𝙀𝙡 𝙅𝙖𝙧𝙙í𝙣 𝙙𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝙃𝙚𝙨𝙥é𝙧𝙞𝙙𝙚𝙨 | 𝙎𝙚𝙘𝙘𝙞ó𝙣 𝙁𝙞𝙣𝙖𝙡

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《Porque no sabes
que el gaitero te está llamando para que te unas a él,
querida dama, no puedes oír el soplido del viento,
y ¿sabías que tu escalera se apoya en el susurrante viento?》

🌻

_Ya puedes moverte, querida._ habló el señor.
Victoria atinó a fruncir el ceño. "No creí que el estar muerta se sentía así" pensó mientras -con un temor casi instintivo- abría uno de sus azulados ojos.
Al tener una vista completa, notó que nada había cambiado. Todo estaba igual. La cama seguía ligeramente arrugada pero igual de tendida; las cortinas de gasa flameaban con la entrada de la suave brisa; la esencia que la caracterizaba, aquel aroma dulzón a miel seguía intacto, impregnado en ella.
Deshizo las frazadas que la cubrían y observó que tenía mucha más fuerza que minutos antes.

-¿Deseas hacer algo antes de... partir?- cuestionó Él mientras, otra vez, leía los pensamientos que Victoria no llegaba a decir en palabras.

_¿Podría hacer un último recorrido?_ preguntó.

_Por favor._ La Muerte le guiñó un ojo y Victoria tenia sentimientos encontrados ante esa sensación. Estaba jugando con la muerte.

Sonrió risueña y comenzó a vagar por el hogar, donde había pasado los últimos veintitrés años de su vida antes de vivir con quien era su gran amor. Vic recorrió todas las habitaciones. Revivió todos los recuerdos felices. Las cenas de Navidad en el comedor, cuando venía su familia desde California y cuando desayunaba con papá, contando los chismes que él oía en las noticias.
"Él comía mis panecillos como si fuesen lo mejor del mundo." Recordó "Pero yo sabía que sólo fingía."
La oficina de papá con su computadora y sus libros de abogados; el sofá de mamá, tan pulcro y cómodo; el olor de sus deliciosas galletas con chispas de chocolate, cuyo aroma era como un perfume que podía saborearse.
Que extrañas eran las cosas que recordaba.

Vic fue a su habitación y miró a su alrededor. Había sido una habitación felíz. Un cuarto donde papá la habia acompañado hasta dormirse, no leyéndole, sino al inventar cuentos que eran mucho mejores de los que había en los libros. Historias llenas de gracia, de modo que los dos siempre terminaban riendo.
Y mamá daba voces: "¿De qué se ríen ustedes dos?" Siempre pretendía resentir que la hicieran de lado. Pero disfrutaba de su risa tanto como ellos.

《La vida continúa. Siempre continúa.》 Decía Alice.
_Hay que seguir._ susurró Vic, sonriente ante la última escena de vida que vieron sus ojos. El amado beso de sus padres; quienes, acurrucados en el sofá, demostraban su amor.

La Muerte tomó su mano.

Segundos luego, inspiró profundamente y sonrió sin aún abrir los ojos. Al hacerlo, notó que no se encontraba en su recámara, ni en Nueva York, ni América, ni en la tierra.

𝐓𝐡𝐞 𝐟𝐞𝐚𝐭𝐡𝐞𝐫 𝐩𝐢𝐥𝐥𝐨𝐰 | 𝐉𝐨𝐞 𝐌𝐚𝐳𝐳𝐞𝐥𝐥𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora