CAPÍTULO 8 (Lorrain)

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30/12/14 Londres, Inglaterra.

Vestirse elegante a las seis de la tarde para ir a cenar a un bar que es cinco estrella y las personas se visten como si fuese una boda, me es demasiado estresante. Pero necesitamos nuestro tiempo con mi mamá para olvidar el día de ayer.

Nuevamente me encuentro frente al ropero tratando de definir que quiero llevar. No quiero un vestido muy sugerente, pero tampoco algo simple. No quiero un vestido muy informal pero tampoco al límite de ser ya tan formal como una novia. Comienzo a revolver entre el montón se ropa y ahí lo encuentro. Un vestido celeste clarito, clarito. Es un top ajustado hasta la cintura y de ahí sale una falda que llega por encima de las rodillas. Tiene un lazo en la cintura de color azul oscuro y lo ato en un moño. Me pongo unos tacos de quince centímetros de color blanco con pequeñas piedritas de cristal brillosas.

Mi pelo es otro dilema, pero ésta vez, decido pasarme la planchita y dejarlo lacio. Al terminar veo que llega hasta la cinturax tendré que cortarlo. Para solucionar el tema de los mechones que caen sobre mi cara tomo una bincha azul a tono con el lazo y dejo que el pelo caiga todo para atrás. Me pongo delineador en los ojos y brillo en los labios y con eso estoy lista.

Salgo de mi habitación bajo las escaleras, veo que mi madre está radiante. Lleva su pelo recogido en un moño, un vestido bordó con una seda rosa opaco que cuelga del vestido por la espalda y la puede usar para cubrir sus hombros, es une vestido estrecho y largo hasta los pies. Es hermoso. Está hermosa.

Mi madre me da una chaqueta larga de color negro para cubrirme del frío.

Sonriendo me dice— Te ves maravillosa—. Yo sonrio. El hecho es que la costumbre de verme sencilla, cuando me ven diferente, me veo genial. Pero la realidad que no me siento yo bajo ésta capa de adornos.

Salimos de la casa y teníamos un taxi aguardando en la puerta de casa. Al salir nos subimos al taxi y nos llevó al bar.

Al bajar el chico de las reservas que estaba en la entrada nos miró detenidamente analizadonos.

Preguntó aclarando la voz— ¿Tienen reserva?—. Nos miro sonriente.

Mamá le respondió— Familia Castle Greenich—. El hombre buscó en la lista.

Nos miró, abrió la puerta y comentó— Por aquí, por favor—. Nos indicó el camino gentilmente.

El bar estana lleno. Gente vestida formal como si fuese una fiesta. El bar era enorme, mesas de madera, con manteles blancos, sillas altas con respaldos con una especie de esponja que eran confortables y sobre toso muchos tenedores, cucharas, cuchillos y copas. Creo que entré en pánico.

El mozo me quitó el abrigo y sentí que hubiera quedado desnuda. Me sentía muy desprotegida, aún con todos esos ojos mirándome. Me senté en la silla de forma delicada tratando de encajar en el lugar.

Luego de unos veinte minutos de decidir que comer mamá eligió los platillos ya que para mi todo sonaba raro y asqueroso, así que no opiné y para beber elegimos un jugo de frutas exóticas.

Al cabo de una larga espera llegaron los platillos. Nos pusieron una bandeja gris frente a nosotras, tapada y cuando la destaparon, el aroma era exquisito. Era un olor a naranja pero más apagado y mezclado con algún tipo de cítrico. En el plato había una especie de mini pollo, bañando por una salsa color cobre y en los bordes del plato decorado con dos ciruelas cortadas en perfectos círculos.

Miré a mamá para ver que tenedor y cuchillo agarraba y la imitaba para no quedar pegada, el hecho fue que cuando llevé un trocito, mis papilas gustativas estaban haciendo una fiesta en mi lengua. Lo cierto era que la salsa era de naranja con algo que no podía descifrar. Luego de comer el pollito, noté que no había tomado ni una gota de ese jugo que a simple vista diría que era espeso y un tono rosa flúor, pero cuando lo tomé la consistencia del líquido era como el agua, solo que un sabor estupendo, ácido y dulce a la vez.  No se que tenía la comida, pero era estupenda y llenaba.

Dos deseos de navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora