CAPITULO VIII: María José

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Ya habían transcurrido varios meses y finalmente el sol parecía brillar para José María. Estaba comenzando a aceptar su nueva realidad; y gracias a ello el dolor iba desapareciendo. Los recuerdos siempre estarían presentes; pero al menos podía sentir que volvía a respirar. Podía salir y ver por momentos los colores del paisaje sin enfocarse en el gris. Había llegado el momento de ser libre de vivir su vida como realmente era. Una mujer. Con el apoyo de su hermana, comenzó su proceso de transición. Primero fue el tratamiento de hormonas, luego el cambio de ropa y finalmente aumentó el tamaño de sus senos. Por el momento decidió presentarse como Jose, al menos hasta que estuviera lista. También, decidió no realizarse la vaginoplastía porque simplemente no quiso. Además, eso no significaba que su transición fuese menos "real" o que fuese menos mujer por ello.

Por otro lado, aunque había sido difícil, la relación con su hijo fue mejorando poco a poco. Ahora podían hablar de todo lo que estaba pasando con ellos. Siempre se aseguró de ser lo más honesto posible. Le contó sobre su vida en Madrid y sobre los cambios que estaba atravesando. Brunito nunca tuvo problema con el hecho de que su papá se considerara mujer; así que lo apoyó. Eso hizo que estuviera más en paz consigo mismo. Sin embargo, siempre evitó hablar sobre su mamá, y Jose nunca se atrevió a preguntar. Tampoco preguntó sobre la familia de la Mora porque estaba seguro de que lo odiaban y ya no creía necesario enfrentarlos si nunca iba a regresar.


Cuando llegó el día de mostrarle oficialmente al mundo quien era, su hermana estuvo ahí.

― ¡Joder, cariño, pero que maja estás! ― exclamó Purificación cuando la encontró mirándose frente al espejo.

― Ay, Puri. ― dijo poniendo los ojos en blanco pero con una sonrisa en el rostro. ― Pero si ya me has visto vestida así antes.

― ¡Sí, pero que nunca con el look completo! ¡Es que de verdad no me lo creo! ¡Ahora tengo una hermana rubia! ― Ambas rieron ― ¡El color te queda perfecto! Aunque yo no sé cuál es la fascinación con el rubio. Pero, coño, ¡que me muero de envidia! Mmm... quizás también deba teñirme el cabello ― dijo con una sonrisa traviesa mientras se miraba en el espejo. Jose simplemente negó con la cabeza y se rió.

― Pero bueno cariño. ¿Ya estás lista?

― Sí. Aunque estoy un poco nerviosa. ¿Crees que se sorprendan mucho los del bufete?

― Mmm no creo. Ya te conocen. Pero... estoy segura que varios y varias caerán a tus pies. ― dijo moviendo sus cejas de manera sugerente.

― ¡Puri, estoy hablando en serio!

― ¡Yo también! ― Purificación se rió. Pero luego se puso seria. ― Jose... deja de preocuparte por lo que diga el mundo, cariño. Solo vive y disfruta como nunca antes lo pudiste hacer.

― Vale. Tienes razón... Aunque ya no me llamo Jose...

― ¿Así? ― dijo Purificación emocionada. Su hermana había mantenido en secreto por mucho tiempo su nombre oficial, y se moría de ganas por saberlo.

― Ahora soy... María José. ― sonrió tímidamente pero muy segura de sí misma.

― Pues, ¡BIENVENIDA AL MUNDO MARÍA JOSÉ! ― gritó y la abrazó. Finalmente, su hermana era libre y feliz. El brillo de sus ojos había vuelto y ya nadie podría apagarla. Estaba tan orgullosa de ella que no pudo evitar derramar unas lágrimas. Pero luego se las limpió y sonrió maliciosamente.

― Cariño, tú sabes que te quiero y todo, pero... ¿No pudiste escoger un nombre más original? Digo, José María... María José... como que no hay mucha diferencia, ¿no?

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