Capítulo V

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(En su mano deslizó el cabello de su amada esposa, seguía tan suave como siempre lo había sido, tiernamente adornado ahora, con copos de nieve, probablemente lo que más le dolía era saber que ella había muerto sola, unos segundos antes que ella llegase. Mientras que, al otro lado, en lo profundo del bosque, el cuchillo manchado con la sangre que cubría la nieve, se deslizo por otra mano, hasta caer clavándose en la tierra, "La he matado porque la amaba y ya no podía resistir más, los amargos recuerdos")

-Debo entender entonces que ha venido con las manos vacías con mero conocimiento de que estaba ofendiendo a su anfitriona. – continuo Cleopatra mientras se sentaba a la cabeza de la mesa que había sido dispuesta para los invitados.

-Estoy seguro que Marco Antonio no tenía intención de ofenderla majestad, nosotros al igual que usted, esperamos que nuestra unión empiece de la mejor forma, este incidente solo fue un error. – intervino Lépido.

-Nada de eso mi querido Lépido, estoy segura que su majestad está cansada de esos convencionalismos, gracias a su matrimonio con Cesar, además, no vengo con las manos vacías. – sonrió con picardía la rubia.

Cleopatra al oír la mención de su difunto esposo, cruzo el peso de sus ojos tan oscuros en los de la otra mujer, que mantenía ese aspecto tan sereno de triunfo, y por un leve segundo, pudo ver como la tensión entre ellas se disipaba por encima de los convencionalismos, era como si se conocerán de mucho tiempo, pues era cierto, que la reina estaba harta de los mismos obsequios vacíos por parte de los hombres, ella ya tenía oro, joyas, poder y belleza, lo único que necesitaba realmente era que alguien la viese un poco más allá de una simple mujer, que estaba en el trono por mera casualidad.

-No pierda tiempo entonces general, muéstreme lo que ha traído, que por las palabras que esboza debe ser mucho mejor, que lo que Cesar me obsequio. – devolvió la sonrisa, haciendo que la rubia se sonrojara ligeramente.

Un gesto que la reina no pasó desapercibido, sabía que sus palabras habían alcanzado a la mujer frente a ella, como muchas veces antes lo había visto en muchos hombres, estaba cerca de hacer tambalear a su arrogante figura, solo necesitaba mostrar nuevamente de lo que era capaz, así que, dio una señal para que sirvieran más vino a la general, cuando esta no pudo gesticular palabra por su destello de belleza. Marco Antonio la bebió rápidamente, buscando lo que parecía un poco de calma en medio de esa lucha de poder, hasta que finalmente logro incorporarse y sacar un pergamino de su armadura plateada.

-Una disculpa majestad no sé qué me ha pasado. – insto la mujer acercando el pergamino a la reina.

-Yo tengo una ligera idea de lo que le ha pasado, que podríamos compartir más tarde. – alentó la reina.

Y por un momento el aire se volvió a llenar de tensión, convirtiendo a Lépido en un adorno más, postrado en medio de la sala como un tonto, viendo como la reina, desprendía de si, lo que los ancianos llaman, locura de amor, por cada poro de su piel. Estaba seguro que su querida amiga estaba siendo presa de él, aun cuando durante todo el camino solo pudo hablar de las muchas maravillas no físicas que poseía la reina. "Una reina es más que una cara bonita", le había afirmado solo horas antes, y, aun así, allí estaba, de pie frente a la mujer más hermosa del desierto, tonteando como una adolescente, cuando estaban tan cerca de una guerra inminente.

Al poco tiempo, para fortuna de todos, la reina evadió su encanto, devolviendo el aire a los pulmones de los presentes, para que todos pudieran sentarse a la mesa, para comer y beber lo más que pudieran, pues los hombres habían pasado días en el mar y nada más le satisfacía que una buena comida. A pesar de ello, la rubia apenas probaba bocado, a la espera de que la reina leyera el pergamino que le había traído, un mensaje personal que trataba de llegar a ella, como algo más que solo la mujer más hermosa del desierto, pero la morena había hecho caso omiso de su petición silenciosa, solo parecía mostrarse elegantemente distante y conversadora de banalidades, algo que en secreto le incomodaba, pues en ningún momento pensó, que se vería tan débil de espíritu frente a una mujer que apenas conocía.

La Serpiente Del Nilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora