Capítulo 29: Los vecinos me abruman esta noche.

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Owen.

A pesar de que mi novio me repitió que estaba bien y que no era mi culpa, sentía la responsabilidad de haberle fallado a alguien que me tenía sobre un pedestal. Odiaba que los demás esperaran demasiado de mí.

Yo era la cuarta parte de lo que esperaba de mí mismo, y cabe destacar que las expectativas sobre mi persona eran todo menos altas.

—No planeaba decírtelo para ser sinceros. En realidad, no sé... Este, yo ya no quiero volver con mi ex. Me escribió así, y a pesar de que sentí ese click de nuevo arrojé el celular porque yo nunca le sería infiel a la persona que me gusta actualmente. No lo haría por nada en el mundo. Aunque creo que estoy dudando... Hay un problema con la persona que me gusta.

Arrugué las nariz, dándole una fuerte mordida a mis empanadas dulces para asimilar lo que decía. Hacía un poco de frío esa tarde, comenzaba a oscurecer. Era curioso que a pesar de ser bastante tarde ya la universidad estaba igual de llena que siempre, como si fuera el hogar de todos.

—No quería dudar pero...

—Tain, sé directa. Yo ya me iba y le estás dando vueltas al asunto. Incluso Sasu ya se fue. —Me reí, dándole una palmada en sus manos con esmalte negro para que hablara con sus ideas ordenadas.

—La chica que te dije que me gustaba es Sasu. Y me acabas de decir que ella se te declaró a ti —me señaló con el índice, inflando sus cachetes y achicando sus ojos maquillados con sombras rojas—. Mierda. Sí, suena peor cuando lo digo en voz alta. Me voy a colgar en el primer árbol que vea.

Sasu era una chica preciosa ante mis ojos. Su forma de pensar, actuar, su apariencia y sus costumbres me ponían de rodillas y me hacían tragar mil agujas calientes solo pensando: Carajo, podría enamorarme.

Pero en ese momento, Kurt era cegador. No podía cambiar a ese pequeño por nadie, al menos ese era mi pensamiento al estar en una relación. No lograba percibir qué era por completo, la sensación de subir mi azúcar hasta marearme y casi desmayar pero volviéndome adicto; el azúcar era mi droga favorita. Kurt era el azúcar que odiaba lo dulce, pero yo también le temía a depender de él tanto como una droga.

Porque no está bien. No lo está ni un poco.

—Sasu podría gustarme, pero no es así —pronuncié, afinando mi voz en leves suspiros acompañados con movimientos de mis uñas mordisqueadas—. Esa chica también es decidida, le gusta lo que ve en primera instancia y lo suelta. Tain, ve tras ella de igual forma. Mujer, eres más insegura de lo que creí.

—El gurú del amor ha llegado. —Balbuceó con sarcasmo, los ojos rodando para añadir cinismo y envidia a mi reciente relación.

—Échale ganas. El esfuerzo supera todo. —Elevé mi pulgar, curveando una sonrisa forzada que mostraba mis feos ojos contraídos.

Me maldijo, levantando su bolso amarillo con correa negra. Tain echó su cabello detrás de su espalda, alisando su fleco en el reflejo de la mesa del comedor antes de volver a dirigirme una palabra. Di el último bocado a mi empanada, guardé mi horario que yacía en el banco y lo devolví a la mochila; me sentía tranquilo ahora que volvía a tener días más estables.

—No vi a Sanft todo el día de hoy. ¿Han hablado esta semana siquiera? Está ignorando mis llamadas por su entrenamiento, supongo —mi amiga se inclinó de hombros con desdén, retrocediendo para poder salir del banco sin tropezar con sus propios tacones—. Espero que esté bien. Lo conozco desde hace tiempo y nunca ha aprendido a hacer lo que quiera, solo hace lo que le piden.

—Nos vemos maña... No, mi horario no se cruza con el tuyo. Nos vemos el viernes. —Salí con pasos largos de mi espacio, arrastrando la mochila—, hablamos por llamada luego. Hoy no. Quiero ver "Mulán" y haré karaoke ya que Kurt no está por un pendiente.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora