Sin saber qué hacer, retrocedí. Estaba perdida y me sentía muy culpable.
La chica entró a la casa y cerró la puerta, se acercó lentamente a mí, decidida llegó a mí y me tomó de los hombros.
—Olvídate de lo que tengas en mente, Alexa.— La ignoré mientras sentía mis lágrimas caer por mis mejillas. Me sentía culpable ye era imposible sacarlo de mi mente. Intenté soltarme del agarre de aquella chica que ella apretó más y me sacudió para llamar mi atención.
La miré y la sentí.
La sentí conmigo, la sentí junto con mi soledad, la sentí con apoyo para darme.
Y caí, caí sintiendo un nudo dentro mía, caí al suelo mientras sentía algo que quería reprimir pero me negaba a hacerlo y dolía tanto que no podía controlarlo.
¿Confuso, verdad?
Pues realmente no era como yo lo decía, el sentimiento era más fuerte.
Estaba cansada de tanto estar confundida, de tener miedo hasta por hablar, temer a cosas que no sabes que te harán vivir y te hace no arriesgarse.
Me sentía acabada pero no lo estaba, quizás estaba harta pero no acabada, estaba cansada de sentir y solo por sentir ya te hace pensar que las cosas son así, pero no.
No confundas el sentir con la realidad que vives.
Y por eso mismo, yo, Alexa Bernard estaba decidida a cambiar las reglas.
Furiosa, levanté mi mirada y asentí con la cabeza.
—Si sabes como ayudarme, hazlo. —Limpié mis mejillas aunque era absurdo porque volvieron a empaparse.
Era imposible para mí dejar de llorar, sentía mucha impotencia.
Me puse de pie y enfrenté a la chica la cual me miraba con interés.
—Primero veré a Roxi y luego hablamos. —Pasé a su lado pero me tomó del brazo.
—Elizabeth, soy Elizabeth Cook.— Y me soltó, con su cara sin mostrar ninguna expresión.—Te esperaré aquí, tranquila, no haré nada.
Elizabeth no me transmitía confianza pero tampoco desconfianza, sentía nulo lo que ella transmitía.
La ignoré y salí corriendo, dejé de lado el cambiar mi vestimenta y comencé a correr. Me chocaba con varias personas, hacía caso omiso a los que me gritaban y solo seguía corriendo sin parar hacia el hospital.
Corría hasta ver el hospital delante mía, me sentía cansada y mi respiración estaba entrecortada por todo lo que corrí. Viendo el hospital, con un nudo dentro mía y con peso en mis hombros, entré y fui rápidamente al mostrador, pregunté por Roxanna Hilton y me informaron de que se fue urgentemente al quirófano.
Me senté en un banco de la sala de espera y puse mi cabeza encima de mis manos. Suspiré sintiendo un grande peso y de cierta manera también culpa.
Tenía mucha rabia porque lo pagaron con una persona que no tiene culpa de lo que sea que yo hice para meterme en éste catástrofe.
Sin poder soportarlo más, lloré con mucho peso, lloraba pero eso no me aliviaba. ¿Nunca escucharon que llorar siempre te alivia del peso que sientes? Pues nos dijeron la verdad a medias, llorar te alivia en el comienzo del dolor, pero eso no lo disminuye, solo lo distrae. Mientras más avanzamos con el dolor menos alivio te da el soltar un par de lágrimas, una vez que tu peso es tan grande no hay lágrimas que calmen el momento.
Y es lo que yo sentía en estos momentos, tanto peso sobre mis hombros que me era imposible saciar aquél dolor que me daba aguantar todo.
Estaba en unos de mis límites y controlarlo ya me quedaba lejos.
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Frío
Mystery / ThrillerMi mente ya no da más, mi alma ya se perdió, mi mirada brillante desapareció, mi mundo se destruyó, y yo...¿Dónde estoy?