15.

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Era la gloria.

Sí. Lo era.

—Fuck... Fuck!

No podía respirar, no podía ver bien, estaba perdido en el exceso de sensaciones dadas por su celo, y por el roce del cuerpo ajeno sobre el suyo.

Porque al fin pasó.

—Sí no te calmas —jadeaba también, controlándose apenas, deseando que aquello hubiese pasado mucho antes—, tal vez duela.

—Sólo... —medio sollozó— hazlo.

Ya no bastaban esos dedos largos y finos que se incrustaban en su cálido interior, ya no era suficiente con los temblores dados por su punto dulce, ya no le satisfacía el suave vaivén de aquella mano sobre su intimidad.

Ya no podía soportar el calor de su cuerpo descontrolado.

Quería más, mucho más, y los besos de aquellos labios no podían traerle juicio. Solo se ponía peor, más ansioso y hambriento.

Se había aferrado a los hombros finos de aquella rusa idiota y cruel en muchas ocasiones. Celosa alfa que a veces le costaba trabajo tolerar. Pero en ese momento no le importaba eso.

—Te lo advertí, América.

USA no admitiría que se excitaba más cuando ese denominativo salía de esos labios manchados de labial rojo, con ese tono agudo pero autoritario, pero así era. Le gustaba la voz de esa mujer, esa voz... Esa maldita voz.

Rusia era ruda, lo tomaba del brazo y lo movía a su antojo, como deseara, como lo sintiera cómodo, y al americano no le importaba. Porque en ese punto su cuerpo exudaba sumisión y el de ella poder.

Sentía esas uñas rasgarle las piernas para acomodarlo en una posición casi dolorosa donde se mostrar por completo y dejara a su trasero expuesto, así como la humedad digna de ese acto y de ese estado.

USA sentía el calor de ese cuerpo curvilíneo, cuerpo que se abría paso entre sus piernas temblorosas... Y se cubrió el rostro para no mirar los pechos proporcionados que se balanceaban cerca de su campo visual. Porque estaba avergonzado a la misma cantidad que caliente.

Ni siquiera estaban en buenos términos todavía, pero fue más su necesidad.

Necesitaba de las mordidas en sus hombros, del dolor de su cuerpo al ser tomado sin la preparación adecuada. Necesitó abrazarse a ese cuerpo tan húmedo como el suyo, mientras recuperaba el aliento por segundos. Necesitó gritar y ahogarse entre gemidos salidos de lo profundo se su ser, porque le gustaba eso, el movimiento que obligaba a su cuerpo a adaptarse, el golpeteo de esos senos en su propio pecho, y del sonido de esa respiración pesada en su oído.

Necesitó del roce con esa piel ardiendo de deseo por él.

USA necesitaba de la alfa femenina, y suplicó por ella hasta el cansancio. Hasta que sus rodillas temblaron y su voz ya no era más que un susurro seco y ronco. Hasta que sus sentidos ya no funcionaban adecuadamente y sus uñas habían marcado la espalda ajena. Hasta el punto en que memorizó en sus manos la curva de esos pechos, y hasta que perdió el conocimiento.

Porque sabía que, al despertar, podría presumir de su victoria.

Porque acababa de tentar a la señorita de tierras frías.

—Caíste ante mí, Rusia.

—Cállate.

—Creí que no te gustaba la vainilla.

—Fue un juego sucio.

—Te di opción a irte... Y tú preferiste quedarte.

—Quería que eso pasara en el momento adecuado.

—¿Y cuándo sería eso?

—Cuando aceptaras el compromiso que te propuse.

USA estalló en carcajadas porque la niña resultó ser de esas que necesitaban de una relación seria para sentirse satisfechas y seguras.

—Obvio no —se limpió las lágrimas—. Aun ni me caes bien por completo.

—Pero bien que te gustó lo que te hice en esos días.

—Estuvo... bien, supongo —sonrió inocentemente—. Lo suficiente como para que ahora tenga la intención de aceptarte una cita.

—¿Sólo una cita?

—Sí. Solo eso... Y me estoy arriesgando.

—Eres un...

—Soy el omega que hizo a la gran Rusia perder el control —presumió y leguiñó el ojo—. Soy tu perdición.

Armadura [USA x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora