Capítulo 33: La primavera que tanto odio.

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Owen.

"Las cosas suceden por algo", ¿pero por qué tienen que sucederme a mí?

Había escuchado eso muchas veces. Siempre que me quejaba al teléfono con mi madre su respuesta era la misma. Yo me molestaba con ella, era un enojo irracional. Solía colgarle a menudo, ella me colgaba también en ocasiones. Éramos bastante reactivos, obsesivos.

Pero estaba cansado. Si las cosas sucedían por algo eran para que yo dejara de ser ese adolescente idiota, no para que aún siendo universitario volviera a ser arrastrado al pasado.

No sabes cómo me siento así que CÁLLATE.

—¡Olvidé mi mochila porque soy imbécil! —Escuché el grito a mis espaldas que acompañaba el fuerte estruendo de la puerta corrediza.

Miré por el rabillo del ojo al chico nuevo que usaba una sudadera verde con la imagen de un cocodrilo. Me quedé un poco idiota tratando de adivinar qué clase de expresión tenía ese animal, aunque en realidad me importaba poco y quizás solo me había detenido en una especie de trance nada anormal.

—¿No te vas a reír? —Él se rió solo, agachándose debajo de su pupitre junto a la ventana para tomar su mochila verde militar.

Se paraba con los pies bastante abiertos, con las manos en las caderas y una mirada en lo alto. Su pose de héroe fue demasiado estúpida pues era un desconocido llamándose imbécil a sí mismo. Agachó la mirada para posarla sobre mí, deshaciéndose de su sonrisa mientras su mano izquierda trataba de ordenar su cabello desordenado.

—Usas mucho gel. —Dijo de repente.

—No uso gel. Así es mi cabello cuando lo corto demasiado. —Murmuré, achicando los ojos antes de volver la vista al suelo para seguir barriendo el salón.

Ya deja de verme porque me pongo ansioso, AH.

—Yo quisiera tenerlo como el tuyo, pero el mío nunca logra acomodarse —se carcajeó, dando cortos pasos que se aproximaban a mis espaldas—. Eres lindo, ¿por qué eres tan callado?

¿De dónde salió eso?

—Mira, sé que llegaste por la mañana a esta escuela así que te pondré en contexto —suspiré tras apretar mis párpados, cerrando los puños mientras nos veíamos de frente—. Todos en este salón tienen la misma política: No hablarme. Hablarme significaría apoyarme, así que decidieron ignorarme desde hace un año y medio porque son idiotas que detestan las buenas calificaciones que tengo y no soportan que sea el favorito de los profesores. Así que te recomiendo que no me hables mucho tampoco si no quieres ser apartado por el resto.

En realidad yo soy el idiota que siempre los molestaba diciendo en voz alta quienes no entregaron sus tareas.

—Qué raro —sonrió, arrastrando una silla para tomar asiento—. ¿Y cómo te llamas pues? Yo en mi antigua escuela me llevaba bien con el chico al que sentaban en la esquina. Tenemos 17 años, pendejos todos.

—Mi nombre es Owen. —Solté la escoba sobre el suelo, dándole un saludo con mi mano derecha—, ¿tú eres?

—Xander, un gusto. Te sudan las manos, ja, ja. —Me la estrechó con fuerza, casi jalándome a su lado como si tratara de sentarme en algún sitio a pesar de que yo me quería mantener de pie.

—Ah, espera, un segun... —Pisé su propio tenis, tropezando hasta golpearme en el suelo recién barrido con los lentes sobre mis propias manos.

Me miró preocupado desde arriba. Se levantó de la silla de inmediato, extendiendo mis manos para levantarme. Se disculpó conmigo, sacudió mi camisa y pidió que dejara de verlo con esa cara.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora