CAPÍTULO 29

2.3K 232 41
                                    

Habían abierto un nuevo lugar cerca de la playa pública

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían abierto un nuevo lugar cerca de la playa pública. Era una especie de restaurante- bar. Se llamaba "El rey del océano". El aspecto del lugar era cómo una tienda Tiki, muy tropical y había poca gente, pues aún era algo temprano. Lámparas de diversos colores adornaban la entrada. Ana me tenía tomada del brazo mientras nos dirigíamos a nuestra mesa cerca de un gran ventanal con vista hacía el mar. Ella estaba que no se lo creía. Era un lugar bastante agradable, lo admito. Carl e Isla iban al frente riendo entre ellos, y cuchicheando, ¡son tan lindos! Estaba tan feliz de verlos así, tan acaramelados y risueños. Mientras Sarah atendía el teléfono, probablemente hablando con uno de sus tantos novios pues no dejaba de decir frases como "Osito", "Bebé" entre otras más. Ana, por supuesto se había enterado de lo de O'Donell y bajó de su gracia. Agradecía que estuviera de mi lado, pero me carcomía aun el hecho de haber sido tan ciego. Pero, en fin, hoy era mi cumpleaños, y O'Donell no me echaría a perder éste día.

A Symak y Prax les perdí el rastro después de aquella noche que me escapé de casa y salí a caminar. Mi querido amigo Vizo, tampoco lo he visto y mucho menos a Allec, que es con quién menos convivo. Ahora que caía en cuenta, no los había visto desde el problema que pasó con O'Donell. Espero que no haya tenido algo que ver con él que ya no anden en el radar, puesto que les cogí cariño. De cierto modo, les echaba de menos. Me había acostumbrado tanto a ellos que no creí decirte en el pasado, pero quería que volvieran. Platicar con ellos siempre era agradable. Kike por otro lado, nos hemos estado contactando por medio de mensajes. Pero, aun así, no lo he visto. Dice que surgieron cuestiones que debía atender lo antes posible. Fuera de eso, todo volvía un poco a la normalidad, a excepción de mi madre que era la que me presionaba en seguir. Otra de las cosas que no han podido volver a la realidad son los cazadores. No pasó desapercibido por mi ojo que una camioneta negra había estado todo el trayecto persiguiéndonos, tal y cómo el día que fuimos por mamá al aeropuerto. Me pregunto sí serán los mismos sujetos de esa vez. Aun así, no podía estar al cien por ciento de confiada. Llegué a la conclusión de qué, si algo llegase a ocurrir, cómo que los cazadores quieran pelear y matarme, tendría que proteger a mis amigos revelando mi identidad y el poder del fuego oscuro. Se me dijo hasta el cansancio que, a pesar de tener ciertos arrebatos y que el fuego oscuro saliera unos breves instantes no era un problema, pero cómo estoy a punto de transformarme por completo, podría ser un foco para los ángeles y adelantar la batalla contra el fuego celeste. Mamá dijo que era peligroso estar fuera de casa especialmente éste día, pero no le hice caso. Creo que podía contenerme bastante bien. Como siempre. O al menos eso creía.

Al sentarnos todos pedimos unas piñas coladas y mariscos, por supuesto. No podía dejar de observar a mis amigos, necesitaba esto desde hace mucho tiempo. Podía ver a esa pelirroja alegre, esa morena cálida, esa rubia sarcástica y mi castaño favorito. Volvíamos a ser solo nosotros, como siempre.

—Ahora sí, de esta no se escapan ¿Cómo es qué están saliendo y yo no lo sabía? —Dije mientras sonreía en dirección a ambos.

Isla miró al castaño, se sonrojó y Carl no dejaba de verla. Sentía que moría de amor con tan solo verlos. Se tomaron de las manos por encima de la mesa y Sarah hacia brinquitos en su lugar. Ana suspiraba y decía cuan lindos se veían.

The Dark Fire © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora