Versteinerung © [#1 Experimentos Letales]

S E I S

El líquido del suero está tan frío que puedo notar como se mueve por mis venas. Mi garganta arde por los gritos que salen de mí. Aunque el mareo se ha ido, ahora ha aparecido el dolor y no sé si eso es buena señal.

Me da a mí que no.

Estoy un poco asustada pero pienso que es mejor no mostrarlo. Si quiero recordar todo ya mismo no puedo dejar que Arian note mi miedo o no querrá hacerlo.

Cuando por fin saca la aguja de mi brazo, el dolor parece cesar un poco aunque no lo suficiente como para que deje de poner cara de póker. Él se acerca a mí y se sienta a mi lado. Aunque no lo quiera admitir, esa simple acción me relaja un poco.

—Recuerda que todo lo que veas ya ha pasado, estás aquí. —Me da mano y eso es lo último que oigo antes de que mi mente se vuelva a nublar.

Vuelvo a aquella sala totalmente blanca en donde ya estuve en mis sueños e incluso en la vida real. Las cosas llegan claras a mi mente, esta es mi habitación, la habitación más escalofriante que he tenido nunca.

Grito y pateo para que me saquen de aquí pero nada funciona, como siempre. Odio este lugar.

—Adalia. —Me susurra una voz desde fuera de la habitación. Es Arian.

—¡Arian, quiero salir! Ayúdame. Odio este sitio, lo odio.

—Yo también quiero salir. Te prometo que algún día lo conseguiremos y, si te apetece, podemos quemarlo todo.

—Y los mataremos a todos también, a todos los que los tienen como si fuéramos presas o animales. —Habla la voz de una chica. Su nombre llega a mi mente como un flash. Leyna.

—Siempre tan sádica... —Esta vez es un chico el que habla. Blaz. Estos chicos son mis amigos. Nuestras habitaciones están pegadas una con otra así que si hablamos en voz alta, nos podemos oír.

—¿Richelle, estás viva? —Me oigo a mí misma preguntando—. Llevas demasiado tiempo callada. Espero que no te hayas vuelto a enfadar y a subir en una flor gigante.

—¿Richelle? —Pregunta Frederick cuando ella tarda demasiado en contestarme, él es el último de nosotros.

—Me han... puesto algo raro que no... me deja pensar bien pero no estoy enfadada, creo —Responde al fin—. Preguntadmelo cuando no esté tan atontada.

—No te preocupes, será un calmante —Le dice Arian—. Siempre nos lo ponen cuando nos "alteramos".

Recuerdo quienes somos nosotros, somos muy amigos. Nos conocimos en un laboratorio de Berlín, el más grande del mundo. Nos hacían pruebas juntos hasta que al final cada uno desarrolló una habilidad especial pero a la vez es una tan incontrolable que a veces tenían que sedarnos para que no hagamos explotar todo por los aires.