J
Abandonaron la cabaña una vez que el sol se puso y la luna comenzó a brillar en el cielo estrellado. Recorrieron grandes pastizales, vacíos de actividad, sumidos en un absoluto silencio el cual era roto únicamente por los sonidos de los insectos y de las hojas al ser sacudidas por algunos animales. Caminaron por tanto tiempo, por un campo que se extendía por kilómetros y kilómetros hasta parecer interminable, que James terminó por perder la noción del tiempo.
En todo el camino, no hablaron ni una vez, exceptuando el momento en que el vástago se giró y contempló tras su espalda con detenimiento, más allá del neófito.
James lo había mirado con nerviosismo.
—¿Qué pasa?
Viktor había apoyado el índice sobre los labios, indicándole que guardara silencio, y se había llamado al silencio.
Instintivamente, la mirada de James había seguido el camino de la del vampiro, girándose para encontrarse con la inquietante serenidad del campo nocturno. No había nadie más que ellos allí y, aparentemente, todo estaba en perfecto orden. Sin embargo, no pudo evitar el sentimiento de incomodidad que le abarcó.
En ese momento, el vampiro se giró de vuelta y continuó caminando como si nada sucediera, dejándole al neófito una sensación amarga de incertidumbre. De pronto, fue incapaz de sacudirse la sensación de que estaban siendo vigilados.
—Relájate —dijo el vampiro en un momento dado.
James sintió la incomodidad picándole debajo de la piel, pero trató de ignorarla y avanzar al paso del otro. Y entonces unos aullidos penetraron en el silencio de la noche, lejanos pero nítidos, obligándole a girarse hacia el sonido.
—Lobos —aclaró Viktor, echándole una mirada sobre el hombro.
El rubio asintió e intentó enfocarse en el camino que tenían delante, metiendo las manos en los bolsillos del jean que traía puesto desde antes de que hubiera sido asesinado.
Ansioso, preguntó:
—¿Adónde estamos yendo?
—Al nido.
James frunció el ceño y se relamió los labios, volteándose para ver tras él una vez más. Sentía que se estaba por volver loco.
—Sí, pero ¿qué carajos es el nido?
Viktor se internó en el matorral de hierba con elegancia, caminando entre los yuyos que eran tan altos que escondían su alta figura. James lo siguió de cerca, mirando hacia los lados con inseguridad y notando que, a medida que avanzaban, los hierbajos dificultaban la vista.
—El dominio de madre —explicó con impavidez—, su hogar.
James apretó los puños, recordando a la bella mujer. Algo en él se activaba al pensar en ella, un anhelo oscuro que le resultaba repugnante. Mientras una parte de él la ansiaba profundamente, la otra simplemente quería huir lo más lejos que pudiera de su aterradora presencia.
Detrás suyo, le pareció oír algo parecido a una risa, que le arrebató una exclamación ahogada y le obligó a voltearse. Apenas podía distinguir bien lo que había a sus alrededores, pero, de nuevo, parecía que no había nada.
Asustado, comenzó a orar en su mente.
«Oye mis plegarias, te lo ruego»
Procuró pegarse lo más posible al vampiro, sabiéndose vulnerable, y sintió alivio cuando finalmente abandonaron el matorral. Entonces pudo apreciar la figura elegante de Viktor. Pudo reparar en el saco color chocolate que llevaba puesto, tan largo que le llegaba hasta debajo de las rodillas, y en las botas gruesas con las que pisaba la tierra seca. Dada la vestimenta específica, parecía preparado para ese viaje o tal vez, acostumbrado a él.
ESTÁS LEYENDO
HÍBRIDOS
ParanormalEn las sombras de este mundo se esconden criaturas de dientes afilados y garras alargadas, monstruos que pertenecen al universo de los sueños y nos acechan en nuestras pesadillas. Rose, James y Lisa jamás han presenciado aquel lado sombrío del mundo...