Epílogo

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Durante largos días, extensas semanas e interminables años, la nieve blanca, cayó incesante sobre el antiguo mausoleo de la familia Mills, cubriendo todo cuanto tocase en una estela de blanco remordimiento, borrando el sendero, los alrededores y la estructura en sí misma, olvidando casi por completo todos los sentimientos que se habían derramado, y las penas que se habían llorado. Nadie nunca más, volvió a posar un pie o tan solo, una leve mirada en aquel lugar, como si temiesen perturbar las almas que allí reposaban, dejando nada más que un recuerdo y miles de historias sobre la reina malvada y la salvadora, que se trasmitían de boca a boca, de verso en verso, en cada persona que, en ese pueblo hacían vida, convirtiéndose en algo más que una mera leyenda de las que todos conversan, pero pocos entienden.

De tal forma había transcurrido el tiempo, que lo único que quedo como verdad, era una fotografía de dos mujeres abrazadas con rebosante alegría, en un marco de plata, en medio de la sala de la mansión Mills, tan lejana a cualquier alcance como ahora se encontraban las mismas protagonistas dentro del papel. Solo pudiendo ser observaba a la tranquila distancia, con amor y en este caso, con ferviente fascinación por una pequeña de rizos rubios y ojos marrones en profundo chocolate, ella, sentía que había algo realmente especial en aquellas mujeres, a quienes su padre solía llamar "Mis dos madres", además del escandaloso parecido que compartía con ambas o al menos, eso le gustaba creer. Eran sus abuelas, eso lo entendía por completo, pero había algo más que al parecer nunca nadie se atrevió a contarle, algo turbio y doloroso que provocaba que los adultos bajasen la mirada cuando lo mencionaba con curiosidad.

Tal vez, habían muerto de alguna forma terrible, o sólo habían olvidado su rol en aquel pueblo y habían huido dejando atrás un río de rostros tristes y desasosiego, pues no había señal de ellas más allá de esa fotografía y los muchos relatos de cuando eran jóvenes, todas las historias las mencionaban como heroínas, como leyendas y protectoras del amor verdadero, ¿Qué había de malo con hablar de ellas entonces?, nunca pudo entenderlo, aun así, esa mañana en particular, la pequeña Erina decidió que en algún momento de su vida, saldría de los confíes de esa mansión y encontraría sus propias respuestas, como lo habían hecho sus abuelas, y su propio padre, con todo el carácter que un Mills podría tener y toda la valentía que un Swan podía demostrar.

Mientras tanto, solo podía dar apertura a la ventana de su habitación, con algo de esfuerzo, para que el clima templado de la temporada llenara su habitación dándose el gusto de una  temperatura adecuada para cumplir con sus deberes del colegio, aun cuando ella fuera particularmente inteligente para su corta edad, su padre siempre insistía en que cumpliera con sus labores y demostrará determinación en cada cosa que hiciera, algo que ella entendía perfectamente por lo que no prestaba mayor oposición en eso. De esa forma, comenzó a escribir un ensayo sobre animales salvajes para su clase, tarareando una canción que su padre adoraba, concentrada fervientemente en hacer el mejor trabajo que pudiera, concentrándose cada vez más, hasta que un ligero sonido al lado de la ventana, interrumpió su labor, haciendo que Erina dirigiera su mirada hasta allí, para encontrarse con nada más que una ventana vacía.

Sintió algo de curiosidad por supuesto, pero decidió no darle mayor importancia al asunto, retomando rápidamente el lápiz y el papel, sin embargo un segundo sonido, está vez más estridente lleno la habitación, haciendo que fuese imposible para el entendimiento de la pequeña evitar asomarse a su ventana, observando directamente hacia el patio trasero de la mansión, donde pudo ver lo que ella consideró que era la serpiente más particularmente atractiva que alguna vez hubiera visto, era larga y de color azulado, y como si no entrase dentro de lo común, se movía diligentemente marcando un sendero sobre la nieve, siseando sin cesar, como si la llamase, pidiéndole que la siguiera. Era tan atrayente, tan románticamente seductora que la pequeña, no demoro ni un par de minutos en bajar a su encuentro, cruzando las escaleras, la sala y la cocina hasta verse en el patio trasero completamente sola, lista pare seguir aquella tentación.

La Serpiente Del Nilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora