CAPÍTULO 16

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Después de estar a punto de irnos, le convencí de dar una vuelta pequeña por los montes nocturnos

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Después de estar a punto de irnos, le convencí de dar una vuelta pequeña por los montes nocturnos. Lo admito, quizás olvidé demasiado rápido el hecho de que él estaba con alguien más, que me hacía cabrear demasiado y que me hacía salir de mis casillas la mayoría de las veces que nos veíamos. Pero esta noche era distinta. Éramos como dos perfectos adolescentes, o al menos yo, ya que O'Donell era mayor que yo. De vez en cuando él me molestaba. Reímos mucho, de hecho, era la primera vez que platicábamos de tantas cosas triviales. Sentía que podíamos seguir y seguir toda la noche. Escucharlo reír era reconfortante de cierta manera. Y de cierta manera, me podía desenvolver con él demasiado fácil. Más que reírme de las tonterías que decía, él realmente se reía de cosas que le contaba. No sé, creo que podía decir que empezábamos a simpatizar de una manera genuina. Sin los asuntos paranormales de por medio. También he de confesar, O'Donell no intentó en ningún momento besarme o insinuárseme como en casos anteriores. Era algo con lo que había contado desde el punto y momento en el que le pedí que alargáramos nuestra pequeña salida.

—¿Te digo algo, O'Donell? —le dije mientras empujaba levemente su brazo.

O'Donell seguía recomponiéndose de su ataque de risa a causa de mis historias. Claro que yo también supe un poco de las de él, pero todo se resumía en fuertes borracheras con los mortales, sexo, carreras ilegales de motocicletas, sexo, encuentros con carteles de drogas, y más sexo. Ciertamente él era...un demonio, de eso no cabía la menor duda. Y yo, por increíble que pareciese, había estado demasiado parlanchina.

—No me digas, ¿tienes más material? —le miré fingidamente mal — ¿hay algo más vergonzoso que medio instituto observando tu manchado de regla en un partido de futbol?

—¡Maldita sea! No es sobre eso —reí y éste pasó su brazo por encima de mis hombros a lo que yo inmediatamente me sonrojé.

Era la primera vez que él hacía algo como eso. Emanaba un calor agradable y no intentaba atraerme más de lo necesario cómo aquellas veces, mejor dicho, como la manía que tenía de querer irrumpir en mi espacio personal.

—Conocer esta faceta de ti, hace que quede impresionado, nena —Dijo O'Donell. —Y realmente, eres agradable.

—Gracias, mi propósito en la vida es hacer reír a todos con mis desgracias —le dije fingiendo una voz de princesa.

—¡Oh, por los infiernos Madlow! —bajábamos una pequeña loma. Él me ayudó a bajar sujetando firmemente mi cintura y tocando el suelo plano —Pero, dispara.

La luna se escondía de nosotros por nuestra vereda. Las ramas de los altos árboles casi no dejaban que viéramos nada. La confianza que le estaba tomando a O'Donell, debo decirlo, me preocupaba. Bajaba mis defensas de una manera misteriosa. Volvió a colocar su brazo encima de mis hombros, pero ahora yo me encontraba un poco tensa. ¿Sería prudente?

—Lo único que quería decirte es que...—no sabía si decirlo en realidad.

Callé de repente, como si en verdad quisiera decirle lo que pensaba, pero una autodefensa saliera a decirme que no lo hiciera. Mordí mi labio inferior sintiéndome idiota. Miré de soslayo a O'Donell, éste ahora fijaba toda su atención en mí y me miraba expectante. Un cierto toque de picardía y malicia se apreciaban en esos ojos azules.

The Dark Fire © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora