RECORDANDO

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Ni siquiera él mismo podría explicar cómo había empezado todo. Se consideraba un tipo bastante guapo, era consciente de que no provocaba indiferencia en los demás. Le bastaba entrar en un lugar para que  todas las miradas se centraran en él, algunas demostrando deseo y otras envidia.

Podría decirse que nunca se había enamorado, no era una persona especialmente empática. Por lo general, los problemas de los demás le valían un reverendo comino y nadie conseguía atraer su atención el tiempo suficiente para que sus relaciones llegaran más allá del puro deseo sexual. Por eso no podía explicar lo que sentía cada vez que veía a aquel niño de mirada tierna ... o quizás sí.

Lo vio por primera vez en el portal de su edificio, esperando al ascensor junto a un tipo, que creía recordar era uno de sus vecinos: como dije antes, no prestaba demasiada atención a nadie. Ambos hablaban animadamente y se hacían sutiles cariños, que para muchas personas podrían haber pasado inadvertidas, pero no para él ... esos dos  tenían una relación que iba más allá de la amistad.

El niño era bonito ... muy bonito, un angelito. Por lo general tenía la costumbre de no entrometerse en relaciones ajenas, y aquella no era una excepción, pero le gustaba llamar la atención, y conseguir que aquel niño lo mirara con deseo estando su "novio" delante, le daba mucho morbo. Así que irrumpió en la pequeña estancia con mucha presencia, dejando bien claro su superioridad en cuanto a atractivo frente al tipejo que había a su lado. Puso su mejor sonrisa de " mírame, estoy muy bien " y saludó, parándose al lado de la parejita feliz a esperar también al dichoso ascensor.

¿Y qué tenían que pasar?: Nada.

Subieron cinco pisos en el mismo ascensor, ya que los otros dos bajaban en la quinta planta, y él seguiría hasta la séptima. En todo ese tiempo, aquel chiquillo ni siquiera se había dignado a voltear la mirada hacia él.

Sin embargo, miraba a su acompañante con una devoción que jamás había visto en nadie, como si fuera una especie de Dios, maravillado, con las mejillas coloradas de un nivel de tono carmesí que lo hacían ver aún más bonito. Se reía  de las tonterías de modo que parecían los mejores chistes del mundo y le sonreía embobado. Cualquiera diría que a ese pequeño le habían hecho una lobotomía, solo le faltaba el hilillo de baba colgando del mentón.

Pero para él, ni una sola mirada, solo estaba un  " hola " en respuesta a su saludo inicial, que había dicho por simple inercia. Para aquel chiquillo no había nadie más en el planeta aparte de su pareja.

Fue como una patada en el estómago para su orgullo, que podía asegurar que en muchas ocasiones era más grande que él mismo.

Y así es como comenzó todo. Con su soberbia y su arrogancia recibiendo una paliza a manos de un mocoso delgado y delicado . " Una cachetada sin mano ". Tocado y hundido ...

Era la primera vez que le pasaba algo similar y sin quererlo aquella noche no pudo dejar de pensar en aquel niño.

¿Qué era lo que le proporcionaba su pareja para conseguir que le mirara así? No podía ser solo sexo, él mismo había tenido noches de sexo que volverían loco a cualquiera, y podía asegurar que  un poco de sexo bien hecho no conseguiría esa reacción en él ni en un millón de años.

Debía ser amor, estaba clarísimo. Amor ciego, estúpido, del que dicen que te embota los sentidos. Sabía lo que era el amor, pero fraternal. Evidentemente no era de piedra, quería muchísimo a sus padres, a sus hermanas ya los pocos amigos que el tiempo había permitido que conservara. Sería capaz de dar la vida por cualquiera de ellos, pero era un amor diferente. Lógicamente, él no miraba de aquella manera a ninguno de los nombrados anteriormente.

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