuevamente el cosquilleo volvió a mi.

Me gustaba su nombre, era como que combinaba su nombre con su manera de ser. No se, me gusta su nombre.

Mientras nos saludabamos con nuestras manos cortésmente me presenté— Soy Lorrain—. Noté una mueca en su cara, ó mi nombre le gustó ó le pareció ridículo, pero creo lo primero.

Un poco nervioso me preguntó— ¿Sí quieres podemos vernos mañana?— comentó con un tono de voz que apenas oía y continuó— hay un lugar increíble para ir—. Éste chico me estaba invitando a salir, no podía creerlo. Algo me decía que no aceptara, que no debía.

Mis impulsos más rápidos que mi mente contestaron casi como una niña entusiasta— ¡Si!!, nos encontramos aquí a las ocho de la noche—. Vi que su rostro se iluminó. Genial ahora creerá que soy una facil como Ryan, porque terminé invitándolo yo a él.

Con su hermosa sonrisa repitió afirmando— ¡Genial!, mañana aquí a las ocho de la noche—. Ambos nos fuimos sin despedirnos.

Genial ahora tengo una cita con un extraño cuyo nombre es Sam, es gracioso y por algún extraño motivo que no logro descifrar, mientras lo recuerdo me sonrojo y me rio. No se que despertó en mi ese tal Sam pero quería averiguarlo, estaba dispuesta a averiguarlo.

Dos deseos de navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora