Amar De Verdad

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ZEE

-          No no no no amor no llores ¡! Mierda soy un tarado ¡! – corrí a abrazar a Saint cuando lo vi tirarse a llorar en mi cama lo único que quería era que llorara más  - que hago entonces ¿?  Te Amo y te quiero aquí conmigo. .

-          Espérame Zee por favor. . .  – con esos ojos llorosos no le podía decir que no.

4 AÑOS DESPUES …

SAINT

Por supuesto que me fui a vivir con Zee, aunque… claro ¡! cuando por fin me mudé habían pasado 3 años desde aquel momento. ¿Qué puedo decir? Lo hice esperar insufriblemente, pero hace un año que estamos juntos y no tenía intenciones de tomarme las cosas a la ligera con él. Siempre deseé que lo nuestro funcionara, de verdad, sin prisas, sin precipitaciones y por ahora puedo decir que lo logramos. Ambos maduramos, tenemos confianza plena en el otro, ya no somos los de antes y nuestra relación se basa en la fe mutua…

-          Busca otro trabajo.

-          ¿Qué? – Zee había venido a recogerme a la salida del trabajo, como casi siempre hacía ya que prácticamente le quedaba de camino al volver del suyo.

-          Que busques otro trabajo.

-          ¿A qué rayos viene eso? – Zee me miraba con la mandíbula apretada y cara de loco, con el auto aun parado.

-          ¿No ves cómo te miran? Los imbéciles ni siquiera dejan de mirarte sabiendo que estoy yo delante. – Saint no pudo evitar poner una cara de inmensa ironía, sí “confianza plena en el otro”.

-          ¿Hablas de mis alumnos?

-          Sabes que sí, esos putos no disimulan nada cuando te miran el trasero.

-          ¡Zee! ¡Tienen 12 años! ¡Es imposible que me estén mirando el trasero, a no ser que tenga un caramelo pegado a él! ¿Tengo un caramelo pegado al trasero? – Zee  negó levemente, poniendo la expresión de un niño que está siendo regañado. – Entonces créeme, no me  lo estaban mirando.

-          Los mocosos cada vez empiezan antes, te digo yo que te estaban mirando el trasero mientras salías… - Dijo muy bajito, casi queriendo evitar que yo lo escuchara, pero diciéndolo de todas formas, si no lo soltaba reventaba.

-          ¿¡Me meto yo con la zorra de tu secretaria!? – Sí, esa maldita zorra. – No ¿verdad? Nunca te digo que deberías de despedir a esa perra por mirarte con cara de querer que le hagas un hijo ¡aunque yo esté delante! Pero yo no te digo nada, soy una persona lo suficientemente madura para saber que trabajo es trabajo, y para pasar por alto que se vista como una prostituta barata para ir a trabajar sólo porque sabe que la vas a ver. – No señor, yo nunca le hablaba mal de aquella zorra.

-          Samanta está casada, Saint por Dios… qué cosas dices. - ¿Así que ahora era yo el tarado? Lo que me faltaba.

-          ¡Empezaste tú! Y me da igual que esté casada, se le nota a leguas que está harta del borracho gordo de su marido. Está deseando que te la cojas encima de la mesa del despacho… la muy zorra. – mierda, con el día tan bueno que llevaba, ya me había puesto de mal humor hablar de esa tipeja…

-          bebé … - Zee me miró con cara tierna, acariciándome el pelo mientras se acercaba y me daba cortos besos en los labios, claaaaaaro, ahora quiere hacerme parecer idiota  porque sabe que tengo razón. – A la única persona que me he cojido encima de la mesa de mi despacho es a ti, y eso no va a cambiar… Además, a Doña Samanta le quedan dos años para jubilarse, ten paciencia y entonces contrataré de secretaria a la persona menos atractiva que encuentre. – Puso en marcha el auto y partimos hacia nuestro hogar.

Junto a Mi ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora