"No importa donde vayas ni lo que hagas para distraerte, la realidad acaba por alcanzarte."
🌻
Saludó al muchacho de cabellos castaños rojizos y encendió el motor de su vehículo para encaminarse a alguna parte. Ésa vez no encendió la radio. Los fantasmas de su interior no se lo permitieron.
No estaba lista para ir a casa, aún no. Por instinto, encaminó el Camaro negro hacia la capilla de la ciudad. En el viaje, luchó con los demonios de su cabeza para no caer en la locura. Limpiando sus lágrimas negras de rimel, se persignó y se adentró a la catedral católica
Que lugar tan maravilloso. La Iglesia contaba con veinte filas de largos asientos compartidos con biblias en él. Las esculturas picadas de ángeles con cadenas en sus pies y vidriales con cada uno de los apóstoles erizaban los pelos de Victoria. Sin embargo, había una escultura a la cual nunca le dirigía la mirada.
La Virgen María yacía en un pasillo detrás de las columnas, con velas en los pies y el pequeño Jesús en sus brazos. Su rostro era perfecto pero le era similar a la pintura de Da Vinci. La sonrisa de La Mona Lisa escondía cierto secreto que incomodaba de incertidumbre a cada que la analizaba y aún así, su secreto yacía bajo llave. Lo mismo pasaba con el rostro de la Virgen ¿Que escondía esa escultura?
Una vez, en 1966, cuando Burton cumplía seis años, tuvo un sueño. Una pesadilla más bien. Ella caminaba por la Iglesia con un bonito vestido blanco y unos zapatos que hacían 《Tic-tac》 cada que pisaba las baldosas de cuadros. Sin embargo, la inercia la hizo detenerse en ésa estatua. De sus ojos comenzó a correr un rió de sangre cumpliendo el papel de lágrimas. Tal fue el horror que sufrió la muchacha que aún pasados dieciocho años, seguía sin dirigirle la mirada a la pobre mujer.
Sus ojos se posaron en el Cristo que yacía frente a ella, crucificado y latigado. Su rostro expresaba dolor. La capilla estaba desolada ese mediodía y los rayos del sol se colaban por los vidriales tiñiendo de colores el rostro de la chica. Cada suspiro que daba se oía a kilómetros de distancia.
Se sentó en la mitad del banco de la segunda fila de lado izquierdo y observó la inscripción arriba de la Cruz.
《INRI》
_ Querido Dios: sé que no vengo mucho a visitarte. Ni siquiera me considero católica pero la abuela Louise dice que religión es un consuelo. Creo que es lo que más necesito en éste momento.
Notó otra de las esculturas debajo de las escenas del Vía Crucis que yacía de rodillas y con las manos entrelazadas mientras miraba a los ojos del Mesías.
Observó la perfección de esas obras y la elegancia del altar. Carraspeó, entrelazó sus manos repitiendo la acción de aquel ángel y siguió rezando para sus adentros
_ También dicen que eres omnipresente así que de seguro ya sabes lo que me sucede. Dios mío ¿Que hice para merecer esto? _ alzó sus hombros y lanzó un suspiro_ supongo que esto es todo. Aquí termina todo. Que miedo da morir ¿No es así?.. bueno... Opino que la Virgen es mejor. Amén.
Alzó la cabeza sintiéndose juzgada por la Trinidad
_ Buenos días, joven_ oyó una voz apacible desde el fondo del lugar. Con su túnica arrastrando, el Reverendo John saludó sin reconocerla
_ Buenos días, Padre ¿Cómo ha estado?
El hombre la observó y sonrió con la Eucaristía en sus manos
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𝐓𝐡𝐞 𝐟𝐞𝐚𝐭𝐡𝐞𝐫 𝐩𝐢𝐥𝐥𝐨𝐰 | 𝐉𝐨𝐞 𝐌𝐚𝐳𝐳𝐞𝐥𝐥𝐨
Short Story𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐫𝐮𝐳𝐨 𝐦𝐢𝐬 𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬 𝐘𝐚 𝐜𝐚𝐧𝐬𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐲 𝐩á𝐥𝐢𝐝𝐚𝐬, 𝐒𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐞𝐥 𝐫𝐮𝐛𝐢𝐨 𝐫𝐞𝐠𝐚𝐳𝐨 𝐃𝐞 𝐦𝐢 𝐝𝐞𝐬𝐢𝐥𝐮𝐬𝐢ó𝐧 𝐂𝐨𝐧𝐬𝐮𝐥𝐭𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐬𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐫𝐞𝐥𝐨𝐣 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñ𝐞𝐫𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧...