ME PERDISTE

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Debía tranquilizarme, no podría perder la calma, mi cabeza debería permanecer fría, podría inventar algo para poder salir de allí, pero antes necesitaba saber algo ...

- ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? - Perth comenzó a olisquearme el pelo, haciéndome cosquillas en el cuello y contestó:

- Pues poco más de 24 horas ... Quería darte esta sorpresa, pero creo que me pasé con el somnífero. - Comenzó a besarme el cuello, como lo que acabara de decir no tenía ningún tipo de importancia.

Somníferos ... Dios, está más loco de lo que yo pensaba. He dormido  24 horas, pudo haberme matado y se lo toma tan a la ligera. Definitivamente tenía que ser más listo que él. Pero necesitaba pensar rápido.

- Mmm ... Perth ... ¿por qué no nos preparamos y vamos a ver la nieve? Sabes que me gusta. - Le regalé mi sonrisa más encantadora, necesitaba vestirme y que me sacara de esa casa.

- No. - Su mirada se tornó seria, estaba claro que no confiaba en mí. - Tú no puedes salir de la casa. - Dio un gran suspiro, afianzando el abrazo en el que me tenía y ablandando un poco su expresión. - amor, sabes que no me gusta negarte nada ... Pero después de lo que me has hecho, me va a costar confiar en ti.

Comenzó a besarme el cuello, pausada pero apasionadamente. Me quedé bloqueado, ¿Qué iba a hacer? No quería que me tocara, me daba recelo, temor, angustia. Necesitaba deshacerme de él, desviarlo del camino que sabía que quería tomar, quería que hiciéramos el amor y yo simplemente me sentía incapaz. Sólo podía pensar en Zee, estaría preocupado por mí, siempre estaba preocupado demasiado y hacía 24 horas que no sabía nada de mí. Sin embargo, mi principal problema ahora era quitarme a Perth de encima.

- Uff ... que hambre tengo ... - Me incorporé de la cama, quedando sentado e intuyendo la mueca de disgusto en el rostro de mi ex. - Esas tortitas huelen genial ... ¿puedo?

- Claro  amor. - Su expresión cambiada, le gustaba que lo alagaran, era un tipo de lo más simple y yo me había dado cuenta después de 3 años...

Comenzó a incorporarse él también, sujetándome por la cintura para que ambos quedáramos sentados en la cama, yo entre sus piernas y haciendo malabarismos para que las sábanas no se rodaran y dejaran mi desnudez visible. Apoyé mi espalda en su pecho, aun sintiéndome incómodo por la cercanía, sobre todo porque notaba el pene de mi ex clavándose en mis lumbares. Él cogió la bandeja con el desayuno y la puso sobre nuestras piernas.

Y entonces, estúpido de mí, es cuando me di cuenta que acabo de decir a un tipo que se dedica a drogarme con la comida que me de el desayuno. Imbécil. Desencajé la cara, ¿Cómo se suponía que iba a fingir comer con él respirándome en la nuca?

- Dame eso. - Cogió el tenedor que yo sujetaba en la mano, cortó un trozo de tortita y se lo llevó a la boca, para después beber un trago del jugo de naranja. - ¿Ves ?, no le he puesto nada, puedes comer.

Era obvio que después de tantos años de relación, no hiciera falta decirle nada para que supiera lo que estaba pensando. Él me conocía, demasiado bien, tenía que ser más listo, tenía que fingir mejor, de lo contrario notaría cada una de mis mentiras y eso me aterraba.

Comencé a comer, no sin algo de reparo aun, sintiendo como sus manos acariciaban mi torso desnudo, notando como acercaba su boca a mi oreja para olisquearme el cabello, dando besos de vez en cuando por mi cuello. Respiraba en mi oído, mordía el lóbulo de mi oreja y sujetaba mis caderas acercándome a su entrepierna. Él estaba excitado y yo petrificado, no sabía cómo rechazarlo sin provocarle un ataque de ira.

- Esto ... Perth ... intento desayunar. - Lo dije sin alzar la voz, dando un tono de voz de humor para que no se enfadara, pero no funcionó.

Perth gruñó, apartó sus manos de mi cintura, cogió la bandeja y la tiró contra el otro lado de la habitación, provocando un escándalo de vidrios rotos, quedando la pared manchada de chocolate y jugo de naranja y el suelo lleno de platos rotos. Pude notar como se llevaba las manos a la cabeza mientras respiraba profundamente varias veces, tratando de tranquilizarse, mientras que yo me había separado de su pecho y tenía mis manos encogidas sobre el mío, sujetando aun el tenedor, con los ojos fuertemente cerrados conteniendo las lágrimas y preparándome psicológicamente para el golpe que podía llegarme. No quería llorar, pero aun con mis ojos cerrados, las lágrimas se escaparon para rodar por mis mejillas, estaba aterrado, ya conocía demasiado bien las consecuencias de provocarle un ataque de cólera...

Junto a Mi ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora