Capítulo XXVI

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El día en que Emma Swan abandono su vida, no inicio exactamente de la manera en que ella creería que comenzaría el fin de su felicidad, había un sol oculto por las nubes de hecho, demarcando un clima tranquilo de inicio de invierno, probablemente llovería dentro de poco, por lo que la reina había decidido regresar temprano a casa para preparar una cena reconfortante, una mera sorpresa para su esposa y su hijo. Fue al supermercado primero y consiguió lo necesario para una lasaña, además de un buen vino y algo de helado de chocolate para Henry, condujo después hasta la mansión tarareando una canción que la rubia le había dedicado en su aniversario pasado, realmente estaba de un buen ánimo y todo era debido a que, no había sido hasta ahora tan realmente feliz como lo era en ese momento. Al llegar, aparco las Mercedes en el garaje y llevo consigo todo lo que había comprado, caminando con una alegre sonrisa hasta el mesón de la cocina, donde descargo todo de sus brazos y procuro ocuparse del correo en la sala, antes de comenzar con su quehacer nocturno.

No había nada importante en esa ocasión, solo algunas facturas y cartas de la escuela de Henry, como cualquier otro día, sin embargo, el sonido de la llave en movimiento en la cerradura de la entrada, distrajo su atención, pues solo había dos personas con una copia de su casa y ambas debían estar en sus asuntos a esa hora. Aun así, la voz inconfundible de Emma se escuchó poco después, quizás la rubia también había tenido la misma idea que ella, de llegar temprano para preparar una sorpresa familiar, eso hizo a la morena alegrarse rápidamente, ahora podrían hacerlo juntas y pasar algo de tiempo a solas antes de que Henry apareciera, cosa que la morena disfrutaba en demasía, por lo que, sin perder tiempo, se recostó sobre el sofá fingiendo estar dormida, para que Emma pudiera hacer su entrada al estilo del príncipe azul, y darle un beso para despertarla de su sueño encantado y vivir felices para siempre, burlándose de los eufemismos de los cuentos de hadas, que habían envuelto sus vidas desde que se unieron como la reina malvada y la salvadora, como una mujer que amaba a otra.

Pero ese beso nunca la alcanzo, debido a que lo único que impregno su cuento fue una terrible y desgastada discusión, había alguien más allí con Emma, alguien cuya voz no podía reconocer, pero que afirmaba una y otra vez que amaba a la rubia con todo su ser, ¿acaso era una broma de mal gusto?, su esposa había traído una discusión amorosa con otra mujer a las puertas de su casa, y lo peor del asunto, era que la Sheriff buscaba por todos los medios disponibles en convencer a esa mujer que se calmara porque todo estaría bien. Algo que hizo a la reina apretar aún más sus puños, manteniendo sus ojos cerrados, mientras escuchaba a la rubia caminar dentro de la casa, de forma desesperada, hasta que se detuvo de golpe justo frente a donde la morena fingía dormir, ¿la estaba mirando?, no podía saberlo sin delatarse, pero el hecho de que el vaivén de desespero que había sentido segundos antes cesara, le daba esa señal.

Aun así, la morena permaneció impasible y dormida a la completa expectativa, nada más que a la espera de un comentario o un acto de la rubia, que llego unos segundos después, cuando sintió como Emma se acomodaba a su lado en aquel sillón, y le acariciaba poco a poco, con esmerada lentitud los mechones negros de cabello, en un acto tan delicado y lleno de tristeza que no parecía provenir de la mujer que solo podía describir como alocada y alegre. ¿Qué era lo que estaba pasando en la cabeza de la salvadora?, se lo cuestionaba con firmeza, a pesar de ello, no se movió, estaba inmersa en aquel silencio y en aquella caricia, hasta que la misma rubia lo interrumpo con un discurso puramente devastador.

-Eres todo para mí, Regina. - inicio con una voz algo apagada. - siempre lo has sido, y sé que en ocasiones te molesta lo infantil que soy, pero nunca me has dejado sola en ningún momento de nuestra vida juntas, siempre te amé por eso, y por el hecho de que confías en mí, incluso cuando las cosas parecen salir muy mal.

La reina no podía verla, pero las lágrimas que derramaba la rubia alcanzaban a humedecer la blusa delgada de la morena, realmente no sabía cuándo fue la última ocasión en la que la rubia había llorado de ese modo, menos, cuando había sido la última ocasión en la que escucho a esa mujer decir palabras tan dolorosamente románticas, probablemente porque era algo que nunca había pasado. Y eso fue suficiente para que la reina quisiera abrir sus ojos y abrazarla con firmeza, pero el escándalo que provocaba la tercera en discordia, enviando al suelo sus preciosos jarrones de la entrada mientras vociferaba con ira, parecía atraer nuevamente la atención de su adorada esposa, haciéndola acelerar su discurso amoroso.

La Serpiente Del Nilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora