Capítulo 34: Soy un chango loco.

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Tain.

Me sentía decepcionada a menudo con mi entorno, mis conocidos o mis propias acciones. A veces me sentía mediocre, en ocasiones tóxica y de vez en cuando insignificante.

Era una persona reactiva. Lastimaba cuando me herían como si fuera mi método de autodefensa. Un método destructivo. En serio lo lamentaba, pero en vez de asumir la culpa atacaba a los demás.

Como un chango loco con una corona estúpida.

—¡Vale, sí, tus ojos rasgados no me gustan, ¿de acuerdo?! ¡Así que deja de portarte como la reina aquí y déjame terminar contigo de una buena vez por todas! —Los gritos me alarmaron, un taladro que atravesaba el lente de la cámara frente a mí hasta cortarme el aire.

—¡Espere! —Grité, obligando al fotógrafo a apartar la luz de mi vista.

Los recuerdos me habían atacado de nuevo, revolviendo mi estómago como si dos enormes manos estrujaran mis intestinos para hacerme vomitar. No era buena idea haberme saltado el desayuno, ni seguir escribiéndole a mi ex o gritarle a Owen cosas tan horribles en el comedor.

Que se joda, Tain. Solo déjalo en paz.

—Puedes descansar, hermosa. Ya tenemos todas las fotografías de hoy, ¡en serio te luciste! —Me animó el representante, corriendo de esquina a esquina con una botella de té verde y un bowl de frutas.

—Sí, gracias. —Hice un ademán para indicar que iba a retirarme.

El diafragma me dolía por ridículos ejercicios que hice la noche anterior tras no haber digerido bien la comida. Mala idea, aún tan temprano me molestaba el profundo dolor punzante como un constante entrenamiento. Estaba agotada, quería faltar a la universidad y organizarme después con mis clases pero no podía seguir posponiendo la entrega de mis trabajos o en verdad iban a haber grandes consecuencias.

Estudiaba diseño de modas, aunque no era muy apasionada como otros compañeros que combinaban cafeína con Monster para crear patrones y nuevos diseños en festivales culturales. En realidad, la mayoría no sabía con exactitud lo que yo estudiaba pues me hallaba en todas partes.

Me gustaba tener contactos, algunos me conocían incluso como mediadora, aunque Owen me llaman estafadora en ocasiones. Conseguía personas que tuvieran intereses en común, los ponía frente a frente y me llevaba mi comisión. Kurt era un desconocido al que nunca vi en persona pero le estuve consiguiendo apartamento y me pagó unos buenos billetes.

Una modelo requería dinero para producirse, y no era ilegal hacerlo de aquella forma.

Nunca supe porqué mi ex novio rompió conmigo de forma tan caótica, pero sí la razón por la que no querría estar conmigo más allá de mis rasgos. Podía sobre poner mis contactos antes que él siempre y cuando saliera beneficiada. Tan solo me abría paso en el mundo, le pesaba mi actitud de girar los ojos ante sus cosas personales.

Ni siquiera sé cómo disculparme.

—¡Tain, no sabes cuanto te amo! ¡Pude cobrar mi beca gracias a que dejaste las computadoras de la universidad intentando entrar al servidor! —Mi amigo de grandes ojeras y piel morena chocó manos conmigo, girando por el césped para seguir su paso con ritmo—. ¡Eres una genio! Nunca se me habría ocurrido pedirle permiso al docente de usar por completo el internet. Mañana nos vemos para que te invite un desayuno.

Claro, mi amigo como él se hacía llamar.

—¡Por supuesto que sí, amor! —Sacudí mi flequillo en despedida, elevando la otra mano al ver otro grupo andando junto a él con quienes también solía frecuentar.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora