Capítulo 34°

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Leah. 

Tomé mí cabeza y me incliné cuándo sentí las náuseas, inmediatamente me puse de pie y corrí al baño. Expulse absolutamente todo y lave mí boca, me dejé caer en el suelo y medite sobre lo que había hecho fue entonces que note que no estaba en mí habitación, me puse de pie y abrí la puerta del baño. Cerré los ojos cuándo vi la figura en la cama, volví a cerrar la puerta y tiré de mí cabello. 

¿Que demonios había hecho? 

Camine de un lado a otro mientras pensaba en una forma de escapar, no quería que me viera o supiera que ya había despertado. Tomé fuerzas y salí, tantee en el suelo para poder encontrar mí ropa, cuándo lo hice me puse la ropa sin emitir algún ruido y salí de ahí. Corrí por todo el pasillo con los estúpidos tacones en mis manos y cubriéndome la cara con mí mano libre para que nadie me viera, cuándo mí puerta estuvo al alcance de me vista me apresuré y entré. Me apoye en la puerta y tiré todo en el suelo, con el dorso de mi mano golpeé una y otra vez mi frente. 

«Tonta. Tonta»

Luego de meditar por unos minutos me dirigí al baño, me saque la ropa y abrí la regadera. Me metí bajo el agua y dejé que me empapara. ¿Que había hecho?  Había corrido a sus brazos otra vez, ¿Dónde quedaba mí dignidad? ¿Cómo era posible que él renunciará a mí y aún así yo seguía permitiéndole la entrada a mí vida? Era tan injusto que para mí él aún tuviera poder sobre mí, mí amor propio no tenía absolutamente nada que ver con el hecho de que regresará una y otra vez a él. Lo amaba y tal amor era tan grande que aunque él hubiese renunciado un par de veces a mí seguía ahí, podría ser muy tonta incluso una imbécil pero ¿Que podía hacer? ¡Estaba enamorada de él! Tan simple y tonto cómo eso sonaba, lo quería y no había nada que podía hacer para cambiar eso. 

El señor Carlos había programado un pequeño desayuno en la terraza, no quería toparme con él. No tenía ánimos de verlo, lo había ido a buscar ebria y lo que era peor me había acostado con él. Había cruzado el límite y peor aún él había visto lo débil que podía ser cuándo de él se tratase así que eso había sido un duro golpe a mi orgullo. Odiaba el poder que él tenía hacía mi por qué dicho poder me debilitaba y me ponía de rodillas cuándo se trataba de él.

Un golpe en la puerta me saco de mi ensimismamiento, cerré la regadera y tomando una toalla me envolví en ella. Otro golpe seco en la puerta me frustró y maldiciendo por lo bajo pregunté 

     

— ¿Quién es? 

— ¿Porque demonios huíste?—  Reclamó—

Me paralicé cuándo su voz ronca se escuchó a través de la puerta, me mantuve estática hasta que él pronunció mi nombre. Mordí mi labio mientras intentaba calmar mis nervios. El corazón me palpitaba tan fuerte que cualquiera pensaría que eran taquicardias y estaba apunto de morir de un infarto pero no, ese era el efecto que él tenía en mí.

— No me iré de aquí hasta que hablemos— Sentenció— Leah, esto no puede quedar así. Nosotros...

— Nosotros teníamos algo, nos amábamos, eso suponía hasta que tú decidiste abandonarme. No me culpes si ahora quiero que te alejes de mí, después de todo eso fue lo que tú decidiste

— Si no lo hacía...—Intentó excusarse pero no quería escucharlo—

— Déjame sola— Murmure—

— No puedo— La melancolía en su voz envió pequeñas dagas a mí corazón, me dolía escucharlo pero él había renunciado a mí sin ningúna gota de culpa o remordimiento sin importarle lo mucho que lo amaba, ¿Porqué debería yo sentir culpa por él? 

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora