Capítulo XV

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(El mayordomo envolvió entre sus brazos a la indolente figura de la esposa en duelo, llevándola a la calma de su segunda oportunidad, apartando del suelo a la serpiente que había sido desprovista de su sangre para que el hechizo funcionase, dejando nuevamente a solas la habitación de su señor a la espera de una nueva mujer, la que apareció al poco tiempo, era alta y hermosa, con un cabello castaño rizado y delicado, con facciones bien definidas y una esbelta figura, sus manos aún estaban manchadas con la sangre de la salvadora, y en sus ojos, se derramaban las amargas lágrimas por la pérdida que ella misma había causado. Su señor, por supuesto la recibió con brazos abiertos y le ofreció lo mismo que a la reina, sin distinción alguna, solo que, ella no buscaba una segunda oportunidad para vivir su historia, sino la opción de obtener todo lo que alguna vez le perteneció a Regina Mills)

El sol se elevó a las pocas horas en las hermosas playas bañadas con el agua del mediterráneo, iluminando un nuevo día y a la figura estoica de Marco Antonio que seguía de pie a la orilla del mar, el frio en sus manos y en su pecho habían retornado a pesar de que el sol le golpeaba el cuerpo completo y era debido a que la magia que la había aterrorizado la noche anterior, solo podía ser apartada por una mujer a la que ya no vería más. Las lágrimas se le habían secado por completo, y en su rostro no había ningún gesto que se pudiera entender a simple vista, algo que provoco que ninguno de los soldados la interrumpiera, o se atreviera a acercarse a ella, y al duelo silencioso en el que se cernía, a excepción de Lépido, que alargo lo más que pudo su interrupción hasta que la situación se hizo insostenible, sin duda alguna debían hablar de todo lo que había pasado.

-Espero que todo lo que hiciste haya valido la pena, arriesgaste toda una campaña por una mujer, todo por lo que hemos trabajado, y la vida de tantos buenos hombres. Fue una fortuna que Octavia llegara a tiempo. – murmuro entre dientes el general.

- ¿Crees eso realmente mi querido amigo? – gruño con una áspera sonrisa. – porque enviare la cabeza de Arsinoe a Roma, junto con Octavia a negociar con nuestro enemigo no como cobardes, sino como conquistadores, por lo que, deberías dejar de molestar a tu superior, a menos que hayas renunciado a gobernar África.
(Buen trabajo, mi querida Emma)

Lépido trago un poco de saliva ante las palabras duras de la mujer que consideraba admirable, irritando y al mismo tiempo intimidado por la sombría figura que la general esbozaba, solía actuar de ese modo cuando su esposa estaba cerca, como si ella lograra convertir a una general común de Roma, en un monstruo hambriento de poder, inhumana y distante, un despojo de mujer que los llevaría a concluir su sueño de años, por encima del sacrificio de cualquier otro. El hombre decidió entonces, por el bien de todos no volver a mencionar nada más al respecto de las decisiones de Marco Antonio; solo, le hizo una ligera reverencia a la rubia y se retiró, sin considerar por un momento, que las palabras que tanto le habían asustado, no le pertenecían a la general sino a su esposa que estiraba sus largas manos como cadenas invisibles sobre el alma de la general, palabras con las cuales, sus planes finalmente se verían satisfechos.

De esa forma transcurrieron los días, que pronto se convirtieron en semanas, Octavia había logrado su objetivo y con el esmero de una conversación, convenció al emperador de pactar con su esposa el gran general de Roma, que ahora cargaba sobre sus hombros la categoría de Cónsul, en un acuerdo que firmarían dentro de poco en Bríndisi junto a la paz de ambos reinos. Marco Antonio no pareció objetar a nada de lo que sucedía a su alrededor, estaba completamente taciturna, seducida y opacada por su esposa, se había perdido sin darse cuenta en el poder que ella esbozaba sobre su cuerpo y lo único que le desprendía una expresión genuina de interés, era el recuerdo de su amada reina.

La que había regresado a Egipto, a la paz de su hogar y su trono, consolidada ahora como gobernante más que nunca, la guerra le había traído ganancias y nuevas tierras, pero eso no le satisfacía a cabalidad, solía pasar horas sentada en el balcón, observando la inmensidad de la ciudad dorada, llevando copa tras copa de vino a sus labios. Elsa y Anna pasaron de amigas a meras confidentes y su querido hijo, solo buscaba sacarle una sonrisa, de las formas más absurdas posibles, lo que consistía prácticamente en sus únicos momentos de gusto durante sus días, pues las noches, no eran nada más que una interminable pesadilla, arrastrada una y otra vez al dolor que envolvía a el alma de la persona con la que compartía un corazón, la que, con frecuencia veía entre sus brazos, pálida y sin vida, llena únicamente de la sangre que emanaba de la herida que alguien más le había causado.

La Serpiente Del Nilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora