𝙒𝙚𝙡𝙘𝙤𝙢𝙚 𝙩𝙤 𝙩𝙝𝙚 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 𝙋𝙖𝙧𝙖𝙙𝙚 | 𝙎𝙚𝙘𝙘𝙞ó𝙣 𝘼

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Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos.

🌻

La ligera lluvia comenzaba a caer cuando Alice Cooper y Victoria Burton llegaron a la Iglesia. Entrelazaron sus brazos y entraron en el santuario donde resonaba la agradable música que tocaba un organista invisible. El intenso olor de las flores secas se impregnaba en el aire. El acomodador las condujo hasta uno de los bancos del frente. Vic buscó con la mirada a Virginia, la señora Mazzello pero Alice susurró:
_Será la última en entrar._
Se sentaron una al lado de la otra, ambas silenciosas, sin moverse, hasta que Vicky tomó la mano de Alice. Ninguna de las dos se atrevió a hablar.

La música del órgano se apagó poco después en un largo y lento diminuendo. Por la puerta lateral del altar entro Virginia Mazzello seguida de sus hijos John y Mary. Pero Joe no estaba ahí. Una vez que tomaron asiento, el órgano reanudó la música con una melodía breve y suave. Al terminar, el ministro se puso de pie y se dirigió al altar para rendir tributo a la corta vida de Joseph.

Victoria no se dio tiempo a pensar. ¿Qué sentía? No sabía si sus emociones podían ponerse en palabras. Sólo se detuvo a tomar dimensión de la magnitud de su dolor cuando notó que el cadáver que estaba en aquel ataúd no era un extraño ni un conocido que lloraría y superaría en dos días. Era el cadáver del amor de su vida. Era Joe Mazzello el que estaba pálido y frío, recostado en esas almohadillas, con un traje y las manos entrelazadas sobre el abdomen, con un rostro imperturbable y tranquilo.
El aire se le escapó de los pulmones cuando levantó la cabeza hacia los costados, intentando no sentirse ridícula ante su lloriqueo silencioso y dolido, y percibió que un hombre la observaba con fijeza mientras sonreía cínicamente. Lo ignoró por miedo y se concentró en el terrible dolor que sentía.
La soledad puede sentirse aún rodeada de cariño, si no se tiene a su Amado, con A mayúscula. Y la joven Vic estaba sola, enferma y terriblemente desamparada, sin su amor y sostén. Lo que se preguntaba era:
"¿Cuánto me falta a mi para caer?, de corazón, espero que sea rápido."

Demasiado pronto, Gwilym, Ben, Rami y los familiares de Joe cargaron el cajón en sus hombros, con todo el dolor del mundo. Gwil limpió rápidamente una lágrima y le dio dos palmadas suaves al ataúd.
Las piernas de Victoria flaqueaban y había desarrollado la compulsividad de limpiar sus negras lágrimas cada escasos segundos. Sin embargo, antes de salir de la catedral, le echó una última y gélida mirada  a la Cruz, resentida. Y cuando el cuerpo inerte de su esposo yacía en el coche fúnebre, Victoria se despidió del alma de su amor y se dirigió al cementerio.

𝐓𝐡𝐞 𝐟𝐞𝐚𝐭𝐡𝐞𝐫 𝐩𝐢𝐥𝐥𝐨𝐰 | 𝐉𝐨𝐞 𝐌𝐚𝐳𝐳𝐞𝐥𝐥𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora