Cap. 12 Deudas Pasadas

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Seis días después de la resurrección

Akane iluminaba la cabaña con su esencia de vida, desde que llegaron, día y noche Akane no se había separado de Hide quien seguía inconsciente en el piso; Akane sentía como su cuerpo estaba cansado, su mirada se empezaba a poner borrosa y una mano en su hombro de pronto la despertó -descansa un poco- le dijo Oda suavemente -gracias pero no, no puedo perder a alguien más- dijo Akane mientras su manos temblaban -él esta bien, es fuerte, creo que puedes tomar un descanso- insistió Oda y Akane se levanto para sentarse en una orilla de la cabaña la chica se había hecho fuerte para no derrumbarse, pero algo la hizo quebrar y comenzo a llorar mientras abrazaba sus piernas; Oda se acercó nuevamente a la niña pues tenía una ligera idea de lo que pasaba y se sentó a su lado -¿qué paso mi niña, cuéntame?- dijo Oda mirando a la chica -no pude salvar a nadie, llegué tarde Oda- dijo la pelirroja mientras seguía sin dar la cara a Oda escondida entre sus cabellos -lo lamento tanto mi niña- dijo el monje con un tono triste y Akane continuó su relato -cuando llegué a mi pueblo las personas corrían por todos lados, gritos por todos lados, las casas en llamas, destrucción y algo me decía que ya era tarde y aún así corrí hacia mi hogar, me escondía entre la vegetación mientras veía como esos monstruos mataban a las personas y yo no hice nada- las manos de la chica apretaban sus piernas demostrando lo frustrada que se sentía -llegue a mi hogar y ahí estaban los cuerpos de mis hermanos y el de mi madre, todos sin vida, habían sido asesinados y yo no podia hacer nada para salvarlos, llegué tarde, por eso no puedo dejarlo morir también- dijo Akane y nuevamente se levantó, sus manos destellaban una luz intensa de color dorado, sus ojos aún con lágrimas miraban a Hide; en la mente de la chica sentía que no podía demostrar respeto a la memoria de su padre si por lo menos no salvaba a la esperanza de su maestro, ya había perdido bastante y no se podía permitirlo, ahora más que nunca; sin embargo cuando la chica sintió su cuerpo caía y lo último que sintió fue como una mano la sostenía para que ella no chocara con el piso -descansa Akane no quiero que termines como tu padre- dijo el anciano mientras sostenía a la chica para después ponerla aún lado de Hide.

Dieciséis días después de la resurrección

La luz de la mañana entraba en la pequeña cabaña donde estaban Hide, Akane y Oda y estos dos últimos ya estaban despiertos -levantate muchacho tenemos que visitar a alguien que te ayudara- dijo Oda mientras levantaba a Hide poniendo su brazo en su hombro -con cuidado, esta sensible- dijo Akane mientras se ponía a un lado para también ayudar a cargar a Hide, él hacia unos cuantos quejidos debido a que las quemaduras estaban en todo su cuerpo y en cada movimiento estas sangraban ligeramente. Salieron de la cabaña despacio dirigiéndose al éste, adentrándose entre los árboles.

Pasaron las horas y la tarde había llegado, los tres llegaron a una parte donde la vegetación era más densa y sus árboles superaban los 30 metros y sus gruesos troncos junto con sus raíces que sobresalían eran impresionantes, la sombra de los árboles oscurecía como un día nublado mientras traviesos rayos de sol se colaban entre las ramas -ya estamos llegando estén atentos- dijo Oda mirando hacia arriba buscando alguna señal -¿a donde nos has traído Oda?- dijo Akane haciendo lo mismo pues sentía que alguien los observaba -venimos a ver a un amigo o algo así- dijo el monje con duda -¿como que crees?- dijo Akane algo preocupada -jeje, tu tranquila espero y todo salga bien- dijo Oda sonriendo -me das miedo anciano- dijo Akane y Hide a pesar del dolor pudo sonreír -¡aaaa! estas conciente flojo- dijo el anciano y se notaba contento -viejo agáchate- dijo Akane mientras se tiraba al suelo junto con Hide y Oda sintió como una flecha paso a un lado de su oreja izquierda y se clavaba en el piso -ya llegamos- dijo el anciano.
Todo el lugar se llenó del ruido que hacen los sapos entonces Akane no espero más -esencia de vida, protección de la madre tierra- dijo mientras ponía sus manos en la tierra y el suelo alrededor los encerró a los tres en uno como domo de rocas -¿que hiciste niña?- dijo Oda con una cara de espanto -nos iban a matar- dijo Akane -nos van a matar mejor dicho- dijo el anciano.
Afuera como si hubieran nacido de los troncos de los árboles unas criaturas que parecían ranas del tamaño de un niño de 11 años pero que llevaban un caparazón de tortuga y en sus cabezas tenían una especie de burbujas de agua, salían con arcos en mano y todos apuntando a donde estaban Akane y los demás; las flechas salían una tras otra clavando se en las rocas con las que la chica los protegía, entonces el sonido de las ranas aumentaba traspasando el grueso domo de tierra parecía como si estuvieran aún lado de ellos; cuando Akane notó que debajo de ella la tierra se hundía cerca de una de sus manos y el rostro de una de esas criaturas empezaba a salir entonces Oda lo golpeó neutralizando a la criatura y haciéndola regresar por donde vino, pero no era la única que estaba bajo tierra, otras más intentaban entrar por debajo pero Oda los atacaba al instante, afuera con una especie de mazo rudimentario intentaban golpear el domo para destruir el escudo que Akane había hecho; con Akane sosteniendo el escudo y Oda evitando que entraran las criaturas, descuidaron a Hide quien no podía combatir dejándolo a merced de dos criaturas que lo arrastraron por un hoyo y cuando Oda quiso alcanzarlo fue muy tarde, solo para después ver como se llevaban a Akane -¡ayuda Oda!- fue lo último que dijo la chica antes de desaparecer por otro hoyo; Oda sabia que tenía que pelear enserio y mientras caía el domo de rocas a su alrededor, las criaturas veían como el anciano estaba parado y desprendía una luz dorada alrededor de su cuerpo y esté parecía estar meditando; una de las criaturas nuevamente hizo el sonido de un sapo señalando a Oda y varias criaturas que rodeaban el domo destruido saltaron hacia los árboles donde estaban los demás y todas juntas con sus arcos, preparaban flechas que apuntaban en dirección a Oda; por su parte el anciano no podía ver a sus alumnos pero podia sentirlos al parecer las criaturas los llevaban más al norte y en cada segundo se alejaban más y más.
El kappa dio la orden y una lluvia de flechas cayó sobre Oda cubriendo su vista de las criaturas, por lo menos unas 100 flechas cayeron alzando polvo ya que las flechas iban con una gran fuerza; el gran número de kappas se iban a retirar, estaban seguros de su victoria. Pero para su sorpresa una de las criaturas cayó al piso inconsciente y arriba de ese árbol estaba el anciano limpiando su ropaje del polvo que tenía y salió corriendo hacia sus alumnos los cuales iban atados y los llevaban cargando tres kappas más mientras saltaban entre las grandes ramas de los árboles.

Nuevas Leyendas: Los Tres GrandesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora