D I E Z

28 5 1
                                    

La noche cae y todavía no encontramos a Adler y Aurien. El rastro de sangre apenas llegaba hasta una calle y no sé si eso es bueno o malo porque no lo podemos rastrear pero al menos nadie se está muriendo desangrado. Un escalofrío recorre mi columna vertebral al pensar en esas cosas.

Arian y yo hemos estado caminando por las calles en busca de un sitio para pasar la noche aunque eso tampoco es tan difícil, una parte de de las casas están abandonadas aunque muchas de ellas sí están habitadas. El ruido de sus pisadas y sus cuchicheos lo corroboran.

El moreno ha estado de los nervios desde que los dos chicos han desaparecido y yo no encuentro manera de calmarlo. En parte, pienso que quizás no debo agobiarlo con mis palabras tranquilizantes porque, cuando tu hermano desaparece, estás de todo menos tranquilo.

Fuerzo la puerta de una casa vieja y de aspecto descuidado. A simple vista parece fácil romperla ya que el material está muy desgastado.

Más vale que no hayan ratas o saldré de aquí corriendo en menos de un cuarto.

Entramos inspeccionando todo con cuidado, viendo hasta el último detalle para que nada se nos pase por alto. Cuando nos damos cuenta de que el sitio es seguro para habitar unos días, colgamos nuestras mochilas en la entrada, comemos un par de pasteles de Aurien y nos preparamos para pasar la noche.

Estamos a unos cuantos kilómetros de Für y Freizugeben así que mañana a primera hora ejecutaremos un plan para sacar a nuestros amigos de allí. Parece simple y sencillo pero, sé que no lo será y eso me aterra de mil formas diferentes.

Me dejo caer sobre el mugriento sofá haciendo que salga una nube de polvo que me ahoga. Si no me matan Los Mejoradores, me mata el polvo del sofá, tremendos rivales.

—Adalia, ¿oyes eso? —Arian está de pie mirando fijamente el armario que hay bajo la vieja tele. Arqueo una ceja como dudando pero agudizo mi oído.

Guardo silencio y efectivamente, un ruido parecido a un sollozo se escucha dentro del armario. Me tenso de pies a cabeza y me levanto del sofá de un salto.

—Arian —Suelto una risa nerviosa—, ¿y si creas un arma con tu habilidad? Nos vendría bastante bien.

—No puedo gastar fuerzas justo ahora —Se escucha otro ruido—. Vale, voy a abrir ese armario, quédate detrás mío.

El moreno se acerca y se queda arrodillado. Mi corazón se encoge al ver que está expuesto al peligro él sólo así que me pongo a su lado porque no pienso quedarme atrás. Recibo una mala mirada por su parte que termina cuando vuelve a centrarse en los continuos sollozos.

—¿Hay alguien ahí dentro? —Pregunto con voz suave pero la única respuesta que recibo es más llanto. Debe ser un niño para llorar con tal intensidad y caber en tan pequeño armario.

—Voy a abrir ya la puerta. —Su voz suena firme pero veo como traga saliva.

Y entonces lo hace, abre la puerta de un tirón provocando que casi se rompa.

Dentro hay una niña de unos siete u ocho años escondida. Su pelo castaño oscuro está totalmente despeinado, su ropa desgastada y sucia y su cara pálida. Su aspecto va acorde con la casa. Desordenada, rota y sucia.

Tomo una bocanada de aire ante la difícil situación que se nos presenta. ¿Quién se encarga de esta niña y por qué se encuentra en mal estado?

Comparto una mirada rápida con Arian y me agacho frente a la pequeña. Ella se encoge más, si es que eso es posible, y pone sus piernas entre sus manos.

-Hey, ¿cómo te llamas?

En lugar de responderme, se encoge más. Puedo ver su labio temblando y sus ojos mojados por las gruesas lágrimas.

Versteinerung © [#1 Experimentos Letales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora