01/11/19

4 0 0
                                    

Querido diario:

Hoy he tenido un sueño...raro. Volvía a estar junto a él. Y a notar el roce de sus labios. Sus manos. Su presencia. Era demasiado embriagador. Me sentía una adicta rebuscando en su boca. En cualquier parte de su cuerpo. Cualquier cosa. Necesitaba más. Recorrer todo su ser una y otra vez. Entonces, me decía "mi dulce Penélope" a la vez que me cogía de las muñecas para luego apartarme suavemente "quiero que leas una cosa". Yo me acostaba en su regazo, y me sentía como si mi lugar siempre hubiese estado ahí. Como si siempre fuese a estarlo. Y él empezaba a recitar:

"Cando quero vivir
digo Moraima.
Digo Moraima
cando semento a espranza.
Digo Moraima
e ponse azul a alba."

Yo me esforzaba por atender, pero cada vez lo escuchaba más lejos. Me abrazaba a su cuerpo, temiendo que se esfumase. Y así era. Poco a poco la imagen desaparecía. El viejo desván con sus preciosas vigas de madera. El sofá gastado. Todo se iba atenuando.

"Cando quero morrer
non digo nada.
E mátame o silencio
de non decir Moraima."

Julián acababa de recitar. "¿Qué te parece si a partir de ahora te llamo Moraima? Este poema es precioso" decía. Y yo me revolvía angustiada. Le gritaba que no, que de ninguna manera quería dejar de ser su Penélope. Pero ni yo misma conseguía oírme. El mundo parecía desmoronarse para luego reconstruirse, y poco a poco recobraba el control de mis movimientos, de la respiración, en una cama que me resultaba demasiado ajena y distante.

Me incorporé y pegué la espalda contra el cabecero, mientras sentía en la boca el mal sabor de un recuerdo agridulce y en la mente, un solo nombre, Julián. Estúpido Julián.

AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora